Podemos o cómo llenar el vacío. De Perry Anderson a Gemma Galdon

Estuve en la presentación de la traducción en castellano de la revista New Left Review (NLR). Fue un viernes por la tarde y el Aula Magna de mi facultad estaba a rebosar, lo que es un lujo teniendo en cuenta el absentismo de los estudiantes y de que no vi a ningún profesor. Una vez instalado en mi asiento me di cuenta de que el público no era precisamente joven. Allí estábamos sentados gentes de más de cincuenta años, un poco más jóvenes –o de la misma quinta– que los oradores: Susan Watkins, Robin Blackburn, Robert Brenner y Perry Anderson. Tuve una especie de dejà-vu recordando mis años mozos y los exámenes en la vieja facultad de la Diagonal sobre los libros escritos por estos ilustres académicos.

El acto de presentación consistió en una mesa redonda con esos viejos marxistas británicos, herederos de una tradición que hoy en día vive, historiográficamente hablando, horas bajísimas debido a su falta de creatividad, imaginación y profundidad, que era la principal característica de los impulsores de esta revista en los años sesenta del siglo pasado. Siempre fueron la versión izquierdista de Past & Present, la gran revista de la historiografía marxista británica, fundada en 1952 por el grupo de historiadores pertenecientes al PCGB: E. P. Thompson, Christopher Hill, Eric Hobsbawm, Rodney Hilton y Dona Torr. Por lo que pude escuchar aquella tarde de un viernes invernal, ese izquierdismo congénito de las revista se ha puesto ahora al servicio de Podemos. Lo raro de la sesión fue, sin embargo, que estos señores vinieron para hablar de los movimientos antisistémicos en Europa y no dijeron ni una palabra, por ejemplo, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y menos aún de la movilización soberanista catalana. Ante un esquema interpretativo que sólo habla de partidos y que equipara el Sinn Féin con Podemos y la coalición radical griega Syriza y la Lega padana con el FN francés, atender a los movimientos populares debe parecerles algo secundario. En fin, cosas de la «nueva» izquierda que unas señoras que tenía sentadas detrás de mí no entendieron de ninguna manera.

Claro está que ese fervor por Podemos de los editores de la NLR, especialmente explícito en la intervención de Perry Anderson, tiene su explicación. El acto estuvo presidido por Carlos Prieto del Campo, un personaje bastante controvertido y dogmático, de verbo fácil y hueco, funcionario del español del Ministerio de Economía y Hacienda, que en junio de 2013 se convirtió en rector del Instituto de Altos Estudios Nacionales, IAEN, la universidad estatal de posgrado de Ecuador. Ésta es la institución que financia la traducción castellana de la revista inglesa, retomando la fallida aventura de Akal Ediciones, que auspició el mismo Prieto, y cuyo esfuerzo permitió publicar durante más de una década, de 2000 a 2012, una edición bimestral en castellano de dicha revista, coincidiendo con la nueva serie de la NLR que bajo el título de Renewals impulsó Perry Anderson cuando con el cambio de siglo retomó el timón de mando.

No tengo nada claro que la nueva etapa pueda durar mucho porque Carlos Prieto fue cesado como rector, con bastante escándalo por cierto, en febrero de 2014. Duró poco porque la rebelión de los docentes ecuatorianos fue mayúscula. La verdad es que no recuerdo si al empezar el acto se presentó o no como rector en ejercicio, aunque la propaganda difundida decía que la NLR era una iniciativa conjunta del IAEN ecuatoriano y Traficantes de Sueños, una librería y editorial de Madrid que forma parte de la Fundación de los Comunes, una «red de cooperativas y centros sociales al servicio de la revolución ciudadana», según su autodefinición, a la que también pertenecen las iniciativas catalanas el Observatorio Metropolitano de Barcelona, La Hidra Cooperativa, la asociación egarense Ateneu Candela y la librería, sita también en Terrassa, Synusia.

Carlos Prieto del Campo es vicepresidente de esa Fundación de los Comunes en calidad de presidente de Asociación Cultural Universidad Nómada, cuyo sitio en internet ha desaparecido en todos los enlaces que he intentado consultar. Esa Universidad Nómada nació del 15-M y allí coincidieron Prieto y Pablo Iglesias, el hoy secretario general de Podemos, según confiesa él mismo en los agradecimientos incluidos en su tesis doctoral, presentada en Madrid en 2008: «a los compañeros de la Nómada: Carlos Prieto del Campo y Raúl Sánchez Cedillo, que me han enseñado tanto». Prieto e Iglesias volvieron a coincidir en otros proyectos, por ejemplo en la confección en 2013 del libro Cuando las películas votan. Lecciones de ciencias sociales a través del cine. Entre los autores también estaban Juan Carlos Monedero, número dos de Podemos, Pepe Gutiérrez-Álvarez, un histórico del trotskismo español que hoy vive en Cataluña y milita en Revolta Global y colabora con Procés Constituent, y Gemma Ubasart, hasta hace bien poco única cara visible de Podemos en Cataluña, quien es profesora en la UdG y en 2013 constaba que trabajaba como asesora en la Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo del Gobierno del Ecuador. El libro no tiene desperdicio porque las interpretaciones históricas son propias de alguien que no sabe nada. En la aportación de Carlos Prieto del Campo se asegura que el liberalismo es definido por Dogville, la película dirigida por Lars von Trier en 2003, porque su clave es «la violencia del contrato…la violencia del mercado».

¡Agárrense si lo leen! Aunque en las informaciones sobre el accidentado despido de Prieto como rector de la universidad ecuatoriana se dice que antes había sido «catedrático español de la Universidad Complutense», eso es falso. En las universidades españolas hay gente que no trabaja donde debería trabajar y se cree dueña de su horario y de su destino. Ahí está el caso del «becario imaginario» Íñigo Errejón, que disfrutaba de una beca sin dar un palo al agua, gracias a la protección del profesor Heriberto Cairo, su director de tesis y decano de la Facultad de Políticas y Sociología de la Complutense, cuna en la que Cairo también meció a Iglesias dirigiéndole la tesis. La universidad es un redivivo mundo feudal, jerarquizado al máximo, y donde los profesores cobran distinto aunque trabajen igual sólo por la categoría que ostentan. La corrupción ética en ese mundo es moneda corriente y a menudo es difícil de probar pero existe. No sé qué pensarán ustedes, pero a mi ese tipo de corrupción me parece igual de mala que la monetaria. ¿No encuentran curioso que Podemos nunca hable de la universidad teniendo en cuenta que casi todos sus dirigentes viven del erario público, aunque algunos de ellos estén mal pagados?

Existe otra especie del malversación moral, es la que se da entre los que falsean su CV o dejan que lo falseen los demás. Joaquim Coll, el vicepresidente de la asociación unionista Societat Civil Catalana, mira hacia otra parte cuando lo presentan como profesor de la Universidad de Barcelona basándose en que un día sustituyó a no se sabe quién, cuando en realidad no es profesor en ninguna universidad catalana ni aparece en el directorio de la UB. Es técnico funcionario de la Diputación de Barcelona, lo que no debe estar nada mal, y miembro del consejo editorial de El Periódico, lo que a menudo parece querer esconder.

Gemma Galdon, la agresiva tertuliana que puede encabezar, según dicen, la lista de Podemos en Cataluña, hace lo mismo y en cambio sí que aparece en el directorio de la UB. Se le atribuye una actividad extraña en el Departamento de Sociología y Análisis de las Organizaciones que dirige la Dra. M. Dolores Peris Pascual: Personal externo. Si alguien es externo a una organización es que no pertenece a ella aunque tenga un despacho y se diga que es «una investigadora independiente al departamento«. Dicho de otra manera, Galdón tiene despacho en las dependencias del Campus Norte de la UB porque aporta dinero. Consigue proyectos financiados por la UE mediante la empresa Eticas Research & Consulting, SL., de la que es socia fundadora, que se convierten en «sus» proyectos y le sirven para vivir en el mundo de la universidad pública y participar en grupos de investigación desde su espacio privado. Esta anomalía ya le valió el despido fulminante de la UOC en mayo de 2012, aunque siguió diciendo que trabajaba allí hasta que se llevó los proyectos –y el dinero– que tenía en sus manos a la UB gracias a los buenos oficios de un vicerrector, también muy mediático, que fue destituido porque se creyó inmortal con tanto chanchullo. Después personas como Galdon van por las teles y los polideportivos criticando sin sonrojarse la privatización de la universidad y la mercantilización de la sociedad. ¡Vaya morro!

A Galdon le dirigió la tesis el catedrático de la UAB Joan Subirats, uno de los ideólogos del grupo Guanyem de Ada Colau, hoy adscrita al Observatorio Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), el grupo de investigación y agitación urbana dirigido por Jordi Borja, su otro mentor ideológico, aunque este profesor de la UOC, protegido por Manuel Castells, fuese uno de los principales diseñadores de la Barcelona socialista. Subirats, Castells y Borja militaron en la organización maoísta Bandera Roja en los años setenta. Es su revival antes de jubilarse. Eso sí que me parece una «casta universitaria» y no lo que explicó Galdón en un interrogativo artículo que publicó en El País el 21 de noviembre de 2014. El problema de la universidad es, como hemos constatado en su caso, de «falta de innovación, respeto, mérito y transparencia en un funcionamiento que está viciado». Denuncia lo que tú haces en secreto y quedarás absuelto de toda culpa. Es la estrategia de Podemos. Es la razón populista que Iglesias y compañía utilizan en los debates en televisión y en los mítines. Es la hipocresía 2.0 que el día que se descubra les hará mella.

Leí la defensa que la periodista y antropóloga Nuria Alabao y Emmanuel Rodríguez, que participó en la presentación en Madrid de la NLR, hicieron de Pablo Iglesias después de su paso tumultuoso y huracanado por Barcelona. Independientemente de la afinidad política de los autores con Iglesias, el artículo se justifica porque Iglesias recibió las críticas incluso de la izquierda catalana alternativa de toda la vida y muy en especial de Manuel Delgado, quien le acusó de neolerrouxista. Cuando indagué sobre quienes eran los autores de dicho artículo, me di cuenta de que los dos eran miembros de la Fundación de los Comunes, cuyo vicepresidente es Carlos Prieto, el amigo de Iglesias. Ella a través de La Hidra Cooperativa y él del Observatorio Metropolitano de Madrid. Los dos, sin embargo, están vinculados a Guanyem Barcelona y Ganar Madrid, respectivamente. O sea que llegamos a la cuadratura del círculo, puesto que a veces los de Podemos se integran en las candidaturas copiadas de la de Ada Colau en Barcelona a través de entidades puente, como pasa en Madrid con Municipalia.

Mientras pienso en la disparidad de gentes que participan en este entramado, de golpe me asalta un artículo de otro viejo profesor izquierdista, ya jubilado, Joan Martínez Alier, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, que arremete contra Pablo Iglesias y su tribu con una contundencia inusitada. En Podemos, el euro-peronismo, Alier nos aclara: «Podemos y sus eslóganes tienen vocación de ‘significantes vacíos’, para usar la expresión de Ernesto Laclau, el teórico del peronismo y autor de La razón populista (fallecido lamentablemente en abril de 2014). ‘Populismo’ se usa aquí en el buen sentido de la palabra, como una forma política realmente existente, más democrática que los regímenes oligárquicos o caciquiles, o que los golpes militares que han sido realmente las alternativas en Argentina, como también en Ecuador o Bolivia u otros países que hoy gozan de gobiernos del tipo peronista […] El Peronismo fue catalogado por Laclau como un «significante vacío», que podía llenarse en su expresión más propia con elementos del nacionalismo popular (como los Kirschner) pero que ha sido también compatible con montoneros de extrema izquierda y con el neoliberalismo de Menem.» Lean el obituario que Íñigo Errejón dedicó a Laclau en Público.es –les remito a la reproducción en la revista Mientras tanto porque no existe otro enlace– y entenderán por donde van los tiros.

Eso del euro-peronismo es una definición que les va que ni que pintada a los que lanzan admoniciones para achicar a los demás cuando uno mismo pertenece a lo que critica. Con el discurso de la casta, los de arriba y los de abajo, propio del siglo XIX inglés, pretende hegemonizar el espacio público a costa de quien sea, incluso de los posible aliados, utilizando los resortes de la administración. Los golpes bajos de Pablo Iglesias contra la CUP son la pura evidencia de lo que buscan. Para conseguir diputados y concejales Podemos no va a reparar en el daño ocasionado a las demás organizaciones de izquierda.

Podemos tiene un punto débil que por lo que se ve ni Galdon ni Ubasart ni Alabao ni Jiménez Villarejo ni Raimundo Viejo, todos ellos afines a Podemos, le han sabido explicar a Pablo Iglesias para que no embarranque. En algún caso por españolismo puro y duro; en otros, por ejemplo Viejo, porque debe andar distraído con sus clases paralelas fuera de la universidad y en la editorial Artefakte, que regenta con su mujer, emulando a su abuelo que fue fundador de la editorial galleguista Galaxia. Tampoco lo ha hecho Jaume Asens, el abogado penalista que tiene un pie en cada orilla, en Guanyem y en Podemos, y que también es miembro del Observatorio DESC, donde confluye con Colau, y en calidad de profesional asociado del Grupo de investigación sobre exclusión y controles sociales (GRECS) de la UB que lidera, precisamente, Manuel Delgado. Y eso que Iglesias es incapaz de entender y que sus amigos de aquí no le explican le va a partir el espinazo, aunque consiga los 14 diputados que le pronostican las encuestas.

Lo que no entiende Iglesias ni los que aún siendo catalanes siguen dirigiéndose a los hijos y nietos de andaluces como si acabasen de instalarse en Cataluña, recuperando un etnicismo interpretativo («hablar catalán es de nacionalistas, por lo tanto de casta») que causaría escándalo a ese Vázquez Montalbán que invocó en el pabellón del Valle de Hebrón, es la robustez y persistencia de la resistencia nacional catalana y su carácter popular, que en muchos casos se combina con una fuerte defensa del Estado del Bienestar. La «rebelión» catalana, esa Rosa de fuego que reivindicaron los indignados del 15-M, siempre se ha manifestado en esos dos frentes.

Les recomiendo una excelente pieza del periodista Sergi Picazo, Independentistes al barri del Carmel, del día siguiente al 9-N, porque explica desde la experiencia vivida la transformación de los descendientes de los «otros catalanes», por decirlo a la manera de Paco Candel. Qué diferencia con el tópico «españolista» (que personalmente me parece reaccionario) al que recurren Alabao y Rodríguez cuando aseguran que en el mitin de Barcelona «Pablo –collejas aparte– no hablaba para el público de las CUP, no hablaba para los segmentos activistas, ni para el independentismo de izquierdas, ni para ningún sector de lo que podríamos llamar la ‘sociedad civil catalana’, sino para otro mucho más grande y hasta hace poco invisibilizado. Lo dijo en clave de identificación: ‘Yo soy de Vallecas, y cuando voy a l’Hospitalet o Cornellá me siento como en casa'». Lo que digo, un argumento etnicista de la peor especie, que divide a los ciudadanos según el idioma que hablan, olvidando que esos presuntos «invisibles» a los que reivindican son tan catalanes como el público de la CUP y que por eso mismo han accedido a puestos de responsabilidad en ayuntamientos y en todo tipo de entidades, llegando incluso a poder ser ministros. Ahí están los casos de Celestino Corbacho, Carme Chacón y José Montilla, quien también llegó a ser presidente de la Generalitat de Catalunya, para demostrarlo. La teoría de los «ocho apellidos vascos» en Cataluña no funciona ni como un chiste malo.

Los socialistas catalanes cayeron en ese mismo error hace años al no darse cuenta de que los inmigrantes no lo son para toda la vida, y menos aún sus nietos, y de que lo nacional sólo es postnacional en los papers universitarios que publican los centros de investigación que, pagados con dinero público, les sirvieron de plataforma para airear sus inclinaciones políticas durante años. En esos centros no existe el mérito sino sólo la afinidad. La crisis de los socialistas catalanes no tiene nada que ver con las políticas de austeridad que empezó a aplicar Rodríguez Zapatero. Además, en Cataluña, están fuera del poder desde el 2010 y se ahorraron el trance de tener que aplicarlas bajo el yugo europeo. Su crisis es, ciertamente, nacional. Nacional catalana, se entiende, aunque en su día tuviesen tardes de gloria como los toreros y pudiesen decir que eran el primer partido de Catalunya. Puede que en España el euro-peronismo triunfe pero estoy seguro de que en Cataluña les va a costar que la multitud que llena las calles y plazas del país se trague el anzuelo.

Me resulta difícil calificar lo que les acabo de contar. ¿No les parece una tela de araña? Los viejos profesores aún izquierdistas en su ocaso como catedráticos promocionan a los jóvenes y les dan cancha para que se dediquen a la política reciclándolos vía Latinoamérica. Muchos de esos jóvenes universitarios son hijos de la «casta» política que dicen combatir. Por ejemplo Errejón, cuyo señor padre, José Antonio, antiguo militante del PTE y de Los Verdes y ahora integrado en Izquierda Anticapitalista, ha ocupado cargos públicos durante 30 años con UCD, PSOE y PP, o bien Galdon, cuya madre, la abogada y exitosa mujer de negocios Maria Dolors Clavell, fue diputada de ICV-EUiA en el Parlamento de Cataluña desde 2003 a 2010 y parece que ha vivido bastante bien con su asesoría internacional. Igualito que su hija. Y qué decir del coordinador de Podemos en Bruselas, Pablo Bustinduy, hijo de la ministra socialista de Sanidad entre 1993 y1996, Ángeles Amador, y de quien Jordi Graupera, compañero suyo en la New School for Social Research de Nueva York, hizo un buen retrato en La Vanguardia.

Estos jóvenes universitarios están sobradamente preparados y sin embargo su recorrido laboral se limita a disfrutar de becas y subvenciones, y ahora del sueldo como electos o asesores, lo que les permite viajar por todo el mundo. Antes lo hacían con dinero de la antigua Caja Madrid, la Caixa o de fundaciones privadas de todo tipo, sin que ello les representase tampoco ningún problema. Todo era –y es– legal, no digo lo contrario, pero en fin… O sea que a pesar de su juventud, estos «revolucionarios de claustro» llevan muchísimos años viviendo de sueldos públicos, que es el sonsonete de Iglesias para descalificar a los de la «casta». Ustedes verán.