President Puigdemont, ¡salve a la Generalitat!

Señor Puigdemont, convoque elecciones y salve la Generalitat, aún tiene poder para ello

President Puigdemont, en sus manos está todavía la posibilidad de evitar una tragedia histórica para el conjunto de la ciudadanía de Catalunya, para toda la catalanidad democrática. ¡Ponga las urnas! ¡Convoque ya nuevas elecciones al Parlament de Catalunya! Solo con esta decisión suya, que ahora nadie puede negarle aún, evitaremos el tremendo desastre colectivo al que nos han abocado unos y otros con su incapacidad absoluta de dialogar y negociar una solución política al grave conflicto institucional planteado.

Sé muy bien que asistimos a un enorme fracaso colectivo, sin duda con responsabilidades compartidas. Fue un error político muy grave intentar la elaboración de un nuevo Estatuto de Autonomía de Catalunya excluyendo al PP. Sé que fue un desatino que el PP, con la excusa de aquella exclusión pero con la única intención de erosionar al Gobierno del PSOE, emprendiese en España entera una campaña de catalanofobia que acabó con su instrumentalización partidista del Tribunal Constitucional y la sentencia de éste que cercenó un Estatut ya refrendado por la ciudadanía catalana tras su aprobación en las Cortes Generales.

Sé también que todos aquellos polvos trajeron los lodos actuales, este cenagal inmenso en el que nos hallamos metidos. Sé asimismo que la huida hacia adelante emprendida estos últimos años por el nacionalismo catalán al optar por el secesionismo, con la inestimable colaboración del Gobierno del PP con su “sostenella y no enmendalla”, nos ha conducido a este actual callejón sin salida, a este actual choque de  trenes, tan repetidamente anunciado por unos y otros y que finalmente ya ha llegado.

No se puede dilapidar todo lo que se ha conseguido en los últimos cuarenta años

Llevo más de medio siglo de activismo y militancia en la catalanidad democrática, en el catalanismo político y cultural, primero en la lucha contra la dictadura franquista y luego ya, por suerte, en la democracia felizmente recuperada.

Soy muy consciente, por tanto, de la gravedad histórica de estos momentos. No podemos dilapidar todo lo que hemos conseguido en estos últimos cuarenta años de autogobierno catalán, el periodo más prolongado de nuestra historia multicentenaria vivido en paz, en libertad y en democracia. No nos lo podemos permitir. Todos aquellos que lucharon por conseguirlo no nos lo perdonarían. Tampoco nos lo perdonarían nuestros hijos y nietos.

No quiero ver al autogobierno nacional de Catalunya reducido casi a la nada. Pero tampoco quiero asistir a la inmolación colectiva del país que representaría una declaración de independencia, sobre cuyas nefastas consecuencias me parece que no hay ya duda alguna.

Ahora ha quedado muy claro que una supuesta Catalunya independiente no sería reconocida por nadie, ni en la Unión Europea –de la que quedaría excluida de forma inmediata-, ni de Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Rusia y casi todos los restantes estados miembros de las Naciones Unidas.

También comienzan a quedar claras las desastrosas consecuencias que la independencia comportaría para la economía catalana, tanto a corto como a medio e incluso a muy largo plazo. Unas consecuencias que pagaríamos todos los catalanes, de forma especial los sectores sociales más débiles. Más graves serían, a mi manera de ver, las consecuencias sociales internas e internas, con el agravamiento de la más que perceptible escisión de la ciudadanía catalana en dos mitades enfrentadas y de fractura también del conjunto de esta misma ciudadanía con la del resto de España.

Ahora ya no se puede negar las consecuencias negativas en la economía catalana de la independencia

Durante todos estos años usted, president Puigdemont, y con usted la práctica totalidad de los dirigentes, activistas y propagandistas del movimiento secesionista, han negado estas consecuencias negativas de una posible independencia de Catalunya. No pueden negarlas aún ahora, porque son ya una triste, dramática realidad, que tardaremos mucho tiempo, tal vez incluso algunas generaciones, en poder llegar a cicatrizar.

Desde que, con usted al frente, la mayoría parlamentaria secesionista que le apoya se saltó todas las leyes y normas, abolió la Constitución española, el Estatuto de Autonomía catalán y todas las leyes que emanan de dicho ordenamiento, convirtieron a Catalunya en un país sin ley. Lo hicieron con abierto menosprecio hacia todos los grupos de la oposición –que representan, por cierto, a más ciudadanos catalanes que su mayoría parlamentaria-, desoyendo los dictámenes unánimes del Consejo de Garantías Estatutarias de la Generalitat y del secretario general y de todos los letrados del Parlament.

Desde esta ilegalidad manifiesta, a pesar de todas las advertencias, prosiguieron con su huida hacia adelante, realizaron un simulacro de referéndum vinculante sin ninguna de las mínimas garantías exigibles –que solo la brutal y desproporcionada violencia ejercida por agentes de la Policía Nacional y la Guardia Civil convirtió en noticia destacada en los medios de comunicación internacionales-, y luego usted mismo, president Puigdemont, proclamó unos resultados que no se atrevió a convertir en la anunciada declaración de independencia.

Señor Puigdemont, ponga las urnas, seguro que el presidente Tarradellas se lo agradecería

No la haga ahora, president Puigdemont. Vuelva al camino de la ley, esto es al camino de la Constitución española y del Estatuto de Autonomía de Catalunya. Hágalo ya, sin ninguna dilación ni demora. Puede hacerlo tras comparecer ante el Senado para presentar sus legítimas alegaciones contra la dura aplicación del artículo 155 de la Constitución o prescindiendo incluso de esta comparecencia.

President Puigdemont, el vigente Estatut le otorga a usted en exclusiva la potestad de disolver el Parlament y convocar nuevas elecciones –con una ley, por cierto, que corresponde a una disposición transitoria del Estatut de 1979, porque Catalunya sigue siendo la única comunidad autónoma que ha sido incapaz de elaborar una Ley Electoral propia, y no precisamente por culpa de “Madrit”… ¡Ponga ya las urnas, president! Únicamente así salvará usted a nuestro autogobierno, a la Generalitat de Catalunya, felizmente recuperada pronto hará ya cuarenta años, con el regreso del exilio del president Josep Tarradellas.

Estoy plenamente convencido que él se lo agradecería, y con él tantas y tantas otras personas que lucharon por aquella recuperación. Una recuperación que solo usted puede evitar que quede ahora suspendida, cercenada, limitada a su mínima expresión.  

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