Peter Thiel, el fundador de PayPal, y el peligro libertario

Los enamorados de la innovación, los que no quieren saber nada de política, porque lo encuentran un juego sólo para iniciados, únicamente para un colectivo que vive profesionalmente de ello, admiran a algunos individuos como Peter Thiel, el fundador de PayPal.

En un momento de enorme dificultad para garantizar la gobernabilidad, –y lo vemos ahora en Cataluña y en el resto de España— queda muy bien decir que lo mejor sería dar carta blanca a los innovadores, al mundo económico en general, para que dejen a la sociedad plena libertad para desarrollarse.

Y es cierto que en algunas latitudes es necesario invocar a los principios liberales, para que la política no se inmiscuya continuamente en nuestros asuntos, para que no imponga una determinada concepción del bien. Pero está bien reflexionar sobre las recetas que nos proponen esos innovadores, con el objeto de preservar una cierta decencia social.

Peter Thiel es uno de ellos. Como otros genios que han revolucionado el orden económico mundial en las últimas décadas, Thiel pertenece a un selecto grupo de individuos de carácter reservado, poco sociales. Fue un niño solitario, sin amigos hasta la adolescencia. Hijo de un ingeniero químico alemán, la familia vivió en diferentes países, hasta en la Sudáfrica del apartheid, en los años setenta.

Establecida en California, en Foster City,  a finales de aquella década, Thiel comenzó a desarrollar todo su potencial. Hoy es conocido por ser cofundador de PayPal, pero también por ser uno de los primeros que invirtieron y creyeron en Facebook, y en otras compañías tecnológicas. Su fortuna se estima en más de 2.000 millones de dólares.

Sin embargo, a Thiel lo que le gusta es influir en su sociedad, teorizar sobre los cambios que nos acechan y mostrar su inconformismo por todo. A priori es una actitud positiva, porque lo más importante que deberíamos defender es que cada individuo sea capaz de elaborar un criterio propio, que piense por sí mismo.

El caso es que Thiel lo desborda todo. Lo refleja el autor norteamericano George Packer en su extraordinario libro El desmoronamiento (Debate) sobre los últimos treinta años de Estados Unidos. Alude al libro de Thiel, The Education of a Libertarian, una muestra de los peligros que, realmente, debemos afrontar si los poderes públicos dejan el mundo en manos de estos innovadores:

«En nuestro tiempo, la gran tarea para los libertarios es encontrar la manera de escapar de la política en todos sus formatos, de los catastróficos totalitarismos y fundamentalismos y también del demos descerebrado que guía la llamada ‘socialdemocracia'». (…) Hay una carrera mortal entre política y tecnología. (…) El destino de nuestro mundo quizá dependa del esfuerzo de una única persona que construya y extienda los mecanismos de la libertad, los cuales a su vez hacen del mundo un lugar seguro para el capitalismo», asegura Thiel.

¡Cuidado! Thiel y otros muchos pretenden ser esa persona, como apunta Packer.