Poner la vela donde sopla el aire
Decía Santiago Carrillo que «en la política el arrepentimiento no existe. Uno se equivoca o acierta, pero no cabe el arrepentimiento». Arrepentirse no tiene ningún sentido. Lo hecho, hecho está y qué le vamos a hacer. Si en la política no existe el arrepentimiento, ¿qué debe hacer el político que no acierta a tomar una buena decisión? La única salida que le queda es rectificar, puesto que, como dijo el presidente John F. Kennedy, que fue un político tan pillo como Carrillo, lo que en política no es totalmente correcto, está mal.
La descompresión que estamos viviendo estos días después de tres meses de incertidumbre, de luchas mediáticas y de negociaciones agónicas, debería abrir un período de reflexión sobre cómo debe actuar el soberanismo para resolver la «contradicción principal», formulado en términos marxistas. No obstante, que nadie se confunda, a pesar de que la crisis matrimonial de Junts pel Sí y la CUP haya acabado en divorcio, aunque parezca lo contrario, no soy de los que piden que se paren las máquinas. De ninguna manera. Lo que pido es que seamos serios.
Conozco mucha gente que votó a Junts pel Sí sin ser independentista. Fernando Trías de Bes lo reconoció públicamente en una charla reciente junto a Francesc-Marc Álvaro, quien votó lo mismo pero con la afirmación independentista a cuestas. También conozco personajes relacionados con el mundo del Círculo de Economía, el think-tank de los empresarios catalanes, presidido por un unionista acérrimo, que votó a la CUP por anticapitalista, porque el independentismo de ese altermundista de salón parece que era únicamente circunstancial.
Ante un desbarajuste electoral tan grande, con electores tácticos que a la primera de cambio depositan la papeleta del partido que representa lo contrario que habían votado anteriormente, la dirigencia de este país debería andarse con cuidado. Lo que ocurrió entre las municipales del mes de mayo pasado y las plebiscitarias del 27S en Nou Barris no se puede obviar.Veámoslo.
En las municipales Ada Colau arrasó y en septiembre, en cambio, Inés Arrimadas sacó unos resultados envidiables para un partido de derechas. Ese contraste electoral sólo se explica a partir de una identificación nacional de los votantes, porque ideológicamente Barcelona en Comú y Ciutadans no tienen nada que ver. Ese voto «étnico» no es nada despreciable. Es una cuestión de ciudadanía y tiene que ver con la asunción o no del ideal de catalanidad y no con el idioma materno de cada uno.
No estoy diciendo, como afirman algunos izquierdistas, que las clases populares catalanas hablen español mientras que las clases medias y altas sean el bastión del catalán. Esa estupidez se la dejo a los ideólogos postcomunistas y a los neo independentistas que creen que dirigiéndose en español al electorado van a triunfar.
Los resultados electorales del 20D no dejan lugar a dudas. En Nou Barris, el distrito de menor renta per cápita de la ciudad que en las plebiscitarias dio la victoria a Ciutadans, volvió a coronar a los comunes de Ada Colau, seguidos de los socialistas. Los independentistas quedaron a bastante distancia. La ecuación que debe resolver el soberanismo es por qué sigue funcionando el círculo vicioso que antaño benefició al PSC. Los socialistas eran C’s y Podemos al mismo tiempo.
Estoy convencido de que el proceso soberanista catalán no tiene marcha atrás. Pero también estoy convencido de que puede hacerse mejor y con menos autoengaños y trampas. España es irreformable, porque no existe ningún partido mayoritario que sea capaz de reformar nada. Ni siquiera Podemos se atreve porque sabe que sus 69 diputados, de los cuales ya ha perdido 4 porque son de Compromís, se basan en el empuje de las «periferias», al decir de Xavier Domènceh, que creyeron en la promesa del referéndum mágico que proponen los comunes hasta que se olviden de él con la justificación de echar al PP.
La promesa funcionó, sin embargo. El pensador anticapitalista al servicio de los empresarios que el 27S votó a la CUP, el 20D, cuando aún no habían pasado dos meses, votó por En Comú Podem porque se creyó que puede existir un pujolismo de izquierdas.
No hay marcha atrás; pero, por favor, asumamos la complejidad. Sigamos el consejo de Antonio Machado, el poeta que supo observar que «en política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela». Se trata de dejar a un lado la frivolidad de quienes tienen responsabilidades políticas y de menospreciar a esos mandarines intelectuales de lo táctico, que predicen lo que va a pasar cuando lo ocurrido ya no tiene remedio. Luego, cuando la realidad les supera y no aciertan con la solución, unos y otros se arrepienten cuando lo suyo sería que reconociesen que se habían equivocado.