¿Prensa española independiente? Menudo chiste

No es falso corporativismo: el periodismo independiente está en peligro en España. Ocurre no tanto porque falten profesionales capacitados, que haberlos haylos, sino por la inexistencia de empresas de la comunicación que tengan la independencia en el frontispicio de su cuenta de resultados.

Lo de Jesús Cintora es sólo una más de tantas piedras en el camino que el periodismo debe superar en estos tiempos. Compañías de televisión y radio, incluso diarios de papel, que viven pendientes de la subvención pública o de las campañas de publicidad que la Administración les concede, difícilmente son capaces de mantener a los profesionales críticos con el poder.

Esa especie de periodistas críticos se halla en vías de extinción. Antes hubo otros despidos, y no me refiero a Pedro J. Ramírez, quien hubo de marchar de El Mundo por otras razones más espurias y con los bolsillos repletos, por más que él se empecine en sumarse a las víctimas del régimen comunicacional del PP.

Hacer un ejercicio de periodismo frontista con los poderes siempre ha sido una tarea difícil. En algunos momentos de la historia reciente, aún lo ha sido mucho más. No vivimos en una sociedad saneada democráticamente y la crisis institucional que atraviesa el país también afecta (y de qué manera) a la prensa como elemento de fiscalización y salubridad política.

Casi nadie de los dos grandes partidos se libra de la persecución a los medios de comunicación. Sucede en el PP y ha sucedido con el PSOE: únicamente les gusta el periodismo amable con sus tesis y postulados partidarios. La crítica, sin embargo, les irrita y les saca de sus casillas en cada momento de gobernación que ejercen.

El PSOE de Zapatero se sacó de la manga el grupo impulsado por Jaume Roures (La Sexta, Público…) y el PP mantenía el favor del holding de Atresmedia (La Razón, Antena 3), además de Abc y de sus emisoras de radio, Intereconomía y 13TV. CiU pagó a La Vanguardia y a otros medios barceloneses para que fueran su comunicación de cabecera, incluso cuando había que defender tesis independentistas. Hasta el PNV posee sus propios medios públicos y privados próximos a su órbita política.

Los ciudadanos, en eso, están más desvalidos. Ni se pueden fiar de la prensa pública que pagan con sus impuestos, ni de buena parte de la privada, que también financian. La comunicación en España vive una profunda ausencia de independencia. Justamente eso ha sido uno de los elementos más perversos de la grave crisis política vivida en los últimos años. Lo de Jesús Cintora es, por desgracia, apenas un episodio más. Casi un chiste.