¿Por qué no hablamos de Europa?
El vuelo corto. Un debate sólo sobre Política, que en realidad es política, en minúscula. En Cataluña y en el resto de España la discusión se centra en quién puede ser presidente del Gobierno, y el interés es lógico, pero lo importante es conocer para qué se quiere el Gobierno, qué políticas se pretenden aplicar, y para resolver qué problemas concretos que afectan al conjunto de España.
Ese debate llegará, esperemos, cuando el Rey Felipe responsabilice a uno de los candidatos para que forme gobierno, después de que Mariano Rajoy renunciara a probar suerte, consciente de que no tiene ningún otro apoyo que los 123 diputados del PP.
Entonces, el reloj comenzará a avanzar, y en los dos meses preceptivos las negociaciones serán intensas. Si los partidos políticos fracasan, entonces habrá de nuevo elecciones.
La cuestión es que ni en Cataluña ni en el conjunto de España se habla de Europa. En los debates televisados en la campaña electoral nadie fue capaz de establecer un buen diagnóstico sobre lo que le ocurre a la Unión Europea, ni a la zona euro. Simplemente no se habló de ello. Es como si España se hubiera encerrado, otra vez, en la autarquía de otros tiempos.
Josep Borrell y Antón Costas, sin embargo, protagonizaron este lunes en el Ateneu Barcelonés un debate de altura. Organizado por Economistas frente a la Crisis, y la Associació d’Amics de la UAB, con una asistencia masiva, los dos europeístas convencidos abordaron uno de los problemas centrales de España en los últimos quince años: la pertenencia al club del euro.
España pecó, según Borrell, de una «ansiedad» por Europa, consciente de que históricamente siempre se había quedado atrás. Esa ansiedad provocó que no se debatiera –sólo recuerdo la voz aislada de Fabián Estapé– con la profundidad necesaria la entrada del país «en una jaula, y con las llaves en el fondo del mar», que suponía la renuncia a la política monetaria, sin posibilidad, como se había hecho siempre, de devaluar la moneda.
Costas, el presidente del Círculo de Economía, cada vez más suelto y más claro, aunque le reprochen que por su condición de gallego nunca se acaba de mojar, explicó que cuando se reunió con José María Aznar, junto con el presidente del Círculo de la época, Salvador Gabarró, con la intención de hablar sobre el cambio de la peseta respecto al euro, a las puertas de entrar en el club, el presidente del Gobierno fue taxativo: «Quien me hable del euro le pongo a las puertas del infierno», aseguró Costas que le despachó Aznar.
Lo que supuso el euro tuvo elementos positivos, como recordó Borrell, como los tipos de interés bajos, y la masiva entrada de capital en España. Lo que ocurrió, sin embargo, es que no se utilizó para ganar productividad, el gran problema de la economía española. Borrell dejó claro, a pesar de que cierta izquierda insiste en esa tesis, que Alemania no obligó a nadie para que esos capitales con tipos de interés muy bajos se destinarán a «apilar ladrillos en forma de casa».
¿Qué hubo una tentación? Sí, pero Borrell insistió en que la cancillera Merkel no tuvo la culpa. Y es aquí cuando aparece Costas. Su defensa de la economía de libre mercado, su condición ahora de presidente del Círculo de Economía, le permite decir las verdades del barquero.
«El problema es que las elites en España no dirigieron el país en la dirección que exigía el euro». Es decir, las elites en España se decantaron por el dinero fácil, por la especulación, y por las inversiones en sectores como el inmobiliario.
Y eso explica que, con el estallido de la burbuja inmobiliaria, que el Banco de España ya había advertido en 2003, con Caruana al frente y después con Fernández Ordóñez, y con la crisis económica que se desató después de la crisis financiera, el malestar social que provocó se acabara organizando en opciones políticas de las que ahora nadie quiere saber nada.
De cómo se organice la zona euro, de la integración política que se pueda conseguir, de la creación de un núcleo duro, –como pidió Borrell—que siga adelante con una política fiscal europea –dejando fuera a los países que no deseen ese camino, como el Reino Unido o algunos países del este—dependerá la suerte de España.
Pero nadie habla de ello. Es decir, ¿quién reclama y trabaja en esa dirección, que los alemanes puedan colaborar en el pago de los subsidios de paro de los españoles?, por ejemplo, como reivindicó Borrell.
Todo pasa por «completar» la unión monetaria con la pata fiscal, para crear, de verdad, una unión política, a imagen y semejanza de Estados Unidos. De eso deberíamos estar hablando continuamente. También en Cataluña, por cierto.