Podemos e IU, la resignación de los paliativos

Pablo Iglesias y Alberto Garzón irán en la misma lista a las elecciones generales. Podemos e Izquierda Unida han llegado a un acuerdo para presentar una única candidatura, que les podría asegurar unos 81-85 escaños. Las dos formaciones mejorarán los resultados que podrían obtener por separado, porque la ley electoral en España castiga el voto que no se concentra en un territorio. Izquierda Unida perdió caso el 80% de sus votos en las elecciones del 20 de diciembre, cuando sus 734.000 sufragios, logrados fuera de Madrid, no se pudieron traducir en diputados.

La opción, por tanto, parece lógica, y ahora se trata de saber si los electores de los dos partidos se sentirán animados para votar a la misma candidatura. Algunos expertos, como José Fernández Albertos, sostienen que en el cómputo global se trata de una buena opción. Las salidas de votos se verán compensadas por las nuevas entradas, de personas animadas e ilusionadas por una opción netamente de izquierdas. El antropólogo y activista Manuel Delgado, asegura que Podemos nunca quiso pactar con el PSOE tras el 20D y que su opción es la de ser la gran fuerza política de la izquierda, y que ahora, con el acuerdo con IU, la apuesta es ganar las elecciones al PP. Para ello colaborará la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que juega descaradamente la carta española con vistas a su carrera política.

Esa suma, sin embargo, que le puede costar cara al PSOE, si llega a ser, como mínimo, segunda fuerza en España, tendrá dificultades para traducirse en un programa activo a favor de la economía española. En los últimos meses se ha evidenciado una cuestión crucial en todos los debates políticos en España: mientras opciones como Ciudadanos ganaban credibilidad porque habían conseguido referentes económicos, como Luis Garicano, Podemos era incapaz de presentar un paquete reformista con cierta solvencia, sin poder exhibir un nombre en el campo económico de cierto peso.

Tampoco Izquierda Unida, aunque en su haber existe un poso mucho más trabajado. Los dos partidos, en definitiva, ofrecen lo que se podrían denominar como medidas paliativas. Es decir, se enfrentan a un mundo económico globalizado a la defensiva, arropados por una parte de la población que se ha hecho más numerosa desde el inicio de la crisis y que se ha quedado en un rincón, injustamente y por culpa, es cierto, de la desidia y de la falta de atención del PP.

El informe de la Fundación BBVA y del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Distribución de la renta, crisis económica y políticas redistributivas), ha constatado ese proceso, según el cual el problema no ha sido tanto la pérdida de peso de las clases medias, como la falta de oportunidades para los estratos más bajos de la sociedad, con situaciones de pobreza y exclusión que se creían ya superadas.

El informe indica que las políticas públicas inciden en la reducción de la desigualdad, pero que lo más importante es el empleo, y la necesidad de generar puestos de trabajo de mejor calidad, con mejores salarios, que puedan permitir a muchas personas un ascenso social.

«El cambio en la distribución de la renta de mercado se debe básicamente al deterioro del mercado de trabajo durante la crisis», se asegura. «Las mejoras del empleo contribuyen más a reducir la desigualdad de ingresos si aumenta la calidad y la estabilidad de las ocupaciones», se añade. Y se afirma, finalmente, que «la difusión de buenas prácticas productivas y el empleo de capital humano, al aumentar la productividad de las empresas rezagadas, mejora los ingresos y reduce la desigualdad».

Es decir, la desigualdad se ataca generando oprtunidades de empleo, no con medidas paliativas, necesarias, claro, en situaciones difíciles, pero que no pueden ser la aspiración de un país.

Los dos partidos se han unido, con el objetivo de superar al PSOE, por un cálculo para ser la segunda fuerza política, y con la aspiración, incluso, de ganar las elecciones. Pero, y después de la toma de poder, ¿qué se hace?

España ha ido superando obstáculos desde la transición, pero también desde mucho antes. Una de las ventajas de España es que ha mantenido una misma línea desde finales de los años 50, a pesar de la dictadura. Necesita ahora profundas reformas, pero no medidas paliativas, para poder competir.

¿Una de las medidas que desean impulsar? Los dos partidos se oponen al TTIP, el acuerdo comercial entre Estados Unidos y Europa que se sigue negociando. Aunque hay elementos que se deben esclarecer, no se puede cerrar los ojos y decir que no nos sirve.