Pobres pero privilegiados

Al nacionalismo vasco le da lo mismo lo que se haga del Ebro para abajo, siempre que por ese abajo sigan siendo más pobres que por este arriba

Hace ya unos años, con ETA en activo, un humorista de TV, donostiarra como yo, me dijo que el verdadero problema de los vascos no era otro que la incapacidad de ser los mejores españoles. Y no hay palabras que me tome más en serio que la de los buenos humoristas, como este que cito, autor de un programa de culto que sirvió para que los vascos comenzáramos a reírnos de nosotros mismos como nunca antes lo habíamos hecho.

Siendo más explícito, lo que venía a decir este humorista es que a los vascos si no nos tratan como auténticos privilegiados nos echamos al monte. Nos tiran los nogales. De ahí vienen, entre otras, las nueces del reconocimiento constitucional del Concierto Económico, todos los derechos históricos y la generosa representación en el Parlamento de la nación gracias a una ley electoral que permite al PNV (ahora también a Bildu) poco menos que quitar y poner gobiernos según salga a cuenta.

Al nacionalismo vasco le da lo mismo lo que se haga del Ebro para abajo. Siempre, claro está, que por ese abajo sigan siendo más pobres que por este arriba. Ese ha sido y es parte del éxito electoral y de la hegemonía nacionalista en el País Vasco: si consigues que los ciudadanos que gobiernas se sientan privilegiados respecto de los vecinos más cercanos, tienes el voto garantizado. Una pena que el terrorismo y la violencia ejercida durante tantos años haya sido un factor determinante. Pero bueno, pasamos página y aquí paz y después gloria. Lo malo es que ni la paz ni la gloria son tales.

GRAFCAV347. VITORIA, 22/09/2022.- El lehendakari, Iñigo Urkullu, interviene en el pleno de Política General que se celebra este jueves en Vitoria, en el que abogará por "ensanchar los acuerdos" para encarar la actual "incertidumbre" y acometer "desafíos urgentes" como el cambio climático, los precios de la energía, el reto demográfico y la salud. EFE/David Aguilar
El lehendakari, Iñigo Urkullu. EFE/David Aguilar

La sociedad vasca comienza a dar signos de preocupante decadencia. En lo económico, digo. Andoni Unzalu, quien entre otras cosas fue asesor del Patxi López durante su etapa de Lehendakari, publicaba hace unos días en un periódico vasco una reflexión apoyada en datos irrefutables: entre 1999 y 2019 el conjunto de España incrementó sus cotizaciones a la Seguridad Social en un 39,5%. En Euskadi un 28,9%. Madrid un 59,11% y Murcia un 58,56%. Y si tenemos (los vascos) problemas de sostenibilidad de las pensiones, con un déficit que asusta, no es por el índice de natalidad (o no solo) sino por la incapacidad de generar empleo”. “El PNV no crea economía -dice Unzalu- reparte recursos económicos entre los suyos. Cierren los ojos y piensen un poco ¿cuántas empresas de cierta envergadura se han creado estos últimos diez años? Pues eso”.

Cito parte del artículo porque no deja de llamar la atención que lo diga una persona que fue estrecha colaboradora del ahora portavoz del PSOE en el Congreso, Patxi López, quien defiende en Madrid justo lo contrario de lo que su partido hace en el País Vasco. Si el PP pide rebajar el IRPF, el PSOE se opone. Pero si lo pide el Gobierno de Iñigo Urkullu, en el que están los socialistas, se baja hasta dos veces en lo que vamos de año. Primero un 1,5% y luego un 4%. Rebaja por cierto de la que Patxi López, diputado por Vizcaya, se beneficia.

La política fiscal de España no puede estar sujeta al afán y las ganas de perjudicar al adversario político y beneficiar al socio. El Gobierno de Pedro Sánchez se equivoca si trata de solucionar este problema con marketing y propaganda, entre otras cosas porque ya no cuela. Ni siquiera en el País Vasco, donde se rebaja el IRPF pero no se toca el impuesto de Patrimonio porque como dice, en desafortunada cita, el portavoz del Gobierno de Iñigo Urkullu: “Nosotros no vamos a participar en la pesca de los ricos”.

En el País Vasco los ricos oficiales son relativamente pocos. Y diría que cada vez menos. El impuesto de patrimonio afecta a 16.000 contribuyentes, el 0,28% de la población vasca, lo que supone recaudar unos 150 millones de euros. El problema es que el ejecutivo de coalición entre el PNV y el PSE ya no puede pescar ricos ni con redes de arrastre. El deterioro de la sanidad y la educación públicas en el País Vasco es evidente. Se apuesta más por crear nación, identidad e ideología que riqueza económica y empezamos a ver que en otras comunidades se avanza más rápido que aquí, donde la inversión pasa de largo. La pujanza vasca se desinfla. Se vive de las rentas de los años 70 y de éxitos heredados.

Más allá de a quién beneficia la bajada de impuestos, los vascos perciben cada vez con más fuerza que el afán recaudador de las haciendas forales no tiene como objetivo incentivar la actividad privada como motor de la economía. Se alimenta un mastodonte clientelar de lo público con fines que nada tienen que ver con la calidad, la excelencia ni la creación de riqueza. La imposición del euskera, en muchos ámbitos laborales, por encima de la capacidad profesional, ahuyenta a quienes pueden mejorar nuestra sociedad. Muchos de nuestros mejores jóvenes se han ido fuera y difícilmente volverán si el panorama sigue igual. Y si vuelven lo harán de turismo.

Después de décadas de terrorismo los vascos salimos tocados, en lo moral y en lo económico. Quizá porque una cosa lleva a la otra. Ya solo quedan unos pocos privilegiados. Se reconocen fácilmente. Son rentistas que suelen sentarse en una terraza de Miraconcha mirando su piso a la espera de que pique algún rico de verdad y lo alquile para todo el año.

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