Procés + Colau = Gotham City

Los comerciantes de Barcelona esperan con miedo, indignación y asco tras el fin de semana de La Mercè al próximo 1-O. No entienden de donde sale el volcán de odio que abrasa Barcelona

Un local afectado por los incidentes tras un botellón en las playas de Barcelona. EFE/Quique García

A veces la gente se pasma cuando lo digo: yo no propongo borrar de la faz de la tierra el independentismo. Sólo el procés. Anda, ¿pero no es lo mismo? Pues no. O no necesariamente.

Ejemplo práctico: conozco un montón de independentistas (gran parte de mi familia, sin ir más lejos..) a los que jamás en la vida se les ocurriría cortar una calle, quemar un contenedor y no digamos emprenderla a pedradas con las tiendas del barrio o saquearlas.

Me recuerdo a mí pequeñísima, recién aprendiendo a leer, sentada en el regazo de mi papá, con un amigo comunista que teníamos que era de La Bisbal, y que cada vez que nos venía a ver relataba sus aventuras en emocionantes manifestaciones contra el franquismo, pero de las buenas, eh, con Franco vivo, coleando y firmando aún sentencias de muerte.

Este amigo se había hinchado a correr ante los famosos grises y cada vez que daba detalles, mi padre me abrazaba fuerte, fuerte. Y yo intuía antes aún de entender (a esas edades…) por qué mi padre no se manifestaba entonces nunca contra nada. Porque había peligro, peligro serio. Porque no había democracia ni garantías de nada.

La primera manifestación a la que acudieron mis padres fue la convocada para protestar contra la “jugada indigna” (sic) de intentar procesar a Jordi Pujol por el caso Banca Catalana. Ay qué tiempos. Más tarde yo tendría ocasión de cubrir como periodista concentraciones de todo tipo. Recuerdo, por multitudinaria, la que casi colapsa Barcelona tras el asesinato por ETA de Miguel Ángel Blanco. Ni un paper a terra.

Incluso las masivas protestas contra la guerra de Irak en Madrid en 2003 fueron ejemplares desde el punto de vista cívico. Yo creo que mucha gente tenía y sigue teniendo claro que, con lo que costó ganar la democracia en este país, hay que tratarla con respeto. Y no arrastrarla y degradarla haciendo un macrobotellón político con ella.

Unos líderes pirómanos

La diferencia entre las democracias y las repúblicas bananeras y/o inexistentes, es que la ciudadanía dispone de todo tipo de mecanismos incruentos para protestar contra aquello que no le gusta y hasta para intentar cambiarlo. La violencia urbana sistemática, en democracia, no es señal de ser superalternativo ni superguay. Es la expresión de un fracaso político que se intenta hacer pagar a quien menos culpa tiene y menos se puede defender.

El procés es un ejemplo de ello. La piromanía consistorial de Ada Colau es otro. Desde el “apreteu, apreteu” de Quim Torra hasta el “Junqueras, traidor, púdrete en prisión” de un tal Bentanachs, que lo mismo insulta/desea la muerte al líder de ERC que al de Ciudadanos, Carlos Carrizosa, pasando por la alegría de Laura Borràs al ver carteles electorales con su cara usados como escudos por los CDR que quemaban Barcelona y pedían la liberación de ese émulo de Mahatma Gandhi que se hace llamar Pablo Hasél.

Todo eso por no hablar de la glorificación por parte de la alcaldesa de la okupación más agresiva del mundo y hasta de un asesino como Roberto Lanza, condecorado con el Premio Ciudad de Barcelona después de dejar en coma a un policía y antes de matar a una persona en Zaragoza por llevar tirantes con la bandera de España… En fin.

Miedo y asco ante el 1 de octubre

Me siento a escribir esto tras el Apocalipsis de la Mercè y a la espera de qué nos puede deparar el fin de semana del 1, 2 y 3 de octubre. Todos los comerciantes de esta ciudad, voten lo que voten -los que voten aún… – están temblando de miedo, de indignación y sí, por qué no decirlo todo: de asco. No entienden de dónde sale la lava del volcán de odio que hace tiempo que abrasa Barcelona.

Nada más nos faltaba empezar a oír, como ya estamos oyendo, que una cosa es quemar furgonas de la policía y destrozar escaparates para “protestar políticamente” y otra muy distinta es hacerlo por “diversión”. ¿Cabe mayor cinismo de autoblanqueamiento colectivo de una entera casta política que hace tiempo que se bajó en marcha del tren de la democracia y de la convivencia?

Si esto fuera una película ya habrían aparecido luces en el cielo. Ya habría aparecido un Batman lanzado al rescate de esta atribulada Gotham City. Pero como no es una película, nos tenemos que apañar con lo que tenemos: democracia, civismo, policía, leyes justas, cero tolerancia ante las agresiones. ¿Se acuerdan de cuando en el País Vasco, el mismísimo PNV se hartó de la kale borroka, y se apuntó a pararla mandando a los padres la factura de los autobuses que quemaban sus hijos?

¿Y si empezamos por ahí?

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