Pujol Jr, ‘el nostre’ Onofre Bouvila
Habló. El hijo de Jordi Pujol, el primogénito, quiso explicarse, y se retrató.
Jordi Pujol Ferrusola ha sido objeto durante muchos años de «mitos», según sus palabras, de habladurías, del «dicen, dicen, dicen», según su padre, el ex President de la Generalitat. Ha sido el gran objeto del deseo de los periodistas, porque los rumores eran insistentes. Porque algunos consellers en los gobiernos de Jordi Pujol realizaban comentarios, aunque sin atreverse a desmantelar una maraña de intereses, en los que se confundía el país con los beneficios particulares de empresarios y de la propia familia Pujol. Esos consellers se referían al «fill», al hijo que, de forma insistente, merodeaba en las inmediaciones de la Generalitat.
Jordi Pujol Ferrusola lo negó todo este lunes en el Parlament. No quería contestar las preguntas, y, realmente, no las contestó. No esclareció nada acerca de la ‘deixa’, del legado que, supuestamente, les dejó su abuelo Florenci Pujol a su madre y a todos sus hermanos. Una herencia que el propio Pujol Jr. acabó gestionando a partir de los años noventa.
Lo que vieron los diputados es a un hijo de buena familia, acostumbrado a codearse con todo tipo de empresarios y buscavidas con corbata que quiso chulearse ante sus señorías, porque tampoco, como él, son especialistas de nada. Si hay que referirse a esos ‘dicen, dicen, dicen’, se podrá añadir que también ‘se dice’ que Jordi Pujol Ferrusola tiene altibajos psicológicos, que se cobija en sus sueños de grandeza, y que no es capaz de asimilar que uno no puede ir haciendo negocios por ahí como «dinamizador económico», sin tener una red enorme de contactos que están ahí, precisamente, porque el señor Jordi se apellida Pujol i Ferrusola.
Su enumeración de los coches de lujo que posee, ante unos atónitos diputados, fue pavorosa. Porque es indicativa de un mundo de color de rosa, de intermediaciones por aquí, y «dinamizaciones» por allá.
Pero la paradoja llega cuando uno se pregunta, ¿y a quién se parece Pujol Jr.? El nacionalismo catalán ha denostado a escritores en lengua castellana, como Eduardo Mendoza, un hombre elegante, poco apegado a las cosas ‘nacionales’. Y resulta que el personaje que Pujol Junior representa no es otro que Onofre Bouvila, el gran protagonista de La Ciudad de los Prodigios. Claro que Pujol Jr, es ‘el nostre» Onofre Bouvila, bien conectado con las elites, no el campesino que llega a la gran ciudad.
Pero las similitudes son enormes. Bouvila no era ningún especialista. Y fue ‘marmolista’, como el hijo de Pujol, que fue socio de la empresa que puso el mármol en en el suelo del aeropuerto de Barcelona. Bouvila salía de casa para buscar trabajo, necesitaba dinero, como Pujol Junior. Hizo de todo, no dejó una puerta sin llamar, como Pujol Ferrusola, que aseguró en el Parlament que «quemaba gasolina» para recorrer toda Cataluña, y como conocía «a todo el mundo», pues tenía a mano los negocios más fabulosos como «dinamizador».
Algunos diputados le preguntaron en qué consistía realmente su trabajo. En nada concreto. En buscar negocios, contestó Pujol Ferrusola, que una y otra vez aseguró que, tal vez, su error fue no organizar un gran despacho, «con economistas y abogados» para no correr tanto riesgo, y no mostrar tan directamente su cara. Es decir, Pujol Ferrusola se declaró como un hombre solitario, que no es capaz de tener equipos, que necesita «agilidad» para moverse, sin estructuras, vamos, un anarquista, un hombre libre, con su talento para los negocios, exactamente como Bouvila, que se integró en un grupo anarquista.
Quién lo iba a decir, en una familia conservadora, democristiana, como los Pujol-Ferrusola, quién iba a pensar que Pujol Jr. Siguiera la senda de un campesino, surgido de la mente creadora del gran Eduardo Mendoza.