El sindicalismo vertical renace en Cataluña
El sindicalismo dejó preguntas sin responder en Cataluña al sumarse a la movilización convocada por entidades independentistas
El Centro Virtual Cervantes, del Instituto Cervantes, recoge el siguiente dialogismo: “éramos pocos, y parió la abuela”. El significado: “se aplica cuando hay exceso de algo malo y todavía aumenta en perjuicio de uno”.
Eso es lo que le ocurre al denominado sindicalismo de «clase trabajadora»: como CCOO y UGT no tenían suficientes problemas, ahora resulta que suben –llevan tiempo haciéndolo- al carro del independentismo catalán y se apuntan a sus concentraciones, movilizaciones y manifestaciones.
También algunas de sus ideas como, por ejemplo, el denominado e inexistente “derecho a decidir”.
Algunas preguntas al sindicalismo
¿Dicen ustedes que se manifiestan por la democracia y la convivencia? ¿Qué democracia y convivencia perciben ustedes en quienes han roto la una y la otra?
¿Por qué no se pronunciaron contra el golpe a la democracia propiciado por el independentismo los días 6 y 7 de septiembre de 2017? ¿Y qué hicieron cuando miles de empresas cambiaron la sede social gracias al «proceso»?
¿Ustedes no han venido al mundo para defender a los trabajadores? ¿Quizá no pactan –se les ha visto participar, cantar y bailar- en los “paros de país” organizados por el independentismo?
¿Por qué no asisten a las movilizaciones constitucionalistas? ¿Por qué avalan a un independentismo que quiebra conscientemente la legalidad democrática y el Estado de derecho?
¿Por qué se olvidan –por no hablar del conjunto de España– de más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña? ¿Dicen ustedes que se manifiestan con el independentismo en favor de los “derechos fundamentales”?
Vuelvo al Centro Virtual Cervantes y les digo: “a otro perro con ese hueso”.
El significado: “se emplea para rechazar un abuso o un ofrecimiento engañoso o impertinente. Quien lo dice da a entender que no acepta pasar por tonto”.
Éramos pocos…
El declive del denominado sindicalismo de clase trabajadora en España se constata desde hace años.
¿Qué sentido tiene hoy el sindicato de clase trabajadora en una España en que más de las dos terceras partes del empresariado es autónomo o se registra en una pequeña y mediana empresa que emplea pocos trabajadores?
¿Qué sentido tiene hoy el sindicato de clase trabajadora en un mundo globalizado que sobrepasa fronteras e intereses regionales a velocidad de vértigo?
¿Qué sentido tiene hoy el sindicato de clase trabajadora en el mundo desarrollado, cuando la industria cede el paso a la producción de mercancías de creciente valor añadido que incorporan alta tecnología y cualificación profesional y técnica?
Cuando el empresario es el trabajador, cuando los trabajadores están empleados en pequeñas unidades de producción y tienen unos intereses que generalmente difieren de los de la clase a la que se dice que pertenecen, cuando las decisiones empresariales se toman más allá de las fronteras regionales, cuando la clase trabajadora se ha segmentado en función de la habilidad profesional y la cualificación técnica, cuando eso ocurre… el sindicato de clase trabajadora pierde el sentido.
En el mejor de los casos, sólo tiene sentido para un número cada vez más reducido de trabajadores empleados en industrias de tecnología y cualificación discretas.
La «clase trabajadora» se ha segmentado en función de la habilidad profesional
Dicho sindicato deviene una organización corporativa y gremial que defiende unos intereses personales e intransferibles que no son los de una «clase trabajadora» que, por lo demás, ya no existe como tal.
¿Quién es capaz de señalar cuáles son los intereses de la -en singular- «clase trabajadora»?
¿Por qué los intereses que dicta el sindicato de «clase trabajadora» han de corresponder necesariamente con los intereses de los -en plural- trabajadores?
¿A quién representa un sindicato de «clase trabajadora» que se caracteriza por el bajo número de afiliados, que en las elecciones sindicales moviliza a un escaso número de trabajadores y, en consecuencia, resulta ajeno a la mayoría de quienes dice representar?
… Y parió la abuela
Esto es, sigue lo malo y la cosa empeora. ¿A santo de qué el denominado sindicato de «clase trabajadora» –remito a las primeras líneas- ha de entrar en el juego de un nacionalismo –
¿No nos habían dicho que el sindicalismo de clase era «internacionalista»; no localista y excluyente que mantiene unas pésimas relaciones con la democracia y el Estado de derecho?
¿Cómo es posible que antes dijeran que el nacionalismo era una expresión de los intereses de la «clase dominante» –chovinistas, añadían- y ahora resulta que es todo lo contrario?
¿Qué se ha hecho de la vieja proclama según la cual los obreros no tienen patria?
¿Los intereses de los trabajadores se defienden subiéndose al carro de un nacionalismo averiado de todo a cien -populista, sentimentaloide y de bajo vuelo- que pone en peligro la convivencia y nos distrae de los problemas reales?
¿Por qué en Cataluña el sindicalismo de «clase trabajadora» comulga, mutatis mutandis, con el credo nacionalista?
Algunas respuestas
Primera hipótesis: por temor a manifestar lo contrario a lo establecido por el pensamiento único nacionalista dominante.
Segunda hipótesis: por seguidismo y oportunismo políticos y agradar a quien concede ventajas, favores y subvenciones de índole diversa.
Los sindicatos se han subido al carro de un nacionalismo populista, sentimentaloide y de bajo vuelo
Tercera hipótesis: porque la élite sindical –no la militancia que pisa el taller, la fábrica o la oficina cada día ni el trabajador desempleado- que se turna en el poder teme perder sus prebendas.
George Bernard Shaw: “ningún rey tiene tan seguro el lugar de trabajo como un dirigente sindical”.
Cuarta hipótesis: porque quizá el sindicalismo de «clase trabajadora» ha sido colonizado ya, o se está dejando colonizar sea por convicción o interés –hablo fundamentalmente de los cuadros- por el nacionalismo.
Todo ello y algo más -el corporativismo y gremialismo rampantes ya citados, la filosofía “armonicista” que lleva a “tender puentes” con el régimen nacionalista, el organicismo que coopta cargos o el jugar a ser partido político- permite formular otra hipótesis: en Cataluña, parecen renacer algunas características propias del sindicalismo vertical.