Por cierto, ¿qué opina Amancio Ortega?

El mundo de los negocios en España, y, en gran medida en todo el continente europeo, –aunque cueste reconocerlo– suspira por el modelo anglosajón. A los empresarios y, en conjunto, al sector económico, les gusta el sentido práctico y la voluntad de llegar a acuerdos sin grandes aspavientos de la escuela anglosajona. Nos guste o no, los británicos, primero, y los norteamericanos, posteriormente, han ganado la batalla de las ideas y conducen el mundo. El modelo presenta grandes desajustes, las grietas del sistema, como las denomina el gran economista indio Raghuram Rajan, pero sigue adelante.

Sin embargo, en España no se aplica todas las enseñanzas de los anglosajones. Y no se recogen las enormes virtudes del modelo. Una de ellas es la presencia en el debate público, en el ágora, de los empresarios, de los grandes señores del capital, que en Estados Unidos, por ejemplo, participan sin problemas y ofrecen sus ideas y sus opiniones para mejorar la situación del país.

Y resulta que en España el gran señor es Amancio Ortega, que posee una fortuna calculada en más de 63.700 millones de euros, y que se acaba de convertir en el segundo hombre más rico del mundo, sólo por detrás de Bill Gates.

Ortega ha superado a Warren Buffett, y, aunque se conocen todas las marcas del imperio Inditex, y ha copado las grandes avenidas comerciales de las ciudades españolas, no se sabe apenas nada de lo que piensa sobre la evolución económica y política de su país.

¿Se puede permitir España que el gran hombre empresarial del país no esté presente en el debate público? ¿Por qué se premia siempre esa idea de la discreción, de qué hombre más elegante, porque no se sabe nada de él?

Leopoldo Fernández Pujals, el presidente de Jazztel, ha asegurado que Amancio Ortega o Juan Roig, el hacedor de Mercadona, «serían los mejores gobernantes». Pero, aunque Roig se despierta a veces con algunas ‘sugerencias’, no se sabe nada de lo que opinan nuestros grandes empresarios. ¿Lo ven lógico?