PP y PSOE, por un gobierno que gobierne

La idea de la gran coalición recorrió la campaña electoral de las elecciones del 20 de diciembre como un fantasma. Rechazada por todos, los dirigentes políticos de las cuatro formaciones con responsabilidades para formar gobierno han trazado estrategias muy distintas, y todas ellas comprensibles.

El PP no se ha movido. No es cierto que haya realizado un gran esfuerzo para lograr apoyos. El argumento de Mariano Rajoy ha sido que el PP ganó las elecciones, y que el PSOE debía estar, por lo menos, comprometido con la gobernabilidad.

Pero, ¿qué hubiera pasado en la situación contraria? Que el PP y el PSOE establezcan una coalición de gobierno significa, no nos equivoquemos, que se rompe la idea de la alternancia política en España, y eso, –siempre que los dos partidos sigan siendo los principales en el arco parlamentario– no es bueno para una democracia. Sólo en casos concretos, ante situaciones limite, esa gran coalición se podría justificar.

Ahora bien, existen experiencias en Europa que avalan lo contrario. En Alemania se ha producido esa gran coalición. Los dirigentes socialistas esgrimen que la situación del SPD es de total dependencia, que no levanta cabeza. Pero diferentes analistas también defienden que los socialdemócratas alemanes podrán tener una oportunidad a medio plazo, y que sus males no obedecen a esa gran coalición, sino al hecho de que Angela Merkel ha logrado un liderazgo poco común, que trasciende a su propia formación política, la CDU.

Entre esas dos grandes concepciones de cómo debe funcionar una democracia, hay situaciones intermedias. En España no había ocurrido nunca. Los ciudadanos deberán votar de nuevo el 26 de junio, porque los partidos han sido incapaces de llegar a acuerdos.

Entendiendo que el PSOE busque ganar las elecciones, y que rechace un pacto con el PP, sólo tiene dos grandes alternativas si no vence el 26 de junio: o acuerdos a su izquierda, si suma, y si Podemos sufre una pérdida de apoyos que le obligue a una estrategia diferente respecto a los socialistas, o permitir –de forma activa o pasiva– que gobierne el PP en el caso de que gane las elecciones, con el concurso, además, de Ciudadanos.

Cualquier otra situación de bloqueo se antoja imposible en España, con la Comisión Europea presionando para que se cumplan los compromisos de déficit, y con los inversores al acecho, de nuevo, sobre los países que presenten debilidades.

La transformación de España desde la transición ha sido enorme. Nadie lo discute. Pero también se han dejado muchas cosas detrás. Una de ellas es la propia calidad de la democracia, demasiado pendiente de las cúpulas de los partidos, que lo deciden todo. España se transformó –porque en ese momento histórico era lo más apropiado– en una partitocracia. Pero ahora es el momento de cambiar esos vicios, con reformas de calado.

Y ahí deberá estar el PSOE, gobernando, o en la oposición, dispuesto a colaborar en una reforma de la Constitución, por ejemplo, que clarifique, también, el problema territorial que plantea Cataluña y el País Vasco.

En realidad se abre una enorme oportunidad para España, en todos los campos. Pero lo primero es que haya un gobierno que gobierne, con la colaboración de partidos de gobierno, de partidos responsables. Si la situación que se produce tras el 26J es la contraria, con el PSOE como ganador, el PP debería actuar, también, de la misma forma.

Los procedentes no han ido en esa línea. Ni tras los comicios del 20 de diciembre, ni tras las autonómicas de Andaluacía. El PP, en esa ocasión, se negó de forma reiterada a apoyar a la lista más votada, que fue la del PSOE. Se agotaron los plazos, pero, finalmente, no se repitieron las elecciones. Fue Ciudadanos quien actuó con responsabilidad, no el PP.

En cualquier caso, siempre hay un momento para la rectificación: PP y PSOE, por un gobierno que gobierne tras el 26J.