¿Por qué la derecha se deja robar votos por los verdes?

Las sociedades más avanzadas son más complejas y, en consecuencia, votan de forma más fragmentada. El Parlamento Europeo es una demostración de la creciente atomización política europea. En 2004 las dos grandes familias políticas europeas, socialistas y populares, ocupaban 468 escaños en la eurocámara, hoy son solo 398.

En todos los países de Europa el espacio de derecha y el espacio de izquierda se ha hecho añicos. En Italia durante décadas la todopoderosa Democracia Cristiana de Fanfani, Moro, Andreotti, hoy se divide entre la Liga, Fratelli, Forza Italia… En Francia las dos grandes opciones de derechas, los gaullistas y los centristas, hoy se fragmentan en lepenistas, los seguidores de Dupont, los republicanos, UDI, En Marche… Y en el Reino Unido a los conservadores se han sumado el partido del brexit y la UKIP.

La derecha clásica pierde la batalla de las ideas y sufre una pinza ideológica entre la extrema derecha y los ecologistas, que le roban tantos votos o más que la izquierda, tal como se demuestra en Alemania, donde los verdes encabezan las encuestas. La derecha se ha dejado robar muchas banderas: la del medioambiente, la de los derechos sociales… Al renunciar a esos espacios su cuerpo electoral se achica.

Esta renuncia ideológica es incomprensible, ahora que tanto se aclama la serie Chernobyl, deberíamos recordar que fue el socialismo real el que provocó la mayor catástrofe ecológica de la historia y también deberíamos tener presente que ha sido la derecha la que en diversos momentos de la historia ha liderado la resolución de las crisis europeas.

La victoria frente al fascismo se achaca a los conservadores De Gaulle y Churchill; la caída del muro y la posterior reunificación no se entiende sin el democristiano Khol; y el primer sindicato libre de Europa Oriental lo impulsó un conservador como Walesa.

Fukuyama puede tener razón, el fin de la historia fue la victoria del capitalismo sobre el socialismo y eso dio la libertad a centenares de millones de personas pero, en cambio, la victoria ideológica y del relato es de la izquierda.

La izquierda ha conseguido que se relacione a la derecha con avaricia, insolidaridad e injusticia cuando en realidad es todo lo contrario: premio al esfuerzo, mayores oportunidades, derecho a soñar con un futuro mejor.

La izquierda ha impuesto un relato basado en que solo ellos creen en la diversidad y la solidaridad cuando es precisamente al revés. Solo las sociedades prósperas, con poca regulación y estables permiten grandes dosis de solidaridad como resultado de las posibilidades económicas de sus habitantes.

Steve Bannon, ideológico y estratega de la campaña de Donald Trump puede parecernos un ser detestable, pero hace algo de lo que la derecha debería de tomar nota: crear un think tank global, potente, que genera ideas para una opción tremendamente equivocada, como es la ultraderecha de Salvini, Lepen, De Wilders y otros.

En los Estados Unidos los think tanks son verdaderas máquinas generadoras de ideas que hacen propias las diversas candidaturas que compiten a la presidencia. Las constantes reformulaciones del GOP (republicanos) no son posibles sin el trabajo de CATO, Heritage o American Entreprise. En España lo más parecido a eso ha sido FAES. La derecha necesita una gran FAES para debatir, pensar y formular propuestas sin complejos que puedan ser analizadas lejos de la ansiedad que implica la praxis de la política cotidiana basada en la guerrilla de la declaración y la contradeclaración.

La derecha quizá pueda formular propuestas que conecten la solución a la España vaciada y la recepción de inmigración. La derecha quizá pueda un día argumentar sin rubor que la progresividad fiscal no es más justa, sino que castiga a los que más aportan a la sociedad: empleo e inversión. Y así podríamos seguir en multitud de temas.

Tras las elecciones generales del 28-A, parece que estemos condenados a una división en tres trozos de la derecha en España, a las que sumar diversas derechas regionales (PAR, PRC, CC….) pero ese es un debate superficial. De las tres derechas se convertirá en hegemónica aquella que sepa adaptar su ideario a las demandas y expectativas de la sociedad.

Ciudadanos y sus resultados en Cataluña las dos primera décadas del siglo XXI son un buen ejemplo de ello, y lo mismo podríamos decir del PP de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid durante los tres primeros lustros de este siglo. Eso ya pasó y solo la revitalización ideológica, el combate de las ideas cuerpo a cuerpo con la izquierda puede devolver a la derecha al poder.

Ser homosexual no es de derechas ni de izquierdas, legislar para todos, sea cual sea su condición sexual buscando la igualdad, sí es de derechas. Dejarse llevar al rincón del tatami es un complejo que la derecha debe quitarse de encima y cuando defienda la libertad de orientación sexual a la vez que la protección de la familia volverá a la senda de la victoria.

La derecha tiene una gran ventaja: tiene razón. Por su izquierda fallan por el talón de Aquiles. Sin prosperidad, ni industria, paradójicamente, no hay política ambiental posible. Por su extremo no se sostiene: hoy en día nadie en su sano juicio el 6 de junio de 1944 hubiera elegido defender la playa y no desembarcar en Omaha. Pues bien, la derecha es la que desembarcó y la que defiende el progreso. Si lo recuerda, lo actualiza y lo explica tendrá un gran partido que además será ganador, con todo el respeto a otras opciones periféricas minoritarias que no tienen por qué desaparecer.

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