Putin manda bastante en Europa
Vladimir Putin está llevando al límite el equilibrio de poder que se daba por sentado para la postguerra fría, hasta el punto de que sus excesos en Ucrania tienen tan en vilo a la Unión Europea como a Barack Obama.
En la UE son recientes los nombramientos del nuevo presidente del Consejo Europeo, el polaco Donald Tusk, y la nueva jefa de la política exterior comunitaria, la italiana Federica Mogherini. Defensor de la integridad de Ucrania, Tusk es un valor prácticamente seguro, pero Mogherini es una incógnita. Su interconexión perfila una fórmula típica de los consensos europeos.
¿En qué estaría pensando el Consejo Europeo cuando decidió ambos nombramientos? Pues, en parte, en Putin y su envite ucraniano. Al margen de que finalmente Putin pudiera salir chamuscado, los Veintiocho han dudado mucho.
El compromiso final ha sido un primer ministro polaco que de estudiante estuvo en Solidarnosc y una ministra italiana de exteriores considerada contemporizadora con Putin, aunque en los últimos días se esforzase por parece más beligerante.
Sin Putin jugando tan fuerte en Ucrania, los nombramientos posiblemente no hubiesen sido los mismos, del mismo modo que, sin las turbulencias generadas por el nuevo zar ruso no estaríamos especulando todos los días sobre la nueva y la vieja OTAN.
La Unión Europea sabe de tratados comerciales, de ayuda exterior, de muchas cosas, pero no ha logrado concertar criterios cuando hay que adoptar medidas de fuerza. Es la Europa de la norma frente a la Europa de la fuerza; por contraste, Putin es más bien partidario de la fuerza y eso, además, por ahora le da votos.
El presidente saliente, Van Rompuy, ha dejado dicho que la crisis ruso-ucraniana es la amenaza más grave para la paz continental desde la guerra fría. No parece que la oposición de Putin vaya más allá de un incremento de las sanciones, entre otros motivos, porque sería prácticamente imposible poner a los Veintiocho de acuerdo en otra cosa.
En fin, la economía será el arma elegida para pararle los pies a Putin. ¿Sirven de algo las sanciones? Hay teorías para todos los gustos, pero todas coinciden en que las sanciones son de efecto lento. El problema puede aparecer cuando perjudican más al productor que sanciona que al consumidor sancionado.
Analistas reputados argumentan que Putin se ha metido en un callejón sin salida. En estos casos, el mayor riesgo es si no hay marcha atrás. Si Putin aprieta el acelerador en Ucrania quizás pierda fuerza y capacidad económica. Ahora mismo, Rusia está en posición económica de debilidad. No le queda mucho margen a Putin.
En algún momento tendrá que parar sus desfiles ucranianos. Entre bastidores la pregunta es en qué términos se puede llegar a un acuerdo con Moscú que desactive esa bomba de efecto retardado. Una opción de más riesgo es esperar que Putin se hunda por sí mismo, a petición de los propios rusos. Hasta entonces o cuando sea, Putin sigue siendo otro peligro público para Europa.