Por qué los conservadores ganarán en España

¿Conservadores? El título de este artículo podría aludir a uno de los dos grandes partidos en España: al Partido Popular. Pero no va por ahí la cosa. Primero, porque en el PP conviven diversas familias ideológicas y, segundo, porque, precisamente, muchos de los votantes del partido de Mariano Rajoy no se definen de ese modo.

La idea es que, en la última semana de campaña que se avecina, el electorado puede decantarse por una actitud conservadora, que, en muchas ocasiones, es sinónimo de precavido, de templanza, de moderación, de no toquemos en exceso las cosas que han ido más o menos bien durante tantos años. Es una mentalidad, tal vez, poco atractiva, en un tiempo en que lo que vende es lo nuevo, lo dinámico, lo transgresor, el movimiento continuo, como ilustraba con sus propios pies el candidato de Ciudadanos, Albert Rivera, en el debate televisado del pasado lunes.

Las personas que ven España desde fuera, los ciudadanos de otros países del entorno europeo, individuos con información, que tienen responsabilidades profesionales importantes, se maravillan de la capacidad de autoflagelación de los españoles. Las conversaciones en los últimos meses de este cronista con ese mundo ‘exterior’, si se quiere decir así, corroboran esa idea. El economista Daniel Lacalle, que reside en Londres, y que acaba de publicar su libro Acabemos con el paro (Deusto), señala que todas las informaciones que recibe son de «asombro», porque, a pesar de todos los problemas que se mantienen latentes (el propio desempleo) la mejora del país en los últimos años ha sido clara.

La cuestión es que el bipartidismo, el PP y el PSOE, que se daba por muerto tras las elecciones europeas, y, después, tras las elecciones autonómicas y municipales, con la irrupción con fuerza de Ciudadanos y Podemos, podría seguir muy vivo el 20D. Así lo constatan los expertos en demoscopia. Y pudiera suceder que en la noche del domingo, los dirigentes de Ciudadanos o de Podemos muestren un cierto pesar, aunque consigan medio centenar de escaños. Sería un éxito mayúsculo, ensombrecido por las excesivas expectativas.

Y es que el conjunto de los electores, los conservadores que decíamos antes, voten al PP o al PSOE, están calibrando estos días si Podemos y Ciudadanos tienen una estructura sólida en la que puedan confiar. No basta con dirigentes que comunican muy bien –imprescindible hoy en día en la contiendas políticas– ni con su presencia constante en la televisión.

Lo que recuerdan los electores son los equipos de gobierno, las personas que gestionan el día a día. Y ahora, –sea cierto o no– los dos partidos emergentes no parece que las tengan. Y si las tienen, no las enseñan, más allá del magnífico Luis Garicano, en el caso del partido de Albert Rivera.

Uno de los errores, comunes y que todos cometemos, es pensar que lo ‘chic’ es el cambio. Ciudadanos y Podemos han demostrado que el sistema político e institucional en España precisa de reformas, y que son urgentes, y eso ha sido muy positivo.

Al final se trata de que los ciudadanos se organicen, y lo han hecho, con más o menos ayuda, constituyendo dos nuevos partidos. ¡Chapeau!

Pero no todo puede cambiar de la noche al día. Prima siempre un impulso conservador, muy necesario.