Pura táctica
«El gran bloqueo que sufrimos se debe a que los llamados partidos del Gobierno no tienen absolutamente ninguna idea de cómo tiene que ser el país de aquí a 20 años. Su falta de visión es paralizadora porque nadie quiere arriesgar sus éxitos efímeros inmediatos». Seguro que los estimados lectores han pensado enseguida en España. Pues, no. Son declaraciones de Jacques Attali a «Le Journal du Dimanche» el 6 de febrero pasado, y se refieren a Francia.
Attali es, para mí, uno de los grandes estrategas reformistas europeos. Asesoró a François Mitterrand, que según Attali es el último gobernante francés con estrategia. Y fue consultor de Nicolas Sarkozy, por el que redactó un interesantísimo Libro Blanco que yo firmaría en su totalidad. Pero, lamentablemente, después de ser consultado por todos los presidentes, nadie tuvo el coraje de aplicar las reformas propuestas.
Jacques Chirac, elegido por más del 80% del electorado, tuvo la oportunidad histórica de encabezar el cambio, pero empezó dando la orden a su primer ministro de no hacer nada, tal como Rajoy. A continuación, Nicolas Sarkozy se afanó a enterrar el Plan de Attali, citando la crisis como motivo, cuando la crisis, por el contrario, tendría que haber sido el pretexto para aplicarlo. Y ahora, François Hollande ha tratado de actuar, pero con tanta timidez que pasó de puntillas sus primeros cien días.
Y en Francia, según Attali, sólo durante estos primeros cien días, con el impulso inicial y la legitimidad de la reciente elección presidencial, es cuando todo es posible. Después, siempre es demasiado tarde. Sabias palabras del pensador político que conoce de cerca las resistencias al cambio de la tecnoburocràcia y las castas dominantes en los Estados del sur europeo.
Los presidentes aconsejados le decían: «si pongo en práctica el que tú propones me cortarán la cabeza». Como si a dos pasos de la Concorde la cabeza guillotinada de Luis XVI los persiguiera.
La entrevista a Attali tiene mucho más provecho. En ella se carga el tema de la eliminación de la ciudadanía a los que tengan doble nacionalidad y sean sospechosos de apoyo al yihadismo. Cree que no sólo la privación de la nacionalidad no es la mejor arma contra el terrorismo, sino que al estigmatizar a los binacionales, se empuja a algunos jóvenes, humillados, a sumergirse en el radicalismo.
La reforma, que es inicialmente una idea del Frente Nacional, puede significar un gol en propia puerta. Para Jacques Attali, lo más importante, y que explica tanto desacierto e improvisación, es que, como todas las medidas tácticas, esta propuesta de Hollande-Valls no se inscribe en ninguna visión global del mundo de mañana.
Sin visión del mundo, no habrá nunca reformas serias y sostenibles en el tiempo. El profesor declara que un país se bloquea cuando piensa que el pasado era mejor. Entonces todo el mundo se crispa para preservar los beneficios que ha adquirido: pensión, privilegios, etc. Dice Attali: «si las políticas decidieran cómo será la Francia el 2025, todo el mundo aceptaría perder parte de sus privilegios actuales en beneficio de su propio futuro y el de sus hijos. Pero somos un país ciego ante el futuro, con un Frente Nacional que no tiene otro proyecto que el de un imaginario de los años 50».
Por eso, el pesimismo francés es fruto de esta conciencia que alerta del riesgo que corren los privilegios. Y entonces lo único que se les ocurre a los partidos del régimen es poner los carros de la caravana en un círculo defensivo. El mundo está cambiando a gran velocidad. Y Attali pronostica una nueva crisis financiera global: terremotos en China, Brasil, Rusia; y la zona del euro que se ve amenazada por la crisis portuguesa y española, que puede ser más grave que la crisis griega, según vaticina.
Todo el pensamiento de Attali se puede aplicar a España, donde sucede la paradoja de que el partido que tiene la supuesta clave de la renovación, Ciudadanos, hace del blindaje territorial (algo propio de la época de la monarquía absoluta o del jacobinismo más tronado) una condición sine qua non.
Mientras tanto el partido del Gobierno surfea sobre un mar de porquería con el apoyo de Rivera. Y los barones del PSOE, vinculados por lazos de interés ligados a la casta oligárquica y burocrática del Estado, bloquean, de hecho, cualquier alternativa no sólo a la cuestión territorial, sino a sus derivadas, a pesar de lo que quieran ocultar: el fin de los modelos de empresa ineficiente y escasamente competitiva, porque crece bajo las faldas de la administración; el fin del modelo de bienestar insostenible basado en los impuestos que pagan las clases medias concentradas en los territorios más productivos y con más déficit de inversión del Estado; el fin del caos educativo más preocupado por las funciones de adoctrinamiento nacional español que por el aprendizaje de las competencias en un mundo cambiante, etc, etc.
Si Attali fuera español –¿dónde están los Attalis de aquí?- sentenciaría que la casta política española no sólo es conservadora y contraria al cambio, sino mayoritariamente reaccionaria. Más en la línea nostálgica de Le Pen en Francia, como denuncia en su entrevista.
Sólo un botón de muestra: ¿alguien se puede imaginar que De Gaulle se hubiera dejado seducir por las posiciones de los minoritarios pieds noirs unitarios franceses de Argelia en el momento del reto de la descolonización? Pues lo que representa Ciudadanos, partido ultraespañolista catalán, es exactamente esto. De cara al suicidio.