¿Podrían 20 chimpancés escribir ‘Hamlet’?
Existe una teoría que dice que si encierras a 20 chimpancés en una habitación llena de máquinas de escribir, existe una probabilidad, aunque tan remota que puede que nunca ocurra, de que acabe saliendo Hamlet. Pues bien, esto es lo que viene a la cabeza si uno, de vez en cuando, recopila lo que está ocurriendo estos últimos años en la política de este país, especialmente en la crisis España-Cataluña.
Desde la disparatada sentencia del Tribunal Constitucional, que a instancias del PP anuló buena parte del Estatut de Cataluña, que el Congreso, el Parlament y el pueblo catalán habían aprobado, alcanzando el momento álgido de una larga lista de injerencias de la justicia en la política y de la política en la justicia, se ha estado jugando una loca partida de póquer en la que se suceden faroles y apuestas cada vez más altas. Todos sabemos por los westerns que este tipo de partidas suelen acabar sin ganador.
En esta partida, además, como nadie está dispuesto a abandonar porque ya hay demasiado en juego sobre la mesa y porque nadie tiene ases suficientes para ver las cartas y terminarla, se ha entrado además en una especie de bucle infinito. Cuando Artur Mas está moribundo tras el 27S, revive con la imputación por el 9N. Y cuando el moribundo es Mariano Rajoy, aparece una moción en el Parlament para iniciar el camino a la independencia, que se pasa por el forro la opinión del 52% de los catalanes hace un mes, en lo que fue un plebiscito o unos comicios autonómicos –según les convenga a algunos–, regidos por una ley electoral que es una de las grandes anomalías de esta democracia. Por injusta y porque históricamente ha beneficiado a Convergència, que por eso siempre se ha negado a modificarla.
Y en medio de todo, el PSC automutilándose y sacando de la partida a Pere Navarro, precisamente el hombre que contra pronóstico logró poner de nuevo en la hoja de ruta socialista el federalismo, durante años olvidado en un cajón de Ferraz y que es la única alternativa razonable a la independencia y al centralismo español. Un Navarro que aceptó coger las riendas de un partido cuando nadie las quería a sabiendas de que solo le esperaba una travesía por el desierto y ningún laurel al final. Una injusticia política más.
La política parece haber perdido su lógica y todo se reduce o a iniciativas erráticas o a decisiones viscerales que pretenden contrarrestar otras anteriores igualmente viscerales e irracionales. De este modo, la probabilidad de que acabe saliendo algo sensato es tan lejanamente remota como que 20 chimpancés emulen a Shakespeare.
A veces, buscando a Hamlet aparecen grandes comedias, como ese To be or not to be, una obra de arte del cine de todos los tiempos. Pero lo que está ocurriendo en este país no lo salva ni el genio de Ernst Lubitsch.