Imaginemos que llega el gobierno de los mejores gobernantes a un país con un alto nivel y presencia de la industria en su tejido productivo. Supongamos que para regir las políticas de ese ámbito, el presidente del Gobierno de los mejores decide fichar como director general de Indústria a Joan Sureda Martínez. De esas hipótesis sale la siguiente tesis: este alto cargo es el mejor y más preparado profesional de Catalunya para administrar ese área en nombre de los intereses de CiU.
Miren, me dicen que no, que se han equivocado en la elección. Que si ya resulta arriesgado poner de conseller a un profesor de Esade, más complejo todavía es que este sea capaz de hacer un equipo que no resulte, en buena medida, una mala réplica de sus virtudes o una deficiente construcción a su imagen y semejanza.
Sureda es un bluf, me dice un entendido. Otro, que es un enteradillo. Un tercero, que me habla de los consejos de administración en los que tiene que participar el director general de Indústria, que es un descarado con los temas económicos, los del bolsillo, se refiere.
Servidor no tiene el placer de conocer todavía al polémico nuevo responsable de la Indústria catalana y por eso pongo por delante los hechos a los juicios que pudiera merecer. Pero teniendo en cuenta el nivel de alguno de sus antecesores (Josep Piqué, Miquel Puig, Maite Costa o Antoni Soy, por ejemplo), quién duda hoy de que algunos de ellos se están muriendo de la risa de ver cómo van las cosas ahora en ese departamento. Y no porque no quieran al país, incluso algunos quieren al partido gobernante, sino porque si esto era una muestra de gobierno de la excelencia, ¡cómo será lo contrario!
El conseller se lleva los revolcones, que para eso también se quedará las medallas (si las hubiera). Francesc Xavier Mena es al final el responsable último de la política industrial en Catalunya, pero sería injusto culparle de todo. A Sureda, lo que es de Sureda. Es suyo, por ejemplo, el cabreo que ha provocado en los trabajadores de Alstom (donde se van a perder 400 empleos); o la tranquilidad con la que acepta la caída de la industria de la motocicleta (Yamaha, Derbi…)
Había un sindicalista responsable en materia industrial que a todas estas cosas las llamaba por su nombre y hoy seguramente a la vista de lo que acontece ya habría rejoneado sobre la cuestión. Pero, por desgracia, en materia de debate industrial cualquier tiempo pasado fue mejor.
Hay al menos tres patronos con los que he podido comentar el perfil del director general de Indústria. Ellos sí que se han entrevistado ya con él. Y su opinión es mejorable. En dos casos muy mejorable. Con independencia del tono con que fueron recibidos y tratados, la queja era una verdadera carga de profundidad: “ni nos ha escuchado ni le interesa lo que queríamos explicarle”.
Cuando me lo dijeron pensé eso tiene buena pinta. Igual es un director general de Indústria que no quiere rendir pleitesia al empresariado. Pero no, tampoco. Consultada la otra parte, la sindical, la opinión no mejora. Así que la política industrial está todavía peor regida que la de empleo, innovación o cualquier otra rama económica vinculada.
No quiero preocuparme. Quizá es que como son tan buenos ya piensan como Solchaga dos décadas antes cuando dijo aquello de que la mejor política industrial es la que no existe. Y vaya, que se la están cargando discretamente para bien común. En fin, ojalá sea eso y no tengamos que pedir la dimisión de Sureda a la vuelta del verano.