Presidente Rajoy, hay algo que no sabemos
Hay algo que no alcanzamos a entrever en la estrategia del PP, en relación a cómo pretende solucionar el conflicto con Cataluña. Debe existir una encuesta, informe o estudio que demuestre que es positivo el silencio administrativo o las oportunas aportaciones de la fiscalía del estado en la dirección de trazar la lógica defendida de que corrupción es igual a proceso.
¿Qué sabe el Gobierno español que nosotros no alcanzamos a ver para llegar a plantear la estrategia del caracol como praxis política? Lo que sí sabemos es que la operación diálogo es un compromiso a dos bandas: por un lado, la posición del Gobierno de la Generalitat, que sólo quiere hablar de un nuevo referéndum y, por otro, el Gobierno español que no quiere hablar de nada que conecte con el proceso independentista. Ha llegado el momento de dejar de mirar a los corredores y saber en qué carrera y por qué motivo están corriendo.
Si la carrera es la competencia por el poder, no hay duda de que el estado la ganará. Si la carrera es por la gloria, el honor y el mérito, es muy posible que la gane el Gobierno de la Generalitat.
En esta particular «cursa», el que fuera entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha pasado de ser ridiculizado en una imagen de un cartel electoral del 2012, en la que parecía Charlon Heston en el papel de Moisés, a una imagen con aura de mártir a los ojos de una buen parte de los catalanes, al ser llevado a juicio por el estado español. Si la carrera es por el bien de los catalanes, no hay duda de que no habrá ganador pues ni unos ni otros están corriendo a favor de ellos. Autentificar es la clave para saber para qué se corre y qué premio se llevará el ganador.
Entre las diferentes opciones planteadas, sólo conocemos con claridad la que persigue el Gobierno catalán. Plantea el referéndum como estrategia para poner al día el patio político catalán y decantar, aún más, a favor de la independencia al parlamento catalán. Es más difícil saber qué pretende el Gobierno español que no parece sentirse interpelado por ninguna causa catalanista por moderada que sea. Se incide, una y otra vez, en un diálogo donde nunca se valoran propuestas concretas.
El Gobierno español parece querer evitar toda tentación de posibles pactos, para no caer en el chantaje de los nacionalistas, ahora ya independentistas. Se le aconseja que no se decante a favor de abrir unas negociaciones favorables a Cataluña para no ofender al resto de las Comunidades Autónomas. Se le recuerda que hoy la unidad de España pasa por la claudicación del proceso. El Gobierno español debería entender que, sin ofrecer una propuesta a Cataluña, la única parte que dibuja un futuro para los catalanes es el independentismo. Sin una propuesta para Cataluña el espacio vacío que deja el Gobierno español lo ocupa, cada vez más, el independentismo.
Los políticos deberían saber que la gente tiene una inmensa necesidad de autoridad que sólo es posible satisfacer si los que gobiernan disponen, saben explicar, y tienen capacidad de realizar lo que prometen. La promesa del referéndum es tan frágil como la posibilidad de que se realice o no. Cuando en un país puede suceder cualquier cosa, sin que los gobiernos tengan capacidad de control de las consecuencias, la contingencia es la que gobierna.
La utopía independentista tiene hoy la misma credibilidad que el pragmatismo del gobierno español en Cataluña. Sólo por esta razón, el presidente Rajoy debería, concretar lo que pretende hacer.