Primero destapen la corrupción, después pacten. No nos engañen de nuevo

La corrupción nos invade, como una especie de mancha de aceite que se extiende, y nos destroza como país. Con ella cae la seguridad jurídica, la marca, el prestigio, la reputación y hasta la imagen más popular de un país. Todos nos acordamos de la Italia de Tangentópolis y hoy, aquí, no estamos mucho más lejos, salvando todas las distancias.

Por eso es excelente la petición que un grupo de expertos en política (del mundo académico y profesional) han lanzado desde el Instituto Internacional de Ciencias Políticas: el Estado tiene una responsabilidad enorme en lo acontecido y es desde ahí que debe ponerse remedio urgente.

Pero no sirve cualquier remedio cortoplacista, de vuelo gallináceo. No, lo que necesita España es que en primer lugar aflore de una vez por todas aquellas actitudes delictivas e inmorales vinculadas al dinero público, a la administración de todos. Lo que piden es que cambien leyes y que se destinen recursos, en serio, sin medias tintas, para acabar de una vez por todas con ese virus que parece habernos contagiado con efectos terroríficos en el ánimo ciudadano.

Si luego quieren, que pacten. Que lleguen a acuerdos para evitar que esto vuelva a suceder. Pero nunca antes de que conozcamos, juzguemos y condenemos a todos aquellos que han vulnerado la buena fe ciudadana. Eso sería lo deseable para encarar un futuro en el que no fuesen necesarios salvadores de la patria de ningún signo para solucionar los problemas que sólo la política democrática puede resolver.

Es difícil que ninguno estemos en desacuerdo con ese planteamiento. Salvo, claro, algunos políticos a los que todavía les tiembla el pulso o la conciencia. Quien sabe.