PP y PSOE conjurados para rehabilitar el bipartidismo
Parece más un pacto tácito que explícito. En el corto espacio de esta legislatura se produce la paradoja de que Ciudadanos, el artífice de la investidura de Mariano Rajoy, está ocupando un muy discreto segundo plano, casi difuminado en tonos sepias, mientras el PSOE, a quien tanta sangre costó suministrar la abstención, se ha constituido en el socio preferente del PP.
El acuerdo ha sido beneficioso para los dos partidos. Pero sobre todo para el PSOE. Ha promovido el aumento de 4.500 millones de euros para las comunidades autónomas, la mayor subida del salario mínimo, un acuerdo sobre pobreza energética que garantiza que los más vulnerables no puedan ser privados de electricidad, ha comenzado el desguace de la Ley Mordaza y de la LONCE. Ni Ciudadanos ni Podemos han salido en estas fotografías.
El caso de Podemos es paradigmático. Envuelto en discusiones supuestamente ideológicas, mientras deciden si son galgos o podencos, se han quedado fuera del acuerdo que garantiza que nunca más habrá cortes de energía a personas altamente vulnerables. Quizá se han quedado con la calle, pero poco a poco se están convirtiendo en irrelevantes en la solución de los problemas prácticos de los ciudadanos, incluidos los más desfavorecidos.
En vísperas de su congreso, Pablo Iglesias ha conseguido una victoria por la mínima en sus disputas con Iñigo Errejón. El plan de Iglesias de conseguir un liderazgo fuerte y férreo se ha quedado en suspenso, con la segunda cómoda plaza de Iñigo Errejón, que está en condiciones de disputar el liderazgo de Podemos en el medio y largo plazo.
La estrategia del PSOE de convertir la abstención en una apuesta positiva está dando discretamente resultados. Es impensable una recuperación electoral hasta que no tenga un liderazgo claro. Pero lo cierto es que frente a las acusaciones de Podemos de entreguismo al PP, el partido que lidera provisionalmente Javier Fernández, está demostrando una utilidad en la política parlamentaria que permite no sólo la normalización institucional, después del parón de un año, sino además una agenda reformista que ya está dando resultados prácticos.
Mariano Rajoy ha pasado de puntillas ante el envite de José María Aznar, que ha dejado la presidencia de honor del partido para convertirse en un simple militante de base. La ruptura está consumada pero quizá ha causado más alivio que problemas para el partido que lidera Mariano Rajoy.
Las especulaciones sobre una nueva aventura política de José María Aznar no tienen hechos en qué apoyarse. Y en todo caso, la historia de la transición ha demostrado que las aventuras personales a partir de rupturas de partidos tradicionales, siempre han sido un fracaso.
El reto para el PSOE está en tirar de la cuerda en sus compromisos con el PP sin que llegue a tensarse tanto que empuje a Mariano Rajoy un anticipo electoral. Pero hasta ahora, las señales emitidas por el Partido Popular no apuntan en esa dirección.
Los dos partidos se están concediendo tiempo para su recuperación electoral. El PP, fundamentalmente a costa de Ciudadanos, con su primera crisis importante de liderazgo y de definición ideológica. Y el PSOE intenta demostrar que una amalgama como la de Podemos, sin programa práctico en el Congreso, tiene que iniciar su declive.
El PSOE tiene por delante el calendario hacia su congreso, la elección de secretario general y la formulación de un proyecto que recupera la adhesión de muchos de los electores que ha ido perdiendo en las últimas jornadas electorales.
Casi nadie está pensando que sin la abstención del PSOE, el pasado día 18 se hubieran celebrado unas nuevas elecciones. Y ahora estaríamos discutiendo sobre la investidura de un gobierno. Todo eso ya pertenece al pasado. La normalidad puede que sea aburrida, que le falte el sobresalto y la pasión. Pero todo indica que la mayoría de los ciudadanos están satisfechos en este escenario. El tiempo dirá si PP y PSOE sacan adelante la recuperación del bipartidismo y el futuro de los partidos nuevos.