¿Por qué nos alarmamos si se venden menos smartphones?
Las empresas presentan sus resultados. Explican cómo la ausencia de extraordinarios justifica una caída de ingresos respecto al año anterior. O que esa caída es menor a la prevista, y, por tanto, supone una mejora, y que se ha aguantado bien. Todo eso es cierto. Pero en la economía global se produce un fenómeno que no se desea admitir abiertamente: se crece muy poco, la economía está ralentizada, estancada, y, en gran medida se debe a un exceso de oferta. La capacidad productiva es enorme, pero, ¿cómo se logra integrarla?
Los resultados de la venta de smartphones en el primer trimestre de 2016 son indicativos. Por primera vez en la historia, –hay que decir que corta, claro– las ventas se han estancado. Se vendieron en esos tres meses 334,9 millones de aparatos, que representa sólo un 0,2% más que en el primer trimestre de 2015. Han sido, en volumen total, unos 600.000 más.
¿Qué quiere decir? Se han ofrecido distintos factores. Uno es que en los mercados occidentales los smartphones ya están masivamente presentes. No se puede uno cambiar el móvil cada tres meses. Ligado a eso está el precio. Son caros, sobre los 700 euros, los de gama alta que más se desean, y que son los que ofrecen la rentabilidad a las empresas. En particular una de ellas, Apple, ha sufrido un descenso importante. Otro factor es que el mercado chino se ha tomado un descanso, con la entrada, además, de marcas más baratas.
Es un síntoma de que, incluso con los productos de valor añadido, bien publicitados, deseados por los consumidores, la producción es excesiva. Se ha llegado a una saturación del mercado.
Las consecuencias de todo ello son conocidas. Si esa producción se desacelera, se incrementará el paro, los precios bajarán, y se iniciará una espiral muy negativa. Lo ha destacado el FMI. Su directora gerente Christine Lagarde, insiste en el fenómeno: «demasiado lento durante demasiado tiempo». Avisa Lagarde del «estancamiento secular» en un entorno deflacionista y por ello reclamó, en la presentación del informe de primavera, una «respuesta inmediata» de los gobiernos.
La cuestión esencial es que no se trata de algo nuevo. John Bellamy Foster y Fred Magdoff, lo explicaron con detalle en La gran crisis financiera (FCE). El estancamiento se produjo a finales de los setenta y principios de los ochenta del siglo pasado.
El bajo crecimiento se compensó, con creces, con una apuesta total y decidida por el crédito, según ellos por la «financiarización del capitalismo». Se inició en Estados Unidos, pero recorrió occidente con celeridad, con países como España o Irlanda, que aprendieron rápido.
El ahora gobernador del banco de la India, Raghuram Rajan, lo ilustró en su libro Grietas del sistema (Deusto). Uno de sus capítulos lo tituló de forma clara: Que coman crédito, en referencia a cómo las autoridades políticas en Estados Unidos decidieron que las clases medias y bajas sólo podrían progresar si se facilitaba el crédito.
Pero cuando se prescinde de él, cuando se comprueba cómo funciona la economía global lo que se ve es que se crece lentamente, con tendencia a que los precios sigan cayendo. No es muy esperanzador.
Pero hay que saberlo para que se puedan tomar medidas en la buena dirección. Si es que se puede.