Podemos, sus franquicias y sus compromisos

La investidura de Puigdemont como presidente de la Generalitat es un factor clave en el proceso de negociación para formar gobierno en España. Naturalmente, el gobierno que preside Mariano Rajoy sigue teniendo responsabilidades hasta que se aclare el proceso en marcha. Investidura o elecciones anticipadas.

El reto antidemocrático ha recuperado su vigencia con la elección del presidente catalán. Y para hacerle frente es imprescindible un gobierno fuerte y estable en España. De momento, el frente antidemocrático catalán tiene ventaja. Ya tiene gobierno y en España no lo hay.

Veamos con detalle cómo están las cosas.

Mariano Rajoy, que no ha adelantado ni siquiera un esbozo de su discurso de investidura, no tiene ninguna posibilidad de ser elegido en la próxima votación. De momento, el acuerdo de Ciudadanos y el PSOE para elegir presidente del Congreso a Patxi López, significa una desventaja inicial para un gobierno presidido para el PP.

En todos los años de democracia, el Congreso no ha sido presidido nunca por un diputado que no perteneciera a la mayoría. Controlar la mesa del Congreso es un apoyo importante para el gobierno. Es una coraza que le permite esquivar muchos golpes.

Podemos ha impuesto la condición de formar cuatro grupos parlamentarios con sus franquicias. Y ni el PSOE ni Ciudadanos están por la labor de consentirlo. El argumento es de libro: se trata de una pura maniobra mercantil para multiplicar las subvenciones que otorga en Congreso de los Diputados para financiar las actividades de los grupos.

Las franquicias de Podemos son clave para entender muchas cosas. La primera, la falta de autonomía de Pablo Iglesias en el desarrollo de la confrontación antidemocrática catalana. No puede desdecirse de su compromiso con esas franquicias en la exigencia de referéndums de consulta –en realidad, más o menos encubierto, de derecho de autodeterminación- que Iglesias ha ampliado a las autonomías que lo soliciten. ¿Y por qué no a los municipios o bloques de vecino que quieran separarse de la unidad política y administrativa a la que pertenecen? En el imaginario nacionalista, ¿dónde termina el derecho a decidir? No es imaginable que el PSOE y Ciudadanos se plieguen a esa exigencia.

La habilidad dialéctica de Iglesias y sus franquicias establece que si el PSOE no acepta sus condiciones se entrega al PP. No he entendido por qué el PSOE no le da la vuelta al sofisma. Si Iglesias hace imposible un pacto para formar gobierno por su posición en el desafío antidemocrático catalán, ¿no estará entregando el poder al PP, si se colige que la actual situación no permite una interinidad institucional de meses?

Las trampas de Podemos son las de un niño malcriado. Quiere controlar votos que no tiene. Y si no se lo dan, se quiere quedar con la pelota, amenazando con el descrédito del PSOE si juega a conceder un gobierno al PP, férreamente controlado por Ciudadanos y Podemos, incluso con un presidente de la cámara socialista.

En el entorno de Pedro Sánchez se echan en falta tablas, desparpajo y habilidades para frenar la condescendencia y las contradicciones de Iglesias. El único que sabe manejar esas habilidades es Javier Fernández, el auténtico líder en la sombra junto a Susana Díaz, con la ventaja de que el asturiano siempre ha ido de cara y ha jugado limpio.

Cada vez estoy más convencido de que la solución será un gobierno de concentración o del PP, con el control de Ciudadanos y PSOE, para una legislatura corta que tenga herramientas políticas para frenar las pretensiones independentistas. Y, además, Pablo Iglesias y sus franquicias, objetivamente, con su pretensión y condición de referéndum de autodeterminación, favorecen las tesis del actual gobierno de la Generalitat.

Al PSOE sólo le hace falta una condición para no salir trasquilado por la izquierda. Dejar en evidencia los compromisos de Podemos y sus franquicias como la causa objetiva de no formar un gobierno de izquierda. En vez de consentir que Iglesias pida explicaciones, obligarle a que las dé. No es tan complicado.