¿Por qué Euskadi es líder en innovación?

Hace unos años si uno hablaba de innovación o de proyectos punteros en el País Vasco salía la respuesta de siempre, «sí, hay mucho talento, hay mucha preparación, pero falta inversión en el ámbito tecnológico». Ahora las cosas han cambiado hasta tal punto que Euskadi se ha convertido en referente de innovación para el resto de Comunidades Autónomas. ¿Cuál es el secreto? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué hay de especial en esta región?

La primera afirmación es cierta. Mejor aún, es cuantificable. Hay preparación de sobra. El porcentaje de población activa con educación superior es del 45%. Quizá este dato por sí solo no nos diga nada, pero  si  lo comparamos con la media de la Unión Europea (26,9%) y con la de nuestro país (31,6%) la cosa cambia.

No sorprende, entonces, que con grandes profesionales detrás, starts ups como Anboto o Sustainable Reference cuentan con presencia en Silicon Valley. O que la compañía Ticketbis sea un referente y venda entradas en 20 países.

Tampoco debería sorprender que el 26% de las start ups españolas que cuentan con capital internacional sean vascas: en este momento es el tercer destino del estado, tras Madrid y Barcelona (aunque, en términos de visibilidad, no se le dé tanto bombo como a otras latitudes). Esto muestra no sólo que es un lugar atractivo para las multinacionales porque es fácil hacer negocio, sino también la alta competitividad y el carácter emprendendor de la región. Anda, ahí tenemos los dos factores esenciales para la reactivación de nuestra economía.

He empezado por los datos más deslumbrantes (siempre queda bien hablar de Silicon Valley), pero no todo es, ni mucho menos, inversión extranjera. Son muchas las empresas vascas que apuestan por invertir en start ups. Y esto es lo más interesante de todo. Cada vez más, grandes empresas, de las de toda la vida, están creando departamentos de inversión en nuevos negocios. Están arriesgando.

Las compañías saben de sobra el tirón que tienen las empresas de nuevas tecnologías, frente a otros sectores productivos tradicionales. También conocen las ventajas de diversificar las áreas de negocio. El ecosistema favorece está inversión, sobre todo por tres pilares: las políticas públicas que tienen la transformación de la industria como principal baluarte, las aceleradoras que diseñan y desarrollan nuevos proyectos y una estrecha cooperación entre la universidad y las empresas. Y hago especial hincapié en la importancia de trasladar a las empresas los proyectos surgidos en el ámbito académico.

Claro que aún queda mucho por hacer; y mucho por invertir. Claro que esto sólo es el principio y que la financiación y la  búsqueda de socios estratégicos siguen siendo el principal reto para los emprendedores. Claro que el desarrollo no es el mismo en unas comarcas de la región que en otras. Y que muchas de ellas se han visto muy castigadas por la crisis y necesitan un impulso extra (que a veces no llega) para sacar a flote nuevos proyectos.

Pero lo que mejor están haciendo las grandes compañías –y en eso, corríjanme si me equivoco, marcan la diferencia con otras comunidades– es aportar valor al tejido productivo y social del País Vasco. En pocas palabras, su prioridad es crear riqueza pero también empleo a largo plazo.

Todo ello en base a negocios de posible desarrollo local pero venta global. Un ejemplo que me viene a la cabeza es Maier, empresa del grupo Mondragón, una de las cooperativas más grandes de Europa. Hay muchos más.

Lo importante para seguir avanzando en esta dirección es implementar el modelo de la especialización inteligente. ¿En qué consiste? En que cada área económica se debe especializar en hacer mejor lo que ya hace bien; y las diferentes instituciones deben apoyar aquellas iniciativas que se enmarquen en los sectores en que cada uno sea mejor.

En Euskadi, hay tres sectores estratégicos muy interesantes en este momento en los que poner la lupa: la fabricación avanzada, la energía y la biosalud. Euskadi está en el mapa. No lo pierdan de vista.