Los presupuestos de Schrödinger
La hipocresía de los Aragonès, Illa y Albiach nos recuerda a la de aquellos dirigentes del procés que prometen a los votantes volver a hacer aquello que ante los jueces juraron no haber hecho nunca
Por encima de su cadáver. Los comunes no iban a aceptar ni el Hard Rock, ni la B-40 (a.k.a. Cuarto Cinturón), ni la ampliación del aeropuerto de El Prat-Barcelona. El diputado David Cid prometió que darían “la batalla a todos los niveles” en contra del aeropuerto y, tirando de retórica, aseveró que el Hard Rock significaba “convertir Cataluña en un gran casino, jugando al Monopoly, jugando a la ruleta rusa con el dinero de los catalanes y las catalanas”. Su compañera de partido, Jèssica Albiach, publicó un artículo en El Periódico asegurando que este complejo de ocio y turismo era una “apuesta perdedora”, ya que sería “un proyecto de precariedad laboral y estancamiento en un modelo productivo poco resiliente que, además, incumple los estándares medioambientales”. La propia Albiach afirmó, con total contundencia, que tenían «el compromiso del presidente del Govern de que no destinará ni un solo euro» a este proyecto, a la ampliación del aeropuerto o a la B-40, y reiteró que rompería el acuerdo de los presupuestos si no se cumplía esa promesa. Otro líder de los comunes, Gerardo Pisarello, tuiteó que “lo único verde que hay en la ampliación del aeropuerto del Prat son los billetes que se embolsarán los de siempre”.
También en Esquerra Republicana encontraríamos hemeroteca parecida a la de los comunes sobre todas estas inversiones y, sin embargo, la semana pasada ambos partidos iban a tragarse mil sapos. Ni batalla multinivel, ni promesas cumplidas, ni acuerdos rotos. Aceptaban públicamente las condiciones del PSC para, así, poder aprobar los presupuestos de mayor despilfarro de la historia de la Generalitat. Tras semanas de sobreactuaciones y fingimientos, el final más esperado llegó: Cataluña sufrirá un nuevo tripartito, esta vez parlamentario y liderado explícitamente por el separatismo. Salvador Illa, al más puro estilo sanchista, ha convertido toda su campaña electoral en una gran trola al poner los votos de los constitucionalistas de buena fe al servicio de la mala política. El separatismo, a pesar de las divisiones partidistas, se fortalece institucionalmente gracias, una vez más, a los socialistas.
El final más esperado llegó: Cataluña sufrirá un nuevo tripartito, esta vez parlamentario y liderado explícitamente por el separatismo
No obstante, las inversiones supuestamente pactadas no solo llegan tarde, también llegan en forma de paradoja. Son un experimento mental a la altura del gato de Schrödinger, ese felino hipotético que está simultáneamente vivo y muerto. Esquerra aceptó las tres condiciones del PSC. Sin embargo, alguien miente en este nuevo tripartito, porque las inversiones no aparecen por ningún lado. No hay ninguna partida asignada a estas infraestructuras en el proyecto de presupuestos presentado. La sofisticación del trilerismo de la política catalana alcanza, así, un nivel altamente radioactivo. Primero prometen que no aceptarán nada, para, más tarde, aceptar y no cumplir. La hipocresía de los Aragonès, Illa y Albiach nos recuerda a la de aquellos dirigentes del procés que prometen a los votantes volver a hacer aquello que ante los jueces juraron no haber hecho nunca.
Mientras la ampliación del aeropuerto, la B-40 y el Hard Rock permanecen como una ensoñación, lo que sí aprobará el PSC es el fortalecimiento del entramado procesista. El aparato propagandístico interior (TV3 y Catalunya Ràdio) disparará su gasto hasta los 336 millones, 50 kilos más que en los anteriores presupuestos; y el aparato propagandístico exterior (delegaciones, Diplocat y otros) aumentará de 54 a 72,7 millones de euros. La red de embajadas fake de la Generalitat se ampliará con el voto del PSC. Asimismo, los socialistas apoyarán la subvención a Plataforma per la Llengua, famosa por espiar a niños y boicotear comercios que rotulan en castellano. Los de Illa corroboran, de esta manera, que solo son un partido constitucionalista durante las dos semanas de la campaña electoral; el resto del año se asemejan en fondo y forma a Esquerra Republicana. Unos hablan de consulta y los otros, de referéndum, y hasta ahí las diferencias. Ambos partidos defienden la exclusión del castellano de las escuelas públicas y el incremento del gasto en separatismo.
Los presupuestos serán los más elevados de la autonomía catalana y se mantendrá el infierno fiscal, más impuestos, y más altos, que en ninguna otra comunidad española
En definitiva, los presupuestos serán los más elevados de la autonomía catalana (más de 41.000 millones de euros) y se mantendrá el infierno fiscal, más impuestos, y más altos, que en ninguna otra comunidad española. Consolidan la decadencia con contumacia. Cataluña ya ha perdido 6.300 empresas desde el inicio del procés. Y, de seguir así, la fuga no cesará. Según datos del Colegio de Registradores que esta misma semana publicaba Expansión, el año pasado se fueron a otras comunidades 811 empresas catalanas. Solo vinieron 630. Es el mayor saldo negativo de España. La Comunidad de Madrid y Andalucía son las principales beneficiadas, demostrando que la política autonómica tiene efectos decisivos en la economía. Las mentiras políticas se pagan caro, porque generan inseguridad jurídica y desconfianza en las instituciones. El resultado de votar a Illa ha acabado siendo más entramado independentista y menos tejido empresarial. Por culpa del PSC y sus presupuestos de Schrödinger, lo único que se ampliará en Cataluña será el gasto en el procés. Olvídense del aeropuerto.