¿Por qué no se calla Don Emilio (Botín)?

 

Estamos en una sociedad donde acostumbramos a buscar culpables de todo. Hace unos días fue el propio Emilio Botín –el Don Emilio lo dejamos para quién deba hacerla la pelota– quién enfundado en su corbata roja –rojísima– lanzó una frase en búsqueda de titulares sobre los culpables de la crisis.

«Es como un banco que va mal, hay que echar la culpa a quien lo lleva, y aquí quien lo ha hecho mal, pues son los políticos», señaló. Emilio parece un tipo hábil, pero desde su posición debería preocuparse más por hechos que por buscar titulares. Nadie debe olvidar que no quedan lejos sus muestras de afecto por la política económica de Zapatero, entre otros.

En todo caso, sí que la reflexión en voz alta de Emilio nos puede dar pie a estructurar una escala de potenciales culpables de la crisis actual. En ese sentido hemos inventado, en forma dialéctica, la máquina que mide a los malos, es el malómetro. Se trata de un artefacto que nos va a permitir analizar de forma sencilla quién es el malo de la crisis.

Y que menos para empezar que los banqueros, auténticos vilipendiados por una parte amplia de la sociedad. En cualquier diccionario la definición es rápida; se dice de aquella gente que se dedica a dejar dinero que luego debe recuperar con intereses. Estos, queramos o no se rigen por unas normas, leyes, aprobadas por unos políticos votados por unos ciudadanos.

Que nadie se equivoque, pero los banqueros son tan malas personas como la ley les permite. Obviamente hay excepciones muy reprobables, pero en general, son uno de los colectivos que se ciñen más a la legalidad. Les pedimos pues ¿qué se salten las normas? Les pedimos, ¿qué empiecen a actuar fuera de la ley? Pienso que sería un error social, beneficioso a corto plazo, pero negativo a medio y largo plazo. Precisamente hace falta ahora mismo gente que respete la ley y las normas. Si NO gustan cambiémoslas, con la flexibilidad necesaria, pero no pidamos que se trasgredan.

Un claro ejemplo es la bajada de sueldo de los presidentes de cajas intervenidas. ¿Cuántos de nosotros nos bajaríamos el sueldo de motu propio? Fuera de brindis al viento, nadie o casi nadie. Pero si aprobamos una norma o ley ya nadie duda de que se hará, y bien seguro que no habrá una movilización social para derogarla. En ese sentido una felicitación al ministro Guindos. Podríamos discutir si debiera ser más o menos, pero este primer paso marcando territorio es importante.

Todo esto nos introduce a un segundo grupo de potenciales culpables, los políticos. Para cada vez más ciudadanos, se dice del colectivo que vive profesionalmente sin hacer nada de provecho con beneficios superiores a la media. Es cierto que en este país tenemos demasiados políticos que en su vida han hecho más que política. La verdad muchos sin ningún otro mérito. Se les acusa de vivir de espaldas a la realidad. Realmente viendo alguno de sus perfiles queda constancia que muchos viven en un mundo aparte.

La cuestión es ¿podemos culparlos sólo por eso? Poniendo un ejemplo infantil: ¿podemos culpar al niño de la clase que se queda aislado en un rincón mientras sus “supuestos” amigos, los ciudadanos, juegan? ¿Podemos culpar a aquellos que les dejamos hacer sin decir nada? Siguiendo el símil de la escuela, ¿podemos culpar a los banqueros por cumplir la norma, llegar el primero a clase, y sacar las mejores notas –los resultados–? Sinceramente no veo en este malómetro argumento de pesos para lanzar esas culpas.

Si los banqueros y los políticos no están en la cúspide del malómetro, unos por cumplidores estrictos de la ley y otros por funcionar sin ningún control. ¿Quién nos queda pues?

La verdad queda un grupo poco compacto, curiosamente bien poco solidario en general, denominado ciudadanos. Es decir, gente entre otros como usted y yo. En esta categoría, cual teoría de conjuntos de matemáticas, incluiríamos también a Emilio, los banqueros y los políticos. Aunque a algunos les pueda molestar, son ciudadanos como usted y como yo.

Los ciudadanos elegimos a los políticos que crean las leyes que cumplen los banqueros. Hemos vivido despreocupados y felices en muchos casos. La felicidad nos ha hecho bajar nuestro nivel en educación y disminuir nuestra capacidad de valores. Educación y valores tan bajos que impiden seamos ni tan siquiera capaces de ver que en esta situación somos los verdaderos culpables. Nadie se engañe en nuestro particular malómetro, los verdaderos culpables somos los ciudadanos. Tanto por elegir unos políticos sin educación ni valores, fiel reflejo de la sociedad, como por no modificar unas leyes que cumplen a rajatabla los banqueros.

A mi me cansa la auténtica gilipollez de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. ¡Más faltaría! Cada uno que viva como quiera. ¡Total sólo se vive una vez! Pero esto no se debe ocultar que mientras hemos vivido bien no nos hemos preocupado de dotar al sistema de unos mecanismos de protección cara a las adversidades. Las ejecuciones hipotecarias siempre han existido, los políticos corruptos también. Ahora con prisas no podemos cambiar las leyes en dos días, ni transformar nuestra incapacidad como ciudadanos sin un modelo basado en una educación amplia y unos valores a seguir.

Nadie dude pues que los ciudadanos estamos en la cúspide del malómetro, y solo reforzando la educación y los valores podemos afrontar el presente y el futuro con garantías. Mientras, podemos criticar a los políticos, impedir deshaucios de los banqueros, manifestarnos, e incluso ocupar algunos las plazas de las ciudades –curiosamente jóvenes que en su vida han dado soluciones, y se han pensado que vivir era formarse pero no informarse–. Pero no nos engañemos: transgredir el sistema no es más que una mala solución de unos malos ciudadanos que hemos perdido el respeto por nosotros mismos.

Toca reforzar la educación y los valores básicos, pídamos a los políticos valentía para cambiar leyes que los banqueros cumplan. Nunca olvidemos que la política es el fiel reflejo de la sociedad, y las leyes son aquello que los ciudadanos ofrecemos al sistema para que funcione.

Al final, el malómetro debe servir para hacernos analizar como son las cosas, pero nunca debe hacernos culpabilizar a quienes no dejan de cumplir lo que hemos creado. Sin educación ni valores no hay solución. Vayamos, pues, a la esencia del problema. Y por cierto Emilio ¡cállese!. Deje de buscar culpables, y simplemente cumpla la ley. Es su única obligación como banquero. Usted es ciudadano como todos, pero cuando hable como banquero compórtese como tal. Recuerde que para hablar como en un bar no le hace falta corbata roja –rojísima–.