¿Por qué se empeña el PSOE en suicidarse?
Hay una frase ingeniosa que mi amigo Joaquín Leguina me dijo hace ya algún tiempo. «El PSC se encuentra metido en un agujero profundo. Y no se cansan de cavar». Era la época en la que se fraguó el gobierno tripartito en Cataluña cuyas consecuencias han llevado a la franquicia catalana del PSOE al borde de la irrelevancia.
Podemos e Izquierda Unida acaban de suscribir una alianza diseñada para dar el sorpasso al PSOE. Los politólogos ponen en duda la suma matemática de los votos que sacaron ambos partidos en las elecciones de diciembre. Pero, en todo caso, coinciden en que es una amenaza real para la hegemonía socialista de la izquierda.
También hay sensaciones de que el PSOE está en un momento de debilidad, con el liderazgo de Sánchez en entredicho y una imagen de división interna. No hace falta adentrarnos en demasiados detalles: un líder que no lidera siquiera su propia casa es difícil que convenza a los españoles de que se puede hacer cargo del país.
Hace tan solo unos días, Pepa Bueno le preguntó al presidente de Extremadura si Susana Díaz presentará su candidatura a la secretaría general del PSOE. Guillermo Fernández Díaz se podía haber puesto de perfil, diciendo que el PSOE ya tenía secretario general o que en víspera de elecciones no era el momento de abordar el asunto.
Pero prefirió darle una puya a Pedro Sánchez: «Susana Díaz sería una magnifica secretaria general y además es un monstruo de la comunicación.» Con amigos así, Pedro Sánchez no tiene necesidad de buscar enemigos.
Dicen los expertos en demoscopia que hay pocas cosas más perjudiciales para un partido en elecciones que la imagen de división. Seguro que los líderes del PSOE lo saben. ¿Por qué se empeñan en airear sus disputas internas?
En el anterior congreso socialista, Eduardo Madina y Pedro Sánchez compitieron por la secretaría general. Madina era el candidato de José Luis Rodríguez Zapatero. Se encontró de frente con Susana Díaz. Quienes conocen la intrahistoria del PSOE atañen esta circunstancia a viejas disputas de Madina y Díaz en la época de Juventudes Socialistas.
De esa organización proceden el propio Zapatero y muchos otros dirigentes, formados en la escuela Jaime Vera. El aprendizaje de los jóvenes cachorros del socialismo tenía asignaturas desarrolladas de conspiración interna de las que el expresidente Zapatero obtuvo excelentes notas. El problema es que de tanto jugar a las conspiraciones internas se termina perdiendo de vista lo primero: el proyecto de país.
Al poco de llegar Pedro Sánchez a la secretaría general, Susana Díaz le retiró el apoyo que le había dado en el congreso. Nunca un secretario general del PSOE había sido cuestionado por los barones territoriales como lo ha sido Sánchez. Y desde ese momento, la presidenta de Andalucía ha ejercido un liderazgo en la sombra.
Pedro Sánchez se encuentra en liderazgo vigilado por Susana Díaz, pendiente del momento adecuado para disputarle la secretaría general y la candidatura a la presidencia del Gobierno.
Desde el entorno de la presidenta de la Junta de Andalucía no se han cortado de filtrar datos sobre la situación de interinidad que tiene Pedro Sánchez, pendiente de exámenes electorales para sobrevivir como líder del partido.
El entorno de Zapatero está muy activo en las campañas de desgaste del secretario general del PSOE. No es casual que Antonio García Ferreras, director de la Sexta, amigo personal, asesor y mentor de José Luis Rodríguez Zapatero desde su época de la Cadena Ser, es uno de los cimientos mediáticos del crecimiento de Podemos.
El expresidente Zapatero fue mentor del fichaje de Julio Rodríguez, ex JEMAD del ministerio de Defensa en época de Carme Chacón. José Luis Rodríguez Zapatero y José Bono celebraron reuniones con la cúpula de Podemos sin informar al secretario general del PSOE.
En el entorno de Pedro Sánchez creen que el apoyo de La Sexta a Podemos tiene que ver con la relación de Ferreras con Zapatero que habrían diseñado en parte esa estrategia para potenciar Podemos en detrimento del liderazgo socialista de Sánchez.
Conozco muy bien a lo que llamo «barrósidos», -cercanos o pertenecientes a Miguel Barroso – el núcleo duro del zapaterismo mediático en cuyo epicentro se encuentra el director de la Sexta. Pero es un tema que merita otro artículo.
Con todos estos mimbres es difícil confeccionar un buen cesto electoral. Si como parece hay quien trabaja en la sombra para debilitar a Sánchez desde el interior del partido, la pregunta que falta por responder es si es buena estrategia dejar un partido tocado como herencia para quien lo tenga que regentar en el futuro. Se me ocurren algunas ideas para hacer fracasar el empeño del PSOE en perder las elecciones.
La primera, una foto de Felipe González, Susana Díaz, Eduardo Madina y Pedro Sánchez sonriendo, con la «v» de la victoria e incluso, por qué no, dándose un beso, como símbolo de pacto por la unidad interna.
Otra sugerencia: una campaña directa denunciando el populismo y las contradicciones de Podemos. Izquierda Unida deja un hueco en la izquierda que podría pretender el PSOE. Tendría que denunciar que el referéndum de autonomías catalán pondría en peligro la caja única de la seguridad social y los intereses de los trabajadores.
¿Cómo es posible que Felipe González viajara a Venezuela a defender presos políticos y el PSOE no denuncie la connivencia y las conexiones de Podemos con el régimen venezolano?
No voy a dar más ideas. Es difícil convencer a quien está decidido a suicidarse que abandone su empeño. El PSOE está metido en un agujero profundo y muchas veces da la sensación de que sigue cavando. Esperemos a ver cómo reacciona Pedro Sánchez ante la campaña polarizada que se avecina. Y, a fin de cuentas, si el PSOE quiere suicidarse, ¿quién soy yo para tratar de impedirlo?