Pero ¿qué pasa? La verdad, aquí no pasa nada
Les confieso que me acabo de preparar un mojito bien cargado, con su hielo en porciones pequeñas, para poder centrarme en escribir. La noche es calurosa, bochornosa. De esas donde es imposible tumbarse en la cama sin notar el sudor deslizarse por la frente. Es curioso pero un verano habitual da para pocas noticias. Sin embargo, este agosto se presenta, además de caluroso, tan complejo que, por no aparecer, ni se ven casi las serpientes.
Y mira que tenemos serpientes para pasearse por el país. Pero es que hasta las víboras han andado tanto durante estos meses por la ancha piel de toro, que ya se han aburrido. Las serpientes aburridas, y las estadísticas por los suelos. Un país hundido en sus peores números de la historia. Con unas comunidades autónomas que ven en el enfrentamiento el único método de permanecer en el poder. Olimpiadas con escasas medallas. Gente dándole al mojito nocturno para pensar.
Antes de ponerme a escribir, cenaba con una chica que va a traer una criatura en unos meses al mundo. Tengo claro –mientras el mojito se consume– que los políticos se equivocan, pero quizás quienes nos dedicamos a criticarlos tampoco vemos que, debajo nuestro, el mundo sigue funcionando. La historia nos juzgará, pero la vida hay que vivirla. Criticar lo elemental es una pérdida de tiempo si no se ofrecen soluciones.
Es tal el disparate que se ha montado en el país. Es tal el disparate de situaciones absurdas que uno ve. Es tal el disparate de incapaces que nos gobiernan. Es tal el disparate de la crítica. Es tal el disparate que es más saludable dedicarnos a crear que a resaltar evidencias en las incompetencias ajenas. Lucha por el poder, o simplemente supervivencia de una clase política, en general honrada, pero en particular patética y más cercana al vómito que a otra realidad. Pero aún así el país continúa.
Cuando me he sentado en mi Mac, hace unos minutos, he visto un vídeo en un diario del asesinato de cuatro miembros del Gobierno de Assad en Siria por la oposición. Yo, que creo conocer un poco esos países, no me he sorprendido. Pero les confieso que esa situación ha existido en España hace no muchas décadas. Si los paredones hablaran. La verdad creo que aún está enraizada en más de uno.
Treinta años de democracia y los acontecimientos que ves es que aquí de demócratas no hay ni uno. Digamos pocos para no enfadar a los lectores. Yo no había nacido, pero recuerdo, como el milagro del pan y los peces, que todos pasaron de un país fascista a un país demócrata en un momento. Sin ir más lejos, Juan Luis Cebrián pasó de Jefe de los Servicios Informativos de la Televisión de Franco a adalid de la democracia. Y aquí lo vimos normal.
Últimamente otros como los Escolar y el amigo Roures predican una cosa y al día siguiente montan un ERE en su diario Público. Los sindicatos, algo parecido. Mucho te rondo morena, pero a la que pueden, despidos y la ética escondida bajo el mantel del restaurante. Y de la Patronal, qué decir. Al recordar la chapuza del ínclito Díaz Ferrán nos debemos ruborizar. Pero ¿qué pasa? La verdad, aquí no pasa nada.
Si al final, la mayoría de los gestores de este país vienen de una palabra: fascismo. Pero no en el sentido estricto de exterminador, sino del fascismo de la idea única: mi palabra es la única que vale. Y aquí, por desgracia, no sólo está el PP. También se encuentra el PSOE, los nacionalistas, esos raritos nuevos que han aparecido y, como no, IU –-esos chicos, que tienen hasta 300.000 euros en su cuenta bancaria como “cualquier trabajador” del país–.
La verdad, casi prefería que aparecería una serpiente de verano. Algún fichaje de fútbol o algo que hiciera pensar a la gente (todos nosotros). Ya que tragamos con todo al menos una noticias de algo que no nos haga parecer más imbéciles de lo que somos. Les confieso que al final me parece bien que la chica tenga una niña en esta época. Quizás las nuevas generaciones, incluidos mis hijos, aprendan de esta historia que algunos no están sabiendo vivir. A las actuales generaciones, sólo las veo llorar como un triste condenado a muerte.
Señores y señoras, el mojito se acaba, las gotas de sudor ya caen alarmantemente por mi frente y, la última serpiente que vi, le pasé el cortacesped –-hace unas semanas– por encima. Solución Siria pero, más fina y para ser francos –-no de Franco–, como todo en este país, seguramente hasta es justificable.
Tomen nota. Estamos en un agosto sin serpientes donde se preparan meses de justificaciones –-de lo más variopintas– pero curiosamente nunca de asunción de responsabilidades. Un triste futuro como país. Clara copia de la historia de la que nunca aprendemos.