El ‘proceso’ concluye ya

Empieza la cuenta atrás y difícilmente el gobierno español podrá impugnar el compromiso con las urnas

En un debate reciente organizado en Madrid por la delegación de la Generalitat, Juan Carlos Monedero, el primer dirigente de Podemos que se vio obligado a dimitir por sus irregularidades con Hacienda, insistió otra vez en la tesis, que procede del PP, de que el soberanismo de Artur Mas es sólo una mera tapadera para ocultar la corrupción. ¡Qué ciegos que están en Madrid!  

Su ceguera les impide ver lo que está ocurriendo de verdad en Cataluña. El sobiranismo catalán es el 15-M español, aunque el podemita Monedero no lo quiera reconocer. Una revuelta, eso sí, que a menudo es protagonizada por personajes con corbata. Eso es lo que ocurrió este viernes en el Pati dels Tarongers de la Palau de la Generalitat de Cataluña. Allí, el gobierno catalán ha formalizado el compromiso con el referéndum con la firma de un documento por el que todos los abajo firmantes —consejeros, directores generales y secretarios—, se hacen responsables de una misma tarea: “nos comprometemos —dicen— a llevarla a cabo y a aplicar los resultados (…). Nos comprometemos a organizar un referéndum para dar respuesta al mandato democrático que hemos recibido de la ciudadanía”.

Así pues, con la determinación que corresponde a quienes ocupan un puesto de responsabilidad política derivado de un mandato electoral, alrededor de 200 altos cargos del Govern han ido sentándose en la mesa que cada martes gobierna Catalunya para firmar, precisando incluso el número del DNI, para ratificar este compromiso.

No es una estratagema para eludir responsabilidades individuales, porque al final las órdenes las rubricará quien las deba firmar, pero es de suma importancia que el Govern haya decidido remitir este mensaje colectivo a la población y, de paso, fortalecer el ánimo de los soberanistas.

El soberanismo catalán es el 15-M español

Aunque el documento firmado no tenga valor jurídico alguno, puesto que el texto no se publica en el DOGC, se trata de una declaración política de alto voltaje, que cohesiona al gobierno catalán después de unos días complicados. Este documento sirve para proclamar que el referéndum será convocado el próximo mes de septiembre sí o sí, y que éste no consistirá en la repetición del 9-N. No está el horno para bollos y aquéllos que no puedan resistir la presión de este brete mejor les irá si se vuelven para casa.

Lo obvio es echar el pecho al agua cuando uno se apunta a un gobierno soberanista. Junts pel Sí se formó con esa intención y su misión ha llegado al final.

A los agoreros de la riña permanente, de la deslealtad entre los socios del Govern, no les salen las cuentas y se van quedando sin argumentos para argüir que la promesa electoral de convocar un referéndum no se vaya a cumplir. Se ha llegado al final del proceso y esto incluso lo deberán reconocer los voceros del trumpismo catalán, erigidos en supuestos guardianes de la pureza soberanista. Incluso en eso son un mero esqueje del pujolismo, vía Lluís Prenafeta.

Difícilmente el gobierno español podrá impugnar este documento de compromiso, imposibilitando, a la postre, que el Tribunal Constitucional pueda suspenderlo y que los tribunales persigan legalmente a sus refrendarios.

Con todo, el gobierno de Rajoy puede que se aplique y pretenda intimidar, con la ingeniería judicial habitual, a los altos cargos de la Generalitat argumentando que el acto de este viernes es una acción que despliega la declaración de inicio del proceso de independencia aprobada el 9 de noviembre del 2015 por el Parlamento de Cataluña y que fue inmediatamente recurrida y suspendida por parte del Tribunal Constitucional. ¡Qué más da!

El gobierno bien puede impugnar lo que le dé la gana pero no podrá modificar lo evidente: que el soberanismo ya ha cruzado el Rubicón. Incluso el sector más tibio del Govern sabe que, aun en el caso de que se perdiera la partida, no podrá volver al viejo catalanismo autonomista.

Es erróneo pensar que los soberanistas no obtuvieron la mayoría el 27-S

Los que no se han apeado del sector que CiU representaba antes saben que en estos momentos ya ha quedado resuelto el dilema que el dirigente republicano Niceto Alcalá Zamora planteó a Francesc Cambó en un debate en las Cortes de la Segunda República: “su señoría pretende ser a la vez el Bolívar de Cataluña y el Bismarck de España.

Son pretensiones contradictorias y es preciso que su señoría escoja entre una y otra”. Los de la “tercera vía” querrían volver ahora a ese pasado de “peix al cove” que antaño criticaban con ahínco. ¡Haberlo pensado antes! A los soberanistas sólo les vale la victoria, porque en caso contrario los catalanes vamos a pasarlo muy mal, vistos los aires de revancha del PP y de sus aliados de Ciudadanos, el partido anticatalanista por antonomasia.

Es erróneo pensar que los soberanistas no obtuvieron la mayoría el 27-S. Ese cuento lo difundió la CUP para imponer su criterio y descabalgar a Artur Mas de la presidencia. Releyendo el libro de Francesc-Marc Álvaro, Per què hem guanyat? (Editorial Comanegra), y a pesar de tener yo ahora la misma sensación que tenía él de estar escribiendo en el vacío, la verdad es que si del 24-M al 27-S de 2015 se vivieron 127 días que cambiaron Cataluña, los catorce meses de presidencia de Carles Puigdemont han sido una vorágine.

Este es un momento excepcional que pocos saben diagnosticar. Es también un momento para la esperanza. Lo importante es que el Govern “se compromete a organizar, a convocar y a celebrar” el referéndum que reclama la mayoría d3e los ciudadanos de Cataluña. Lo malo, en cambio, es que el semblante de Mariano Rajoy cada día se parece más al de los políticos autoritarios que campan a sus anchas por el mundo.