Presos por Presupuestos

Arnaldo Otegi sabe que la política española, la del no es no, la del enfrentamiento cainita y la ausencia de pactos, es como un avispero al que solo hay que darle una patada de vez en cuando

El 20 de octubre debería declararse oficialmente como el día del esguince o la fractura de cadera. Es lo que les pasa a muchos políticos y otros tantos periodistas cuando, llegada la fecha, Otegi toma la palabra y les dice lo que quieren escuchar en el aniversario del adiós de ETA. Pero al que fuera miembro de la organización terrorista le pasa lo que al ‘Joker’ que interpreta Joaquin Phoenix, que le falta tiempo para quitarse la pintura de la cara y volver a ser el mismo, el auténtico. Un giro que no todo el mundo resiste y que manda a muchos a urgencias de traumatología.

Es lo que ha pasado entre las declaraciones que hizo el líder de Bildu el lunes, de manera solemne, y las que pronunció 24 horas más tarde en un encuentro con simpatizantes en Eibar. En las primeras llegó a decir que el sufrimiento de las víctimas nunca debió haberse producido. En las segundas fue más explícito: “Si tenemos que votar los presupuestos para que nuestros 200 presos (de ETA) salgan a la calle, lo haremos”. Por si alguien tenía alguna duda sobre el grado de arrepentimiento, perdón o cualquier otro concepto de esos tan manoseados estos días.

Al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no le ha quedado más remedio que negar que eso vaya a producirse. Y seguramente está en lo cierto, por mucho que cueste creer en su palabra. Y es que Otegi no dice que el Gobierno de Sánchez vaya a sacar a los presos a cambio de votar a favor de los Presupuestos. Lo que dice es que aprobando los Presupuestos de ese Gobierno, los sacará.

Dicho de otra manera, será el Gobierno de Iñigo Urkullu, que cuenta ya con todas las competencias en materia penitenciaria, el que se encargue de que los presos de ETA vayan saliendo a la calle. El modelo que se quiere implantar se basa en la promoción de los regímenes de semilibertad, en la resocialización en el ámbito comunitario, en la incorporación de la perspectiva de género y en la promoción de los encuentros restaurativos.

En el “nuevo tiempo” que vive la sociedad vasca se establece una dura pugna entre las dos fuerzas nacionalistas dominantes. Hay quien establece que PNV y Bildu pueden acabar como la antigua CIU y Esquerra Republicana. La lucha por el dominio del gobierno de Ajuria Enea pasa por hacerse con los votos de una mayoría nacionalista que, de momento, no anhela tanto la independencia como continuar disfrutando de los privilegios económicos de su ventajosa relación con Madrid.

En histórica metáfora, quien fuera líder y referente del PNV, Xabier Arzalluz, comparó al nacionalismo no violento con aquellos que recogían las nueces que otros derribaban a tiros. ETA sacudía el nogal y el PNV recogía el fruto. El resultado salta a la vista. La hegemonía del partido de Sabin Etxea en instituciones públicas y privadas es absoluta. Y Otegi y los suyos ya se han cansado. Ahora piden su parte del botín y que sus presos salgan a la calle.

Se equivocan quienes quieren entender que hay arrepentimiento, perdón o similar en las palabras de Otegi cuando habla de las víctimas. Porque cuando “sus presos” salgan a la calle serán recibidos como héroes sin la más mínima autocrítica. No pueden permitir que quienes sacudieron el árbol para que otros se aprovecharan se pudran entre barrotes. Y menos que alguien dude de la efectividad de sus acciones. El líder de Bildu sabe que la política española, la del no es no, la del enfrentamiento cainita y la ausencia de pactos, es como un avispero al que solo hay que darle una patada de vez en cuando. Y lo hace con maestría.

En Bildu han visto que el PNV es capaz de quitar y poner gobiernos en Madrid, que pueden condicionar la política del país, que la clave está en conseguir alianzas. Solo tienen un problema: necesitan blanquear su pasado. No quieren que los franquistas de la derecha les llamen a ellos «herederos de ETA”. Porque aquí todos tenemos mucha culpa de lo que pasó y bla, bla, bla. Así que una vez obtenido el certificado de homologación democrática solo queda pactar. Hacerlo con el PSE y Podemos podría darles el Gobierno de Vitoria y desalojar al PNV. Un viejo anhelo.

Tiempo al tiempo.

Ahora en portada