Planellas y Esade: tarde, mal y sólo bajo presión

 

Hace unos meses se publicó en España un pequeño libro de la francesa Florence Noiville, titulado Soy economista y pido disculpas. En este opúsculo, Noiville, que se licenció en la prestigiosa escuela de negocios parisina HEC y ahora ejerce de responsable de la sección de libros en Le Monde, carga contra lo que fue su universidad y por extensión contra la mayoría de las escuelas de negocios por el papel que habían jugado ante la crisis.

Cómo es posible, venía a plantearse, que las mejores escuelas empresariales, donde se han forjado a los ejecutivos más preparados, aquellas en las que la excelencia es siempre el norte de su brújula académica, hayan sido incapaces de proporcionar una generación de dirigentes que anticiparan la actual crisis. Se pregunta por qué hubo tan pocas voces en esos reconocidos centros contra la avaricia, la irracionalidad y el cortoplacismo que están en el origen de una buena parte de nuestros actuales y graves problemas.

Recordaba ese libro el viernes al conocer la esperada dimisión de Marcel Planellas como número dos de Esade. Y de la misma manera que Noiville, me preguntaba cómo es posible que una escuela como Esade, que se precia de ser una de las mejores, que alardea de sus buenas posiciones en los rankings que frecuentemente se publican, que hace de los valores una de las fuentes de su docencia en Economía y Derecho, haya ido siempre a remolque y haya reaccionado tan mal, tan tarde y sólo cuando su posición era insostenible ante las noticias que vinculaban a algunos de sus profesores a uno de los más graves escándalos, por el relieve de su principal imputado, Iñaki Urdangarin, que padece hoy en día la sociedad española.

Conozco a muchas personas, que han estudiado en Esade y se sienten aún de alguna manera vinculados a esta institución, que se sienten confusos y molestos, que no entienden cómo la escuela y su actual dirección han podido mostrarse tan impotentes ante una crisis que atenta gravemente contra su prestigio.

Bieito y su equipo han tardado una eternidad en reaccionar y cuando al final han querido tomar alguna decisión lo han hecho mal, a desgana, como si les molestara enormemente tener que mancharse las manos en algo tan ajeno a su pretendido objeto social. Desde que en junio, el juez imputara a Diego Torres, uno de sus profesores destacados y cuya tesis doctoral dirigió precisamente Marcel Planellas, y se apartara de la nómina de Esade a Mario Sorribas, profesor invitado, hasta que en noviembre la entidad hace público su primer comunicado oficial pasan… cinco meses. Cinco meses, casi medio año, para emitir una nota en la que los principales argumentos pasan por defender la presunción de inocencia, ¡faltaría más!, y recomendar que no se hable con la prensa. Si esta es la estrategia que se enseña en Esade para hacer frente a posibles crisis…

Planellas, Torres, Sorribas… todos ellos miembros del departamento de Política de Empresa. Planellas empieza a aparecer en el sumario a finales del año pasado por el cobro de abultadas factura a Noós. Como secretario general de la entidad se le supone impulsor de la famosa nota de prensa. Se crea entonces un grupo de trabajo para estudiar el posible daño reputacional a Esade. Primero se habla de 90.000 euros. Planellas calla y si dice algo es que es su tarifa normal. Ahora ya se sabe que fueron al menos 128.000 euros. La presión consiguió el viernes que el aún profesor de Esade presentara su dimisión como secretario general, 10 meses después de que estallara el escándalo y las primeras informaciones vinculando a destacados miembros de Esade con los turbios negocios del duque de Palma.

¿Ha cometido Esade simplemente un error de cálculo, un fallo en su estrategia de comunicación? ¿Por qué una institución que afirma que su razón de ser es “lograr que las organizaciones y las empresas mejoren sus políticas de gestión, sean más competitivas y, a la vez, socialmente responsables” hace gala de tal torpeza y uno de sus departamentos de semejante nivel de connivencia con supuestas prácticas tan reprobables? Son preguntas que necesitan algo más que una nueva declaración autoexculpatoria.

Si Esade, la institución que fundaran los jesuitas y que tuvo miembros tan brillantes y comprometidos como el fallecido Luis de Sebastián, comete semejantes errores de gestión; si Cuatrecasas, líder de uno de los despachos fiscalistas más importantes de Catalunya y España, es encontrado finalmente, como puede ocurrir, culpable de delito fiscal; si nuestro senador Montilla o el diputado autonómico Corbacho son imputados tras la investigación que sobre ellos ejerce la Fiscalía Anticorrupción por unos supuestos sobresueldos pagados en sus respectivas etapas como presidentes de la Diputación de Barcelona… es que tenemos un problema bastante más grave de lo que muchos se piensan. Quizá es que los límites con la corrupción se nos están desdibujando muy deprisa.

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