Política ficción con moción de fondo
No sería de extrañar que Sánchez tienda la mano a Casado en la moción de censura porque prefiere a un líder débil como él que a otro como Feijóo
Muy a menudo, demasiado, la política no es más que una pantalla para cubrir, recubrir y edulcorar el ejercicio descarnado (y Dalí diría putrefacto) del poder. A la vuelta de un tour de política real, pulso a pulso por Europa, con multitud de sapos engullidos a fin de conseguir un acuerdo no desfavorable, Pedro Sánchez, a fin de resarcirse de tantos sinsabores, no contento con un resultado final nada desdeñable ni con la escenita del aplauso forzado de los suyos, monta otra exhibición de mando único.
Para ello se diseñó la mal llamada conferencia de presidentes autonómicos. Ni siquiera llega a reunión. Es una solemne y vacua foto fija del vasallaje.
Quien no lo vea así que contraste el encuentro con el sinfín de viajes, entrevistas, presiones y negociaciones que precedieron el acuerdo sobre los fondos post Covid con esta ficción en la que se incluye la real mirada aguileña de Felipe VI, no como un reconocimiento del gobierno al monarca sino al revés, una muestra de sumisa obediencia del jefe de la Casa Real.
Solemnidad de cartón-piedra
Una ficción cuidadosamente planificada con la finalidad de inmortalizar en una instantánea la España que, en tiempos de zozobra, consigue mantenerse a flote gracias a la unidad impuesta por el capitán que la lleva a navegar de nuevo rumbo a un espléndido y futuro amanecer de país súper avanzado. El orden del día, la gestión de la pandemia, los fondos, las diferentes intervenciones, no son sino un hueco en el interior del vacío, naderías envueltas en la pura nada.
La gestión de lo más difícil y controvertido del virus, los brotes y los rebrotes, seguirá centrifugando a menor gloria de los obedientes, así como del único desobediente. El reparto de los fondos se dividirá entre los criterios/conveniencias/preferencias de La Moncloa y lo que Bruselas consiga mantener en pie de las condiciones impuestas para desarrollar el sur según los acreditados y competitivos criterios del norte a fin de que deje de ser un lastre de una vez por todas.
Poco importa si tal hazaña histórica va a cumplirse o quedará para la próxima ocasión o rescate. Para cuando dentro de una década conozcamos el destino de arribada de una singladura iniciada con esta solemnidad de cartón-piedra, lo más probable es que ninguno de los que salgan en la foto esté ya en el poder.
Urkullu, el cobrador del frac
Ni que decir tiene, aunque sea de paso, que muy al contrario de las opiniones que interpretan los desplantes, el inicial del taimado Urkullu y el del impertérrito y aparente bonachón de Torra como un deslucimiento, en realidad refuerzan la imagen que se pretende difundir. Como en la ficción del Gólgota, la pataleta del malhechor que se niega a arrepentirse, en contraste con Urkullu reconvertido en cobrador del frac, refuerza las bondades del todopoderoso dispuesto a redimir a los indigentes.
Fuera de la representación, en el mundo real, las presencias no tendrán efecto alguno, como se demuestra, modo contrario, con las dos ausencias. Torra se desvanece y ya casi no existe como político mientras Urkullu se dispone a seguir como si tal cosa fijando unilateralmente precios abusivos a su puñado de votos cuyo valor multiplicará mientras sigan siendo imprescindibles para la obtención de cualquier mayoría.
Las conveniencias superan a las ideas
De manera que Pedro Sánchez se irá de vacaciones con la laureada aureola del invicto. Y con las incógnitas de su travesía, las que de veras le importan, más despejadas que las del futuro de España. De manera que quienes suspiran por verle fuera de La Moncloa tienen cada vez más números para esperar sentados hasta el final de esta legislatura, tal vez incluso de la siguiente.
En este punto conviene rememorar que fue un político socialista, François Mitterrand, quien cambió la normativa electoral al gusto de Le Pen a fin de dividir a la derecha y mantenerse en el poder. Lección a no olvidar: las conveniencias de los políticos pasan por encima de sus ideas, incluso de sus convicciones (en caso de tenerlas, claro).
El recordatorio viene a cuento por la anunciada moción de censura de Abascal contra Casado, si bien formalmente vaya dirigida contra el presidente del Gobierno. Regalo y ocasión de lucimiento con el que Sánchez puede encontrarse a la vuelta del estío.
No sería de extrañar que, en un ejercicio público de falsa magnanimidad, tienda una pudibunda, y por ello ficticia mano al líder de la oposición, porque prefiere a uno debilucho y sin fuerzas ni empuje a un recambio, que bien podría ser Feijóo, con ideas y energías para presentarle batalla con alguna posibilidad de éxito.
La política tiene mucho de ficción, de escenificación y de representación. El único modo de no caer en las trampas de sus encantamientos es no perder nunca de vista que lo real es el poder. Y manda Sánchez. Y más que mandará por mucho que sus trucos y sus trampas de ególatra se pongan al descubierto.