Pugna entre relatos
Hay tres relatos en pugna que se imponen a las cifras: el gubernamental, el autonómico y el periodístico
A pocos días de comprobar si la brevedad del confinamiento total ha ocasionado como preveía el president Quim Torra una segunda oleada de contagios que de al traste con los esfuerzos y sacrificios realizados, la contraposición de relatos sigue su implacable y macabro curso, inmune a toda consideración por tantas muertes.
Los tres relatos en pugna son: Uno, gubernamental, titulado ‘mecachis qué guapo soy’. Otro, a cargo de diferentes y diversas autonomías, cuyo común denominador es ‘nosotros lo haríamos mejor’.
Este segundo relato alcanza una versión exacerbada en ciertos ámbitos postconvergentes, que presentan al Gobierno central como poco menos que un matarife profesional y a ERC como fiel escudero de tanta infamia y por lo tanto traidora a los más altos y nobles ideales encarnados por los herederos de Jordi Pujol y el 3%. ‘Además de robar, España mata’. Como si estuviera demostrado que una Cataluña independiente habría gestionado la pandemia tan bien como Portugal.
El tercer relato es periodístico. Si no fuera por un segmento importante y al alza de los medios, pero no mayoritario ni mucho menos, en España sería muy pero que muy difícil confiar en una información que, además de veraz, no sea crítica por oposición ni acrítica por adhesión al PSOE.
Mientras unos andan a la desesperada intentando ocultar, maquillar, disimular o incluso negar los fallos gubernamentales, y mientras otros, con semejante deprecio por la objetividad, buscan sólo desgastar haciendo lo contrario sin rubor ni miedo al ridículo, una cierta ecuanimidad se va abriendo paso.
Debería de ser unánimemente admitido que las medallas del Gobierno no son compatibles con que España esté en el aciago podio que encabeza las cifras de muertos por habitante. Debería pero no lo es. Los relatos se imponen a las cifras aunque todos las conocen.
La ciudadanía está unida en el sufrimiento, los políticos ahondan divisiones
A ello contribuye, si bien de modo indirecto, Pablo Casado. Pillado al principio en unas faltas y una imprevisión que son lo único compartido por todos los políticos españoles, parece que su estrategia consiste en bajar el tono y reservarse, a ver si hay suerte y cae Pedro Sánchez sin que se pueda acusar al PP como a Vox de haber usado un ariete repleto de ataúdes para empujarlo.
El periodismo de información objetiva y de análisis sigue siendo minoritario. No encuentra padrinos porque la omnipresente política no lo compra. A unos no les sirve. A otros les da reparos aprovecharse. Casado no ataca como Torra porque espera que llegue el momento propicio, cuando las cifras finales caigan por su propio peso sobre la improvisación gubernamental.
Que el Gobierno no tiene quien le defienda sin una gruesa máscara que oculte el sonrojo se demuestra mediante el manifiesto firmado por artistas, profesores y políticos de izquierdas sin sillón contra las manipulaciones del president Torra. Incluso compartiendo buena parte de su contenido, no dejaría de sorprender que sus promotores no hayan encontrado un mejor y más directo modo de apoyar a Sánchez. Critican al enemigo porque no osan aplaudir al amigo.
Si de algo podemos estar seguros, es de que el empoderamiento practicado con éxito en numerosos países a cuyo frente gobiernan mujeres, resulta poco castizo. Lo de juntos venceremos al virus no pasa de eslogan ante la evidencia del encono entre partidos y relatos. La ciudadanía está unida en el sufrimiento, los políticos ahondan divisiones, que es lo suyo.
A fin de no admitir fallos, Sánchez se ha investido con todas las prerrogativas que la situación le permite. Aunque muchas veces no sepa cómo usar el poder se sirve de él como de eficaz parapeto. Allí, en las altas esferas, lo único que anda unido contra el virus es el centralismo subyacente de la historia de España, el neo centralismo emergente y las insaciablemente pantagruélicas ganas de mandar de Sánchez.
Volvamos al principio. ¿Traerá o no terribles consecuencias la vuelta al trabajo en las actividades no esenciales? Es de esperar un repunte, si bien media un factor que Torra y sus asesores no tuvieron en cuenta al pronosticar una segunda y gravísima oleada. A diferencia del periodo inicial de expansión del virus, ahora todo el mundo se lo toma en serio e intenta protegerse del contagio.
Es probable que nos conformemos con centenares de muertos al día incluso en plena desescalada
La macabra pero tal vez realista conclusión es que mientras las cifras de hospitalizados y muertos no vuelvan a colapsar el sistema sanitario, vamos a tener que convivir con la pandemia y sus terribles consecuencias.
A falta de la organización y del material adecuado, el recurso a la autoprotección es la medida más eficaz para no volver a la casilla de salida. Ello no significa que alcancemos la de llegada ni al ritmo ni en el espacio de tiempo de otros países.
Es probable pues que nos tengamos que conformar con centenares de muertos al día incluso en plena desescalada. Sería menos insoportable si los políticos y los medios que les son o demasiado adeptos o desafectos sin cuartel, enterraran por un tiempo el hacha de guerra. Aunque fuera un solo centímetro bajo tierra.