Políticamente indeseables, tránsfugas y autostopistas políticos

En esto de la democracia interna de los partidos, al parecer unos crían la fama y otros cardan la lana. No hay organización política perfecta. Ni líder sin mácula.

Últimamente las ciencias políticas adelantan que es una barbaridad, casi no da tiempo a adaptarse a las legislaturas exprés, elecciones de vértigo, partidos start-up, gente que cambia de marca como quien hace autostop, es decir, moviéndose siempre en coche ajeno y sin pagar nunca la gasolina. ¿Qué diferencia el autostop político del transfuguismo de toda la vida?

Bueno, para empezar conviene tener claro qué es un tránsfuga. No todo el mundo que cambia de partido lo es.

Se puede perder la fe. Entonces hay quien guarda un desmotivado silencio hasta que su compromiso institucional se agota, hay quien se larga dando un portazo, pero dejando el acta a la salida como un señor, o como una señora.

Hay incluso quien se queda porque cree que tiene derecho a hacer visible su insatisfacción desde dentro, como es por ejemplo el caso de Cayetana Álvarez de Toledo y su retumbante alegato Políticamente indeseable. Las batallas internas de los partidos son duras, no todo el mundo se atreve a darlas.

No todo el mundo se atreve a hacer lo que por ejemplo hizo Pedro Sánchez, que casi abre en canal el comité federal del PSOE, diseñado expresamente por Alfonso Guerra para que nadie pudiera hacer lo que hizo Pedro Sánchez cuando le echaron, y salir vivo. A falta de otras cualidades, cierto arrojo sí hay que reconocerle al actual presidente del gobierno.

Se jugó el todo por el todo contra la dirección de su propio partido y ganó. España todavía está pagando los platos rotos, pero Pedro Sánchez ahí sigue.

Y más que seguirá después de que Pablo Casado se haya pegado un tiro en el pie en Castilla y León.  Me gustaría romper una lanza hoy y aquí en favor de Paco Igea, el heroico candidato de Ciudadanos a esas elecciones.

Sacar un escaño puede parecer poca cosa cuando se tenían 12. Pero en las condiciones con las que Igea tuvo que lidiar, eso es toda una proeza.

La insidiosa campaña de “Ciudadanos está muerto, está muerto, está muerto…” es muy difícil de combatir cuando, a diferencia de tus adversarios, no cuentas con toneladas de publicidad institucional para subyugar medios de comunicación, difundir bulos y cocinar encuestas. Sé de lo que hablo más por mis décadas de periodismo que por el año que llevo de diputada.

En un escenario político tan fragmentado y volátil como el actual, con las actuales leyes electorales y con una polarización tremenda en el ambiente, cuando suenan tambores de guerra así, no queda otra que apretar los dientes, mantener el rumbo y tener una convicción granítica. De que ni Castilla y León ni el conjunto de España se merecen un mapa político como el que se está quedando.

Se da además el caso de que Igea llegó en su día a disputarle el liderazgo de Ciudadanos a Inés Arrimadas, y perdió. Y ahí le ven, arropado por todo un partido que ha cerrado filas con su extraordinaria campaña.

Hay muchas maneras de ser crítico. También hay que decir a favor de Arrimadas que no intentó aprovechar el adelanto electoral en Castilla y León ni la inestabilidad de una comunidad tan importante para perjudicar a su antiguo rival.

Eso sólo habría podido marcar la diferencia entre que te intenten borrar del mapa y que lo consigan. Me pregunto cómo habría procedido otra gente en una situación similar. 

Vamos a decirlo todo, en esto de la democracia interna de los partidos, al parecer unos crían la fama y otros cardan la lana. No hay organización política perfecta. Ni líder sin mácula.

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas

Pero, si tenemos que aquilatar la grandeza de alguien o de algo por los enemigos que tiene…bueno, hay partidos aparentemente -o momentáneamente- pequeños que en el fondo son grandes. Y seguramente es cuestión de tiempo que eso vuelva a reflejarse en las urnas. 

Volviendo al principio: un tránsfuga no es un disidente. Si lo fuera, plantearía alternativas (de proyecto, no sólo personales) desde dentro, o se iría, incluso a otro partido, pero sin llevarse el acta de concejal o el escaño de diputado.

Las listas abiertas serán un sueño húmedo para muchos. Pero hoy en día todos los cargos electos en España lo son por listas bloqueadas y cerradas, es decir, que nadie es votado por su cara bonita, sino por el músculo de todo un equipo.

Aciertos y errores son mancomunados. A saber cuántos abusos y cuántas injusticias se habrán cometido en todas partes en nombre de la disciplina interna.

Pero tampoco parece muy coherente aceptar de buen grado esa disciplina cuando te beneficia, y cuestionarla sólo cuando perjudica tus intereses, o aprovechando un revés electoral para sacar rencores a relucir. El despecho no es exactamente lo mismo que el coraje. 

Más en un momento que a los tránsfugas de toda la vida les ha salido una dura competencia, la fascinante nueva especie que yo llamo los autoestopistas políticos. A saber: aquellos que no se limitan a migrar de un partido a otro con el acta en la boca, sino que, dando un pasito más allá, intentan hacer pasar unas cuantas actas viejas por un partido nuevo.

Vamos, como quien roba piezas de distintos coches, de este una rueda, de aquel la batería, etc, y pretende estar al volante de un Jaguar recién salido de fábrica. Esto lo estamos viendo últimamente en algunos puntos de Cataluña: una persona gana un acta de concejal o de diputado con un partido, al día siguiente dice que ese partido ya ni fu ni fa, de repente una mano de chapa y de pintura y zas, aquello ya pretende ser un partido nuevo…antes incluso de pasar por las urnas.

El autostopismo político es un transfuguismo ni siquiera hacia otro partido consolidado, votado ya por la gente con anterioridad, sino hacia uno que todavía no existe, al que todavía no ha votado nadie nunca

El autostopismo político es un transfuguismo ni siquiera hacia otro partido consolidado, votado ya por la gente con anterioridad, sino hacia uno que todavía no existe, al que todavía no ha votado nadie nunca…aunque con tremendo desparpajo se pretenda que sí, que el refrendo popular va a ser un mero trámite. ¿Alguien se imagina que yo un día de estos, al llegar al Parlament, como no quien quiere la cosa, en lugar de sentarme al lado de Nacho Martín Blanco, me sentara en el regazo de Salvador Illa, a ver si cuela que soy socialista de toda la vida, sin necesidad ni de entrar en sus listas?

Peor aún: ¿se imaginan que convenzo a Nacho de que nos agarremos él y yo nuestros escaños, nos vayamos a sentar al gallinero del Parlament, y desde allí anunciemos solemnemente que ya no somos de Ciutadans sino que nos autoproclamamos, vamos a suponer, orgullosos presidente y secretaria general del Partido de Ande Yo Caliente?  Para eso se inventaron los grupos mixtos: para los rotos y los descosidos de los partidos.

El portavoz de un grupo municipal deja de serlo cuando pierde la confianza de la dirección del partido. Ante eso puede acatar y seguir o, si de verdad cree que es víctima de una gran injusticia, coger y largarse.

Pero lo que no puede es secuestrar la marca cuya confianza ha perdido. Y si quiere fundar una marca nueva, no la podrá usar hasta que esté validada por las urnas.

No a lomos del cargo electo que ostenta en representación de una marca anterior. Hasta entonces, no adscrito y a correr. 

Todo esto, que espero que se aprecie que es bastante de sentido común, a lo mejor no habría que explicarlo de no haber tanta gente nerviosa intentando ocupar espacios políticos que ni siquiera sabe seguro si existen y si, de existir, le pertenecen. Por mucha ilusión que a algunos les pueda hacer una UPN catalana, vamos a suponer, primero tendrán que crearla en la vida real.

Con sus propios diputados y concejales, ganados en buena lid…no haciendo pasar por suyos diputados y concejales que de momento lo son con los votos de otra gente. Es que parece que no, pero son estas cositas las que alejan a la gente de la política.