President Pujol, esclarezca ya el origen de la fortuna oculta

Guste o no, se le votara o no, la sociedad catalana sigue sin superar el trauma provocado por la confesión de Jordi Pujol en julio de 2014. El movimiento soberanista insistió en que los problemas personales de la familia Pujol no debían entorpecer el proyecto político. Y el president Artur Mas se desmarcó desde el mismo instante de la confesión, reiterando que todo se circunscribía a un problema familiar.

Sin embargo, Jordi Pujol ha sido demasiado importante en Cataluña y en el resto de España para conformarnos con esas apreciaciones, y con la versión de que todo fue producto de una «deixa» de su padre Florenci Pujol.

Su cuñado, Francesc Cabana, que acaba de publicar un excelente libro, Deu èxits de l’economia catalana, (Pòrtic), con anécdotas y con un lenguaje accesible para el gran público, sigue cerrado en banda. En el programa Divendres, de TV3, aseguró este jueves que de «deixa, sólo hay una», en referencia al legado político de Pujol. En ningún caso, según Cabana, hubo un dinero que le pudiera haber dejado el padre Florenci, y que tampoco su mujer, la hermana de Jordi Pujol, recibió esa «deixa» tras la muerte de su padre.

Francesc Cabana tiene todas las claves. Él fue quien gestionó, hasta el último minuto, Banca Catalana, una de las posibles fuentes de ese dinero que Pujol admitió que había ocultado, primero en Suiza, y después en Andorra. Cabana lo niega de forma tajante. Según él, Pujol tampoco se llevó un dinero de Banca Catalana, a pesar de que diferentes investigaciones apuntan hacia ese lado.

El periodista Pere Ríos ha incidido en el caso Banca Catalana. Lo hizo en su reciente libro Banca Catalana: Caso abierto (Península). Se basa en los informes del Banco de España, que sirvieron de base para la querella que en 1984 presentaron los fiscales Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena contra Jordi Pujol y 24 directivos, acusados de apropiación indebida y falsedad por enriquecerse con el dinero de los clientes, tras una mala gestión.

En su declaración de la pasada semana ante la Audiencia Nacional, el fiscal Anticorrupción, Fernando Bermejo le preguntó por esa posibilidad. Pujol lo negó y sigue defendiendo que el origen es la «deixa» de su padre, que su cuñado Cabana niega por completo.

Las sospechas se basan en una donación ficticia de accciones, en 1982, por parte de Pujol a la Fundació Catalana. Esa donación, según los informes del Banco de España de la época, nunca tuvo lugar. Se trataba de 188 millones de pesetas, 1,3 millones de euros. Esa fue la cantidad que se inscribió, antes de que las acciones perdieran todo su valor tras la quiebra de la entidad. Pujol, sin embargo, según esa versión, las conservó, y las acciones se revalorizaron, tras quedarse el Banco Vizcaya la entidad. Las vendió, posteriormente, por una suma de dinero mucho mayor.

Pujol lo niega. Y Cabana también, que insiste en que esa donación se produjo, de forma efectiva.
El problema es que para que Pujol se vea recompensado políticamente, —hay que dejar claro que su huella política es vital para entender la Cataluña y la España contemporáneas— debe esclarecer en algún momento su enorme error con el supuesto legado de su padre.

Porque para el conjunto de la sociedad catalana, al margen del signo político de cada uno, es esencial conocer a quién tenían realmente al frente de la Generalitat durante 23 años.