¿Por qué no se construye más vivienda en Barcelona?

Lo que no puede hacer Ada Colau es tener terrenos municipales sin edificar y exigir que los promotores edifiquen en sus solares al precio que ella quiere

Respuesta: porque, los promotores y constructores leen la prensa y toman buena nota de que el Ayuntamiento de Barcelona quiere obligar, a quien levante obra nueva, o realice grandes rehabilitaciones, a destinar el 30% del edificio a vivienda social o de protección pública.

Una prueba de lo dicho: las licencias de obra nueva, o de grandes rehabilitaciones, se han disparado con anterioridad a la entrada en vigor de la obligación de la reserva citada.    

El Ayuntamiento de Barcelona no puede pretender que los promotores sean corresponsales de la política de vivienda

Lo que sorprende no es que los promotores o constructores intenten esquivar la normativa con la legalidad en la mano, sino que los altos cargos del Ayuntamiento de Barcelona critiquen que promotores y constructores no se hagan ‘corresponsables’ de esta manera tan peculiar de ampliar la vivienda social de la ciudad.

A ver, ¿por qué han de ser corresponsables de la política municipal de vivienda unos promotores y constructores a quienes el Ayuntamiento no ha consultado? La función social de la vivienda, argumenta el Ayuntamiento. Una burda excusa, si tenemos en cuenta que promotores, constructores y propietarios ya liquidan los impuestos correspondientes.

Seamos sinceros y pongamos a cada uno en su lugar. En una democracia liberal, los promotores y constructores son unos inversores y/o empresarios movidos por el afán de lucro.

La grandeza del capitalismo es que el interés individual beneficia al interés de los ciudadanos

La grandeza del sistema consiste en que estos inversores y/o empresarios, en búsqueda del legítimo beneficio, propician también el beneficio de los ciudadanos. Hace casi 250 años, Adam Smith, en La riqueza de las naciones, lo dejó claro con su teoría del ‘interés del carnicero’:    

“No hemos de esperar que nuestra comida provenga de la benevolencia del carnicero, ni del cervecero, ni del panadero, sino de su propio interés. No apelamos a su humanitarismo, sino a su amor propio”.

Dicho de otra manera: los promotores y constructores –como el carnicero de Adam Smith-, en la búsqueda del beneficio, se ven obligados a producir/construir aquellas mercancías que sus congéneres desean o necesitan.

En nuestro caso, viviendas. De esta manera, el afán egoísta de lucro o beneficio satisface –una bella paradoja- necesidades sociales.   

Las medidas de Ada Colau se traducen en escasez de vivienda y en alza de su precio

¿Por qué no se construyen más viviendas en Barcelona? Porque, la política municipal de vivienda del Ayuntamiento de Barcelona no sigue el sabio consejo de Adam Smith.

En pocas palabras: la reserva del 30% de la vivienda construida disuade a promotores y constructores cuando se trata de levantar nuevas edificaciones, porque no permite alcanzar el beneficio calculado.

Cosa que se traduce en la escasez de vivienda y en el alza -ley de la oferta y la demanda- del precio de la vivienda ya construida.

Más: al no construirse nueva vivienda, aumenta la desocupación. Cosa que conduce –a más desocupación menos poder adquisitivo- a un descenso del consumo.

Una espiral que puede llevar a la reducción de los lugares de trabajo en el comercio o la restauración –o en otros ámbitos- e, incluso, al cierra de negocios que dejen de serlo.      

Todavía más: la reserva del 30% puede llevar a la quiebra de algunos promotores y constructores. ¿Cuál es el futuro de un empresario que ha comprado suelo a un precio determinado pensando en que vendería todas las viviendas de la promoción a un buen precio?

Colau, en el pleno del pasado viernes en el Ayuntamiento de Barcelona. EFE/Marta Pérez

Una competencia desigual

¿Los hipotéticos compradores del 70% de la vivienda querrán convivir con el 30% restante que accede por la vía social? 

Otra pregunta ciertamente incómoda que no podemos obviar: ¿los hipotéticos compradores del 70% de la vivienda querrán convivir con el 30% restante que accede por la vía social? 

Seamos sinceros y pongamos a cada uno en su lugar. En una democracia liberal, el Ayuntamiento –a pesar de no ser una empresa constructora- puede levantar edificios -¿competencia desleal de quien edifica con los recursos públicos?- y aumentar el parque de vivienda pública o social como hizo el llamado socialismo municipal durante las primeras décadas del siglo XX en países como Gran Bretaña, Alemania o Austria.

Pero, lo que no puede hacer el Ayuntamiento de Barcelona es tener unos ochenta terrenos municipales sin edificar y exigir que los promotores y constructores edifiquen en sus solares que fueron comprados con otra finalidad.

La ideología de Colau

Tampoco no se puede jugar con la propiedad privada para disimular las promeses incumplidas, o para ganar peso cuando se acercan elecciones, o para limitar la iniciativa privada obligándola a regalar suelo y edificación al Ayuntamiento.

En resumen, el Ayuntamiento de Barcelona ha empaquetado un regalo envenenado de consecuencias perversas. Otro ejemplo de cómo hacer mal buscando el bien. Decía Platón que el mal era un producto de la ignorancia.

El mayor aliado de la ignorancia es la ideología. En Barcelona, por ejemplo.