Persistir en el error
En una semana electoral como la que estamos viviendo es difícil apartarse de este hecho. Y se ve con estupor como el partido llamado a volver a gobernar, el partido de los jubilados de la «ancha Castilla» y del deudores del caciquismo gallego, presenta la continuidad de sus políticas como la panacea: 1. precarización de salarios y, por lo tanto, bajo consumo y baja productividad. 2. centrifugación de los recortes del sector público a las autonomías y sus servicios del bienestar: escuela, salud y servicios sociales. 3: persistencia de la reanudación de poder presupuestario y económico del aparato central del Estado, al mismo tiempo que se pone en riesgo la caja de la seguridad social, llegando a una deuda del 100% del PIB. 4. Continuidad de la política de asfixia y maltrato a las regiones más productivas del Estado: Cataluña, las Baleares y Valencia.
Y la derecha bífida, ahora con la incorporación del partido de Rivera, bajo unas pinceladas liberales que no cumplirá, se estrella contra la estructura oligárquica secular, y presenta un modelo colbertiano de intervencionismo jacobino: homogeneización de las políticas económicas, uniformidad de mercado contra diversidad y creatividad del sector, control central del agua con el plan hidrológico nacional resucitado; la eliminación del autogobierno en materia fiscal y en políticas públicas.
A Pedro Sánchez, totalmente desdibujado y sobrepasado por el discurso dominante al que se ha entregado la vieja socialdemocràcia españolista, las últimas encuestas le pronostican un derrumbe, pasando quizás a la cuarta posición. Es la Vía Pasoc a la marginalització, hacia el PSOA (Partido Socialista Obrero Andaluz).
Y Podemos, con recetas de vieja izquierda alternativa, a pesar de que con formas nuevas de agrupación, parece que respira sólo en la medida que ha cedido protagonismo a las bases periféricas en Cataluña, Valencia, Galicia o Canarias. Recuerda a aquella antigua Confederación de Partidos socialistas ibéricos que el PSOE va a dinamitar; y de la que sobrevivieron Beiras, los mallorquines y el Partido socialista andaluz (ahora extinguido).
Me hacía esta composición de lugar de forma cansada y pesimista, si me permiten, mientras leía una interesante entrevista a Roberto Mangabeira Unger, filósofo y político brasileño que propugna los ideales de una sociedad más libre, menos rígida y jerárquica; que cree en la revisión constante de las formas institucionales basada en la meta de profundizar la democracia y permanecer abiertas a la experimentación. El objetivo sería liberar a los hombres y mujeres de las limitaciones de la jerarquía social y de la degradación de la esclavitud económica, y de accionar los ideales de la democracia empoderada y de la libertad individual.
Pues bien, una de las muchas cuestiones que toca en la entrevista es la necesidad de superar tanto keynesianismo vulgar como el laisser faire. Habla de productivismo equitativo, de unas políticas públicas de apoyo a la educación, a los emprendedores, a las pymes y a las políticas regionales. Y cuando habla de estas, critica abiertamente la política de las subvenciones al Mezzogiorno (en un traslado a España) que ha fracasado repetidamente, dice, a lo largo de 200 años.
Al hablar del Estado español dice que es rico en pymes y emprendedores (especialmente al Este peninsular más perjudicado, añado yo) pero que no ve que el Estado actúe en consecuencia. Que éste sólo se mueve al servicio del «apoyo a un mercantilismo plutocrático protagonizado por cinco y seis empresas». En lugar de apoyar a la base productiva real, «el Estado impulsa los conquistadores de América Latina, un puñado de grandes empresas y bancos dominantes en la Bolsa de Madrid» (que son por quienes trabajan las embajadas y sus Majestades los Reyes, con las comisiones debidas, caso del embajador en la India). «El Gobierno español no hace nada de caso a la tarea principal del Estado, que es fortalecer en áreas de educación y apoyo a las verdaderas fuerzas de la sociedad española: emprendedores y pymes.»
Y más adelante, todavía dice que los conflictos regionales, en vez de considerarlos un problema a extinguir, son una oportunidad para «desarrollar una dialéctica en la cual el experimentalismo institucional, en lugar de ser centralizado, pueda avanzar por múltiples caminos«.
Les prometo que casi lloré de emoción al ver estas afirmaciones sensatas de un hombre de prestigio internacional. Afirmaciones por las cuales, algunos que las hemos hecho desde hace tiempo, se nos etiqueta de radicales independentistas y anticonstitucionales.
De cara al 20D, ninguno de los cuatro ases de la nueva pelea política española, más allá de la retórica, ha concretado nada que se asemeje a estas recetas tan creativas, alejadas de la derecha jacobina y previsible y de la izquierda recalcitrante, como lo denomina Mangabeira.