Podía ser peor

Si Pedro Sánchez llama a la puerta del PP, Pablo Casado no tendrá otro remedio que exigir su rendición casi incondicional

No sirve de nada, en política como en toda actividad jerárquica, repartir las culpas. Si Pedro Sánchez hubiera querido ser investido antes, si bien cediendo poder, no hubiera cometido el error de repetir elecciones al estilo Mariano Rajoy. Él y sólo él es el responsable del desatino.

El capricho del dirigente le va a salir más caro a España, por lo menos en términos de estabilidad y gobernabilidad, que al propio culpable de la repetición. Sin embargo, no nos engañemos, el error no llega ni mucho menos a craso. (Recuerden que al escoger la ruta menos segura, Craso y sus hijos murieron a manos del enemigo.)

La victoria de Sánchez, que no derrota, no nos confundamos, es amarga pero menos de lo que podía ser. En cambio, las consecuencias en cuanto a lo único que parece interesarle, tener el mando, las riendas en exclusiva del gobierno, van a ser muy malas. Las urnas han sentenciado que, en este orden de cosas, el poder político deberá, más repartirse, entregarse. O a la derecha o a la izquierda.

Así pues, si la segunda victoria ha resultado menos amarga de lo que podía haber sido, la legislatura lo será mucho más de lo que parece. Asistiremos al retorno del Sánchez funambulista, pasando la maroma, ejercitándose en equilibrios varios y en ambigüedades. A saber qué cuerda será más floja para él y más provechosa para los que la tengan pillada por el otro cabo, o muy hacia la derecha o muy a lo Frankenstein.

De un modo u otro, está claro que en un tiempo relativamente corto asistiremos al desbloqueo. No hay más remedio. Lo que está por ver es si, puestos a ser un presidente débil, en manos de sus rivales revestidos de socios, prefiere la máxima flojera buscando abstenciones que le faciliten la investidura en segunda vuelta, o bien si se decanta a las claras en vez de imitar una vez más a los calamares.

Expliquémoslo con un símil náutico. Antes de la repetición, el candidato tenía varias opciones a mano. Optó por Podemos pero luego, en vez de conceder una parcela más a los de Pablo Iglesias, o de renegociar la composición de la tripulación en la segunda ronda, se cruzó y paró máquinas. O quien fuera le suministraba combustible gratis, o elecciones.

Después del topetazo con el escollo de las urnas, la nave del PSOE no se hunde pero lo tiene casi imposible para fijar un rumbo. O la travesía de la legislatura sin rumbo o el rumbo lo fijan otros y el propio presidente, en vez de comandar el barco quedará atado al palo mayor, como Ulises pero sin cantos de sirena y con gorra de capitán de feria.

Podía haber sido peor, claro, pero los socialistas han esquivado el naufragio, lo que ya es mucho por lo azarosa e irresponsable navegación previa. Como ha insistido Economía Digital en tantos titulares, el hundimiento de Cs más en favor de Vox que del PP, lo que el mismo Sánchez propició tan desesperada como irresponsablemente, le han salvado a de ir a pique.

La nave del PSOE no se hunde, pero lo tiene casi imposible para fijar un rumbo

Por eso mismo, el precio a pagar para hacerse con la ayuda de Pablo Casado sería ahora astronómico. El PP ha pasado de sentir el aliento de C’s en el cogote a temer que las fauces de Vox le arranquen la oreja derecha. Si se desplaza al centro apoyando a los socialistas, deja la derecha expedita para Vox. Si se desplaza a la derecha para competir con Vox, —o per ser abducido— estará empujando a España demasiado a la izquierda.

Si el dilema de los populares es de aúpa, el de Sánchez es aún peor. Si llama a la puerta del PP, Casado no tendrá otro remedio que exigir su rendición casi incondicional. Si en cambio vira hacia la izquierda, los colmillos de todos los lobos patrios que él mismo ha enardecido se le van a hincar en las pantorrillas día sí día también.

Tal como están las cosas, con los ánimos tan encrespados y las matemáticas parlamentarias tan sencillas (se suma o no se suma) pero tan endiabladas, el gobierno Frankenstein es punto menos que imposible. Ni por el lado del candidato ni por el de los independentistas, mucho más necesarios y llegado el caso exigentes ahora que antes.

Abandonada por su pérdida de fuelle la quimera de gobernar como si tuviera mayoría suficiente, Sánchez tendrá pues que optar entre rendición a la derecha o crucifixión por acostarse con los antisistema, los nacionalistas y los independentistas.

Podía ser peor, claro. Si en vez de bajar tres diputados y Casado quedarse lejos de sus aspiraciones, llega a bajar diez y buena parte de los votos que han ido a Vox se hubieran depositado el PP, Sánchez no hubiera quedado tocado como ahora sino hundido sin remisión ni salvavidas.

Podía ser peor. Podía seguir el bloqueo hasta llegar a unas terceras elecciones consecutivas si Sánchez entreviera mejores horizontes sometiendo al electorado a un estrés tan brutal. Pero como solamente le acarrarían la caída en el abismo de la historia con el sambenito del presidente más zoquete de cuántos han llegado a lo alto en España, y tal vez en Europa, tendrá que ceder. Mejor figurar presidiendo un gobierno errático y sin mando que sufrir el mayor de los oprobios.