Política y Economía. O al revés
El nerviosismo y caídas en los mercados financieros de las últimas semanas de 2015 y las seis primeras de este año no fueron fruto de histerismos de especuladores.
Fueron y siguen siendo (la mayoría de índices siguen marcando pérdidas en relación a inicios del año) la consecuencia de fuertes dudas sobre el comportamiento de la economía global y ante todo sobre la capacidad de las administraciones para poder hacer frente a una eventual nueva recesión global.
Esta duda sobre la capacidad de las «administraciones» afecta tanto a los gobiernos tradicionales, encargados de la política fiscal/presupuestaria y de las reformas estructurales, como a los bancos centrales, autoridades más o menos independientes para aplicar los diversos instrumentos de política monetaria.
Son por lo tanto preocupaciones sobre la fortaleza o más bien sobre la debilidad económica, pero es sobre todo inquietud sobre la capacidad de confrontarlas ante la clamorosa falta de instrumental (los presupuestos están exhaustos y el endeudamiento en máximos, mientras los tipos ya no pueden bajar más) y de capacidad política. Diríamos incluso por falta de saber que hacer o que poder hacer.
Resumamos la frágil posición de muchos gobiernos.
En los emergentes, Putin, sin el apoyo de los ingresos por materias primas prioriza el enfrentamiento con occidente para mantener el apoyo de sus ciudadanos empobreciéndose; en Brasil, la presidenta se encuentra en pleno impeachment y en la mayor crisis institucional de los periodos democráticos brasileños, y en México, Peña toca fondo en aprecio social tras comprobarse que quien manda son los cárteles.
En occidente, Europa no arregla su bivalencia paralizante entre los gobiernos nacionales y una Unión amenazada por el Brexit, los refugiados, los nuevos populismos, y la inacción en Ucrania; mientras el crecimiento del continente vegeta. En EEUU, casi único oasis de buena marcha económica, surge la gran duda de si la expansión resistirá el año post electoral (2017).
Particularizando en España, pero lo podríamos hacer en Francia, Italia o en cualquier otro país europeo, aquí los políticos no solo no logran formar gobierno desde hace 4 meses sino que cada día demuestran más su total desconexión con el devenir económico nacional e internacional.
Por lo tanto, doble desconfianza: a la política se le han acabado los instrumentos de política económica y monetaria para revertir su creciente debilidad, y los políticos están inmersos en unos líos y desconciertos tan serios que no son capaces de imaginar otras políticas alternativas que, sobre todo y por descarte, deberían ser políticas de oferta, pero que les implicaría fuertes desgastes electorales dada su total incapacidad y falta de reputación para explicarlas y hacerlas asumibles por la ciudadanía.
No es de extrañar que esta retroalimentación entre política y economía esté actuando estos días de forma fuertemente negativa. Los agentes económicos privados no pueden sino dudar muy seriamente de la capacidad política para ayudar a cambiar la tendencia económica, mientras los políticos, inmersos en sus propias guerrillas, se miran la economía con el pasmo de la incapacidad y de la incomprensión.