Pilar Rahola: la doctora del rey Artur

Cuando se aleja el fenómeno, se acerca la mujer; ella gana en la distancia corta. Rahola tiene una mirada cálida, a pesar de todo. Nada que ver con el pelo recién salido de la permanente, modelo casa Pepita, que lucía la Grosa de Nadal.

Hace casi tres años presentó el mejor storytelling de la política catalana, titulado La màscara del rei Artur, inspirado en el relato de Yasmina Reza sobre Sarkozy (titulado El alba, la tarde o la noche). Se entregó a la causa soberanista sin embudos. Su trayectoria política no es de ahora. Fue la cuarta teniente de Alcalde de Barcelona en etapa de Jordi Clos y alborotó lo suyo.

En plena campaña de unas elecciones generales, Rahola, siendo candidata de ERC al Congreso, le ordenó al conductor de su coche que retirara su vehículo del depósito sin pagar la multa y la grúa por mal aparcamiento. Ocurrió en Badalona. El vigilante se negó a devolverle el coche sin pagar y ella exclamó el tristemente clásico: “¿Usted sabe quién soy yo?”

¿Es demasiado rápida de mente? Quizá. Hace pocos meses, utilizó una sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya sobre la declaración unilateral de independencia de Kosovo. Lo hizo al alimón con Jaume Barberà para defender un hipotético derecho a la secesión unilateral de Catalunya. Pero, el texto era falso.

Encontraron responsables en el Colegio de Abogados de Barcelona. Por lo visto alguien de la Comisión de Defensa de Derechos de la Persona de este ilustre colectivo profesional levantó la nariz de un texto para no delatara nadie, después de la invención. La cita completa se obvió. Era del juez sabio, Santiago Vida; pero ante una toga purpurada, siempre es mejor inhibirse. Eso sí, se propagó por las redes sociales, maldita la gracia.

Rahola corre. Puede llegar a ser demasiado ligera como con la sentencia de La Haya. Si su pensamiento es tan veloz, nos preguntamos: ¿Entonces, por qué va tanto el cántaro a la fuente? ¿Por qué hace de tieta de l’Eixample en sus debates impostados con Josep Cuní en la 8? ¿Qué tiene que ver este teatrillo puritano (de gran audiencia) con las trifulcas reales que vive el país en las viviendas del Putxet o de Sant Gervasi o de L’Hospitalet de Llobregat o de Santa Coloma?

Bravo por Cuní; pero, en la vida real, nadie se tira los platos por la cabeza para acabar acunando los trozos rotos en el cazo de la cultura general. ¿Es la misma? Sí. La Rahola de los debates es la misma que lucha contra el sueño, en su escritorio y frente a la pantalla. Bueno, no la de todos los debates, porque hubo un tiempo, que nos pareció una eternidad, en el que la Rahola se paseaba por los platós del papel couchèe. Jugaba al “tomate” de la prensa del corazón.

Rahola tiene un instinto especial para meterse en líos. Cuando Àngel Colom creó el Partit per la Independència (PI), ella se apuntó. Como era diputada en el Congreso, se marchó de Esquerra; pero se quedó en el Grupo Mixto; se quedó en el cargo y en el sueldo, como lo están haciendo ahora Marina Geli y sus dos amigos tránsfugas del PSC, en el Parlament.

El día en que Pedro J. lo deja, ella va y escribe en Twitter: “hoy es un gran día para el periodismo”. Y, de inmediato, se arrepiente. Claro, no es eso. No será tan malo en ex de El Mundo cuando Enric González desveló, en su último libro, Memorias líquidas, que Juan Luis Cebrián pensó en Pedro J. Ramírez “para sucederle al frente de la redacción de El País”. El diario era distinto antes de la guerra de las plataformas mediáticas. Ahora, El País y El Mundo son tal para cual. Ambos trabajan para solaz de sus accionistas.

Los hijos de Pedro J quieren hacer de él un pequeño Dreyfus (aquel capitán judío acusado de traficar con información secreta que fue confinado a la Guayana francesa) y para conseguirlo se tiran a la yugular de Rahola. Por lo visto, los doctorados de filología que aparecían en la web de la periodista, no existen, son un invento.

¿Y qué? Puestos en el doctorado, a Pilar, el título que le va es el de doctora del rey Artur. La titulitis es una guerra aburrida. Y de mal tono, si encima se mete Paco Marhuenda, que siempre está cabreado. El director de La Razón tiene dos demonios: la izquierda y el separatismo. El amigo de Rajoy nunca perdona.

¿Qué importa que seas catalán o lo que sea? Tu periódico, La Razón, tiene un monclovismo preocupante, como lo tuvo, en su momento, Público, durante la etapa de Félix Monteira (oficio y hombre de piedra picada), con su amigo leonés, Zapatero, en la presidencia del Gobierno. Público estaba paniaguado por los socialistas y, ahora, La Razón también lo está por los populares. Nada nuevo bajo el sol.

La buena noticia no es la que da Rahola. La buena noticia es que Mariano Rajoy, que ha presionado para que echaran a Pedro J., se ocupará, a partir de ahora, de la nómina de El Mundo. ¡Digo! La única buena noticia te la dan a final de mes, si todavía tienes trabajo. Alguna prensa ya no vive de la verdad. Es como el The Examiner, aquel periódico dirigido por Walter Matthau en el que su amigo Jack Lemon hacía de reportero, en la película Primera plana.

Vive para sus intereses. Rahola lo sabe. Ella siempre ha trabajado cerca del poder. Ahora rinde sus servicios al Consell Nacional de la Transició (¿Es vocacional o de pago?). Pero, en cualquier caso, a Pilar hay que leerla en su columna diaria de La Vanguardia. Siempre te llevas alguna sorpresa agradable.