¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir “rescate”?

Este es un país de eufemismos. Es decir, de llamar a la misma cosa por un nombre distinto al habitual. Pondré cuatro ejemplos:

Remontémonos a la época del tripartito. Era un verano de plena canícula cuando los peores fantasmas de la pertinaz sequía acechaban la conurbación de Barcelona. En aquel entonces, los mismos que habían promovido la plataforma en contra el Trasvase del Ebro, se veían obligados a hacer lo que pocos años antes criticaron hasta la saciedad.

¿Qué hicieron? Lo llamaron “captación puntual de agua” y se dispusieron a detallar las medidas para hacer un trasvase. Al final, les funcionó algo en lo que no creían: unos oportunos rezos a la Mare de Déu de Montserrat provocaron unas torrenciales lluvias y, desde entonces, no se ha hablado más del tema. Sin embargo, el problema sigue pendiente.

Sigamos con nuestro pasado reciente. El presidente de Bankia es forzado a dimitir y el Gobierno vuelve a admitir que el sector financiero todavía no està saneado (¡y ya van por la quinta reforma!). Los mercados se pusieron muy nerviosos y la Comisión Europea concedió in extremis a España un fondo de 100.000 millones de euros para sanear la banca.

Pero, según nuestro presidente, en ningún caso se le puede llamar “rescate”. No, claro. Y el hecho de que a partir de ahora el supervisor bancario de España se llame Bundesbank y las sucesivas visitas de los hombres de negro a España han sido para tomarse unas vacaciones, ¿verdad?

La Generalitat de Catalunya no consigue contener su déficit. Por lo tanto, tiene que pedir prestado. Primero a los bancos, hasta que agotan esa fuente de financiación. En segundo lugar, estarían los bonos patrióticos, que funcionaron bien un tiempo hasta que se agotaron. Ahora sólo les queda el fondo especial del Estado para comunidades en apuros, el FLA. A ese fondo han optado comunidades como Valencia o Murcia además de Catalunya.

Pero vayamos al eufemismo, ¿qué es lo que declara el gobierno catalán? Que este fondo no es ningún rescate y que en ningún caso van a aceptar condiciones políticas por ése préstamo. ¡Pues claro que no! ¡Sólo con las condiciones económicas es suficiente para controlar las políticas! Pero tampoco no es un rescate. A mí, los eufemismos no me gustan. Me parecen todos una tomadura de pelo, sin embargo, creo que voy a tener que aceptar su utilidad. Explicaré el por qué.

Hace algún tiempo se empezó a especular con la posibilidad de que un complejo lúdico-turístico llamado Eurovegas se instalara en Catalunya, muy cerca del aeropuerto. La oposición a tal proyecto fue mayúscula. Incluso algunos rectores de universidad se opusieron públicamente al proyecto. Los del partido del “NO en mi patio trasero” se movilizaron hasta llegar a montar un concierto-protesta-contra-Eurovegas.

Sin embargo, el proyecto ha evolucionado por otros derroteros. Resulta que Eurovegas decidió, en primera instancia, irse a Madrid (luego canceló la inversión) y aquí, con el apoyo de nada más y nada menos que del partido socialista, se aprobó la construcción un complejo lúdico-turístico llamado Barcelona World, que se situará al lado de Tarragona y cuya principal diferencia con Eurovegas será… ¿el nombre?.

Automáticamente, el equipo de la protesta sufrió una descomunal cantidad de bajas y, sin la oposición popular, el proyecto avanza con paso firme. Es curioso la animadversión y las pasiones que la ciudad de Las Vegas despertó con tanta intensidad. Sin embargo, si a esa misma cosa, hecha por empresarios de aquí, se le llama Barcelona nosequemás, seguro que será… «¡mu’, pero que mu’, buena!»

Que en un artículo del Financial Times llamaran al presidente Rajoy “Fliflopper” (persona que viste con chancletas y bermudas) dice mucho de la consideración que tienen de los legítimos representantes de nuestro país y, por ende, del pueblo que los ha elegido.