Problemas, educación y obligaciones

Cuando los problemas crecen es cuando debemos ver a los mejores gestores. Cómo gestionar los problemas no se enseña en las escuelas de negocios, lugar por donde han pasado un buen número de los gestores del país.

Nadie duda que uno de los lastres, por no decir el principal, que estamos viendo en la crisis económica actual es que entre todos hemos aupado a un colectivo, los políticos, que jamás han tenido un problema. Y, lectores, alguien que no ha tenido un problema, difícilmente, sabe enfrentarse con rigor a una dificultad.

Gestionar problemas no es nada fácil. Primero hay que tenerlos. Luego seguramente equivocarse y finalmente aprender de esos errores para negociar mejor su solución en una siguiente oportunidad. Aquí los políticos y un buen número de gestores, provenientes de las mejores escuelas de negocios, han sido educados en la línea recta: la gestión de las bondades, jamás la gestión del problema.

¿Pero cómo negociamos los problemas? Tenemos históricamente diversos modelos. Vamos a un análisis de perfiles clásicos –Don Quijote, Da Vinci, Pareto y Maquiavelo– para que en un ejercicio personal se identifiquen con cada uno de ellos y, como no, identifiquen a nuestros políticos y gestores.

Primero, Don Quijote: ¿Cómo puede resolver una situación de crisis un personaje que cabalga con su propia crisis existencial a cuestas? ¡Uff!, difícil. En todo caso, apoyándose mucho en su alter ego Sancho. Aquí el Quijote es un loco, pero en otras culturas es un idealista capaz de emprender grandes empresas y dar el salto hacia el crecimiento. Para afrontar una situación de crisis, tendría que equilibrar su liderazgo con el realismo de un buen escudero. Hoy por hoy, ni tenemos pocos idealistas y aún menos escuderos.

Ahora tenemos el perfil de Leonardo da Vinci. Más que salvador de situaciones de crisis, Leonardo da Vinci sería el típico gestor que te metería en ella. Es aquello de que la genialidad del genio nos arrastra a todos. Sería un gestor que haría lo que le gustara, al amparo de su genialidad, y quizá no lo que debiera. Da Vinci es el prototipo de genio polifacético y, por tanto, muy disperso. ¿Les suena alguien que no gobierna y encima crea nuevos problemas?. Eso sí, de genio tiene poco.

El tercer perfil es menos conocido, Pareto. Él es un gestor de prioridades y eso parece que es muy bueno a la hora de gestionar una crisis. Es un gestor de “comos” más que de “qués”. Alguien cuadriculado, nada creativo. Un tipo calculador. La lógica cartesiana aplicada a los problemas. Sería un buen gestor de situaciones de crisis, pero siempre con un papel secundario. Nunca podemos ofrecer como principal interlocutor en una crisis sólo los números. Por desgracia, las crisis son tan sociales como económicas.

Finalmente el perfil Maquiavelo. La crisis es su medio de vida. Podría aplicar su doctrina favorita: el fin justifica los medios y así descabezar a la mitad del país. Se trata de un perfil de líder duro, racional y frío. Un gestor enfocado a resultados: hay que salvar la crisis y no importa cómo. Y lo peor es que da igual el futuro. Sólo gestiona y manipula el presente.

Todo muy bonito e ideal para una conversación en un bar, incluso para encuadrarnos cada uno de nosotros en uno de esos perfiles. Ya no les digo cómo de ideal puede ser para esas escuelas de negocio tan acostumbradas a dar patrones.

El problema real es que son perfiles demasiado teóricos. Y cualquier teoría conocida no nos hará salir de la crisis. Recuerden no se saldrá con genios como Da Vinci, ni con Quijotes luchando contra molinos imaginarios, ni con políticas a lo Maquiavelo y, mucho menos, con técnicos estilo Pareto al dictado de cualquier dirigente.

Negociar la crisis requiere de conocer los problemas, así como saber gestionar la comunicación –algo no considerado en los perfiles citados– o bajar a la calle y entenderla. También, no lo olvidemos de que hay que tomar medidas duras, concretas y directas. Y como no, hay que crear protocolos para prevenir que vuelva a arrasarnos la crisis en el futuro. Y no nos engañemos: para lograrlo, el primer paso es dotar al ciudadano medio de algo tan necesario como una buena educación. Señores, de la crisis saldremos con EDUCACION porque es la clave de todo.

Y si alguien pide ideas concretas, la primera y la más básica es que cualquier dinero que salga del erario público debe devolverse SIEMPRE con esfuerzo NO con lágrimas. El paro, las ayudas o los subsidios, deben tener la contrapartida inmediata y automática de servicios a la comunidad (limpieza, carreteras, colaboración, tercera edad,…) por el dinero cobrado.

También hay que tomar medidas rápidas como obligar a los becarios a aprobar y estudiar y, si no lo hacen, que devuelvan el dinero. Somos un país donde las obligaciones han estado siempre asociadas a la represión y eso es un error. Las obligaciones son, por contra, la forma más ordenada de convivencia en una sociedad.

Y, por si alguien no lo sabe, el presupuesto anual para ayudas, paro y subsidios es superior a 30.000 millones de euros, es decir, cerca de 490.000 millones de las antiguas pesetas. Ya veremos si obligamos a todos los que cobran subsidio público y reitero ,obligar que no pedir, a fichar cada día. Ya verían qué rápido e pondrían las pilas. Éste es un país donde las obligaciones están poco extendidas por miedo a parecer poco sociales. Y, lectores, el Estado está para ayudar, no para regalar dinero.