Puigdemont marea la perdiz
El gobierno de Puigdemont no sabe cómo seguir y marea la perdiz haciendo ver que convocará y celebrará el referéndum
Después de la manifestación patriótica del pasado fin de semana en Granollers, gracias a la ANC, y tras oír a Puigdemont uno tiene la sensación de que los interlocutores del procés están mareando la perdiz. Se conoce como marear la perdiz a tratar un asunto de manera reiterativa sin llegar a un fin. Y este es el sentimiento que uno tiene.
Puigdemont dijo que se haría el referéndum, pero no quiso desvelar la fecha y la pregunta. Todo muy misterioso. Como si de una novela de Agatha Christie se tratara. El presidente de la ANC misterioso en sus planteamientos. Ómnium y las otras asociaciones vinculadas al procés ídem. Es decir, el que fue a Granollers salió con una idea más o menos clara: habrá referéndum. No le quedó claro cuándo, dónde, en qué forma, con qué formato, ni qué se preguntara. Dicho de otra manera, salió como entró.
Puigdemont habló claro. Dijo que lo importante es dialogar. Que no pasa nada con dialogar. Que no engorda, que no da colesterol, que es sano, que… en fin, toda una serie de adverbios y frases hechas para justificar un diálogo. Y Puigdemont tiene razón. Dialogar no es malo. Eso sí, siempre y cuando ambas partes quieran dialogar. Y creo que en la situación actual ninguna de las dos lo desea. ¿Por qué?
Los seguidores del Puigdemont o del procés quieren si o si el referéndum. No hay nada que les pueda hacer cambiar de idea. Por encima de todo referéndum. Por debajo también. Hablemos pero siempre teniendo como objetivo su celebración.
Los soberanistas no saben a qué atenerse, sólo escuchan que que se hará el referéndum
El resto –incluido el gobierno central- tiene muy clara una cosa: es inconstitucional. Lo dijo claramente Rajoy. La soberanía española reside en el pueblo. Él no es nadie para convocar un referéndum. Lo tiene que aprobar la soberanía popular y esta es todos y cada uno de los ciudadanos españoles. Esto queda reflejado en la Constitución.
Para ser claros, Cataluña no puede convocar un referéndum porque no sólo la constitución lo prohíbe, sino que debe consultarse a la soberanía popular. Y esta, que sepamos, no ha sido consultada. Sólo unos pocos quieren decidir por el conjunto y esto no es democrático.
Después está si Rajoy está más o menos dispuesto a llevarlo a cabo. Lógicamente ningún presidente del gobierno aprobará un referéndum para que una parte de su país se separe del resto. Y no estoy hablando de partidos políticos, sino de principios inalterables o axiomas de país. Y no nos comparemos con otros sitios, porque su historia y sus circunstancias se parecen muy poco a España.
Este marear la perdiz tiene otra contrapartida. Si no se puede llevar a cabo el referéndum, porque el “estado español es muy malo y nos veta nuestra libertad de expresión” –una falacia carente de rigor democrático-, Puigdemont proclamará la presentación de una iniciativa en el Parlament.
El proceso soberanista no se puede comparar con otra situación internacional
Esta iniciativa será la proclamación unilateral de independencia. Como que ninguno de ellos quiere ir a la cárcel –se acuerdan de lo que pasó en los años treinta del siglo pasado con Macià y Companys- dicha declaración será matizada por el honorable president. ¿Cuál será dicha matización? Una que establezca un término medio. A saber, le dará a España un plazo de seis meses –desde la proclamación- para su entrada en vigor. Con lo cual gana tiempo, nadie puede decirle que no ha convocado un referéndum, abre otro periodo de negociación y con todo nos plantamos en el 2018 en la misma situación que estamos ahora.
En definitiva, Puigdemont o Junqueras o quien sea buscan a la desesperada ganar tiempo.
El problema no es si se convoca, si se lleva a término el famoso DUI, si es presidente Puigdemont o Junqueras, si España joroba a los catalanes, si hay que negociar, si se quiere la independencia, si Cataluña es maltratada por España, si reside o no en el pueblo la soberanía… el problema reside en que la gente empieza a estar muy cansada de tanta tontería. No me extraña que la independencia tenga cada día menos adeptos. Se han vuelto cansinos y molestos.
La única salida es que los dirigentes soberanistas renuncien y se comience de nuevo
Tanto marear la perdiz ha provocado una desidia por parte de la sociedad catalana. Ya no digo nada en la sociedad española. Los de aquí estamos sufriendo un despropósito que no llevará a ninguna parte. Hemos perdido 5 años de nuestra historia en una quimera. Y como catalanes no nos lo podemos permitir.
Puigdemont y los suyos tiene que hablar claro de una vez por todas. Llevan mintiendo más de 5 años. Mienten por lo que se refiere a la historia, al futuro económico, al futuro personal, al referéndum, a España, a todo. Deben pedirnos, empezando por Artur Mas, perdón a todos los catalanes y españoles, dimitir, irse a casa y empezar de nuevo. Este es el futuro próximo que tenemos en el horizonte y no el que ellos ya no saben cómo vendernos.