Puro teatro
La semana pasada nos enterábamos de que Essena O’Neill, la joven australiana que había sido la estrella de Instagram y que había llegado a conseguir más de 710.000 seguidores, cerraba la puerta de su vida con un portazo que retumbó en las paredes de todo el mundo con ese sonido tan bonito que tiene la verdad. Detrás de su decisión no hay otro motivo que el amor propio y el amor al prójimo, aunque, quizás, el que ha dado sea el primer paso de ese camino que la conducirá hacia la felicidad.
Aparentar para los demás solo lleva a una cosa: a convertir tu vida en un teatro en el que la función de cada día depende del aplauso del público. Confesaba la joven que su bienestar dependía de la aprobación social y de aparentar un estatus y una apariencia física. Reventó. No podía ser feliz porque estaba consumida por el qué dirán, por su físico, por conseguir una perfección inhumana y, sobre todo, por gustar a quienes para ella no significaban nada.
Reaccionó a tiempo. Difícil, mucho, en la generación de los cerebros lavados, las almas maquilladas y los corazones vacíos. Son varios los casos que conocemos de gente que ha llegado a un punto de no retorno en el que las drogas, la depresión o, incluso, el suicidio son la única salida a una realidad que no existe, a una realidad creada en los móviles y que no tiene nada que ver con esa que se lava los dientes como todo hijo de vecino.
O’Neill no ha tenido que borrar todas sus fotos para recuperar su vida, ni su dignidad. Sus fotos, en realidad, también son parte de su vida. Simplemente le ha bastado con confesar cuál es el auténtico proceso de preparación que hay detrás y ha hecho algo que la honra como persona: pedir perdón; perdón por engañar, por olvidar la naturalidad, por ser siempre la actriz de la mejor cara y, en resumen, por hacer de su vida una mentira que se llevaba a quien fuera por delante por un puñado de likes.
Machacaba a su hermana hasta que conseguía la foto perfecta; borraba fotos con ella si salía mal; no comía para aparentar más delgada; y olvidó durante años que el físico está en lucha constante con la vida, que cada día que la vida gana lo pierde el físico y que, antes o después, de todo eso lo único que queda son un par de fotos del cómo se era y cómo se es. Ella optó por las personas y no por consumirse bella y perfecta en la cruda soledad. Para mí es un acierto.
José Sixto es director del Instituto de Medios Sociales