Políticos pardillos o el robo de la intimidad

Las filtraciones de las palabras de Miquel Iceta y David Bonvehí difuminan la línea entre la privacidad y la esfera pública de los políticos

Cualquiera puede cometer un error. Para empezar, los primeros que pueden cometerlos son quienes opinan sobre lo que ocurre a su alrededor. Nadie en infalible y por lo tanto todos podemos vernos obligados a rectificar o a justificar una acción hecha o una frase dicha con una intención y que los demás interpretan exactamente al revés. Quien diga que no ha vivido una situación como esa, miente. O es una arrogante. O bien es un político de la vieja escuela, que más da.

Albert Sáez, un periodista que ha reflexionado mucho —y muy bien— sobre la comunicación en la era de predomino de Twitter, Facebook, Whatsapp y todo tipo de redes sociales, escribió un artículo para comentar los dos últimos casos en los que ha quedado demostrado que la mayoría de los políticos sigue sin entender las claves de la era digital. Efectivamente, Miquel Iceta y David Bonvehí fueron grabados en la intimidad partidista mientras protagonizaban una reflexión política. Esa es la cuestión y no, como estoy seguro de que piensan algunos, si tenemos derecho a conocer las conspiraciones políticas urdidas en secreto, que es lo que ocurrió con la filtración de las conversaciones entre el ministro Jorge Fernández Díaz y el director de la Oficina Antifraude, Daniel de Alfonso.

La mayoría de los políticos sigue sin entender las claves de la era digital

Preservar la privacidad de las reflexiones políticas me parece algo sano, descubrir a los delincuentes políticos lo considero imprescindible. Y sin embargo, el Tribunal Supremo condenó al juez Garzón a once años de inhabilitación por un delito de prevaricación cometido durante la instrucción del caso Gürtel y unas escuchas telefónicas que autorizó ilegalmente. La línea entre lo público, lo privado y lo íntimo es muy fina y pude llevarnos a cometer actos injustificables e injustos.

Afirma Sáez que la era digital diluye la frontera entre la conversación pública y privada porque se puede grabar todo y la gente cree que tiene derecho a verlo y escucharlo todo. La conclusión del periodista y profesor es que los políticos deben asumir que no pueden hacer nada que no estén dispuestos a contar en público, pues si ellos no lo cuentan alguien lo va a contar por ellos.

Eso siempre ha sido así. La diferencia entre las filtraciones de antaño y lo que ocurre hoy en día es que ahora existen artilugios que permiten grabar las conversaciones realizadas en la intimidad y redes sociales para difundirlas de inmediato. Lo que ha cambiado es el oficio de periodista, porque en la era digital los periodistas han dejado de ser el médium entre la noticia y el público y a menudo se ven superados por lo que ya se sabe a través de las redes. Un debate interesante que dejo aquí porque no es mi especialidad.

Los políticos deben asumir que no pueden hacer nada que no estén dispuestos a contar en público

Lo que realmente me preocupa es la naturaleza ética de lo ocurrido con Iceta y Bonvehí. ¿Cuál de las dos situaciones le parece a usted más reprobable: que un “compañero” tuyo te grabe mientras estás dando explicaciones en la última ejecutiva federal del PSOE y después lo filtre a la prensa o bien que dos miembros de un partido rival al tuyo graben lo que estás discutiendo con tus allegados acerca de los posibles escenarios políticos y que después lo difundan por Whatsapp? Piénselo un poco antes de responder.

En política, como en la vida, existen unas normas éticas que no deberían traspasarse. Lo ocurrido con Bonvehí e Iceta supera esos límites y demuestra hasta qué punto el puritanismo se ha infiltrado en nuestras vidas. Y la política en manos de puritanos es el preludio de una nueva inquisición que contribuirá a destruir la democracia, que es el sistema político que mejor defiende la privacidad y la intimidad.

En política, como en la vida, existen unas normas éticas que no deberían traspasarse

A mi me parece que el acto de contrición de Iceta en la última ejecutiva federal del PSOE, donde avaló la actualización del pacto entre los dos partidos y calificó de “error” el voto contrario a Rajoy del PSC, es, simplemente, ridículo. Pero estoy seguro de que responde a lo que piensa Iceta.

Del mismo modo que creo que es una memez absoluta lo que dijo el coordinador de organización del Pdecat, David Bonvehí, sobre que “si el proceso acaba mal presentaremos un candidato autonomista”, aunque es posible que este señor esté convencido de ello. El político no sólo debe ser un buen argumentador, sino que también debe parecer coherente con lo que está haciendo y ninguno de los dos, Iceta y Bonvehí, parecen serlo a la luz del sentimiento mayoritario de las bases socialistas y eurodemócratas.

Puedo reprochar a Iceta que tire por la borda la historia del PSC para retornar a la Federación Catalana del PSOE anterior a la unificación socialista, y puedo reprochar a Bonvehí que sea un ingenuo por pensar que después del órdago de estos últimos años el Pdecat podrá volver a ser la mansa CiU de los años que todo el mundo considera corruptos. ¿Y qué? Esa es mi opinión. Pero lo que yo crea sobre unas declaraciones que parecen salidas de la boca de dos pardillos, no me impide reprobar a los que las grabaron y difundieron sus palabras sin su permiso. Eso es espionaje y no información. Eso es robar la intimidad.

La política en Cataluña está dominada por políticos que tienen más vocación de gurús que de estrategas

La confusión entre lo que debe reservarse a la vida íntima y lo que es públicamente relevante, le ha traído severos perjuicios al debate público contemporáneo. Si los políticos no pueden debatir en privado lo que quieran, incluso autoengañándose, lo cierto es que nuestra sociedad tiene un problema grave. He asistido a algunas reuniones políticas que parecían verdaderas terapias de autoayuda, porque la política en Cataluña está dominada por políticos que tienen más vocación de gurús que de estrategas.

Es por eso que lo peor de las reflexiones de Iceta y Bonvehí fue la justificación pública a posteriori de lo dicho en privado. Ahí es donde los dos políticos, aunque Iceta sea un tipo más experimentado que Bonvehí, rozaron la idiotez. La política divorciada de prioridades e ideales se auxilia en lo banal para cubrir sus miserias. Ese es el mayor peligro de nuestros días, como también lo es negar la necesaria intimidad que requiere en ocasiones el debate político.