Periodismo de empresas tecnológicas

La información económica de empresas tecnológicas es la asignatura pendiente del periodismo en España. A raíz de la venta, la cesión, el regalo o lo que haya sido de Letsbonus vaya usted a saber a quién o cómo, hemos asistido a la enésima patinada de uno de los diarios, en teoría, más prestigiosos en la materia de Barcelona, es decir, La Vanguardia.

El medio publicaba la venta de Letbonus a Ofertix. Según dicen, se cerró en una cena. Pero debió de ser indigesta puesto que los vendedores no fueron al notario. Más curioso aún, después ya no sólo negaban la firma, sino que aseguraban que habían vendido la empresa a otros, más concretamente, a sus directivos. En definitiva, fueron 48 horas más intensas incluso que aquella película de los 80 con Eddie Murphy y Nick Nolte.

Vamos, por si alguien lo duda, escribir sobre empresas de tecnología y de internet es algo más que simplemente transcribir notas de prensa, filtrar conversaciones privadas o, peor aun, tomar un café con personajes conocidos algunas veces al mes.

Recordemos que esa función es más propia de un portavoz de prensa de una compañía que de un periodista profesional. Y ese es el problema. Hoy en día, la mayoría de medios, con contadas excepciones, se dedican exclusivamente a replicar lo que les dicen. Son meros voceros. Esto lleva incluso a explicar historias que se aproximan al esperpento.

Por ejemplo, a mí siempre me han apasionado las empresas que facturan en 220 países o más. Teniendo en cuenta que en el mundo hay menos de 200 países independientes, ¿el resto deben ser de otro planeta? ¿Venden a países de marte? ¿O en la luna?

Peor aun, el periodista no se pregunta: ¿cómo venden en Corea del Norte, en Cuba o en Somalia, un país con varios gobiernos en un territorio dividido? Algunos se excusan diciendo que hablan de territorios. Entonces, ¿Barcelona es un territorio? ¿Y Madrid? ¿O Terrassa? ¿Y Parla?

Al final, el criterio y el rigor son la base del periodismo. Y no olvidemos que el periodista informa, mientras el columnista opina. Será mejor o peor, pero cualquier cosa escrita debe tener siempre un criterio y un rigor detrás. También me viene a la cabeza lo que ocurrió hace unos meses cuando publicamos algunas cifras de ventas de empresas de internet.

Recibimos algún feedback –muy cabreado– cuando, curiosamente, eran datos públicos. Es decir, se trataba de información a disposición no ya de cualquier periodista, sino de cualquier persona. Son datos que se pueden contrastar antes de publicar una información seria y responsable. Informar es algo más que repetir un cotilleo. Con todo el respeto, que para mí lo tienen ya que son buenos en lo suyo, Sálvame no es periodismo económico.

Dentro de ese descontrol, aún sonrío más cuando leo frases tipo: «La empresa, según dice, factura», «según dice tiene 5.000 clientes», «según dice…». Es decir, algunos ni se preocupan de contrastar ese «según dicen». Supongo que están muy ocupados contentando a saber quién, copiando como locos cualquier comentario o simplemente ejerciendo una función que no les toca, ser portavoces.

Porque la economía tiene cosas buenas y cosas malas, pero ante todo tiene datos fácilmente contrastables. En una época de transparencia es sorprendente esa niebla informativa.

La prensa crea monstruos de la comunicación económica, pero también de la falsedad. Hace unos días en una conversación informal me recordaban aquel vicepresidente mundial español de Google, que luego buscas y no se encuentra entre los 100 directivos más importantes de su empresa. O aquel gran profesor de una universidad americana bautizado como uno de los referentes económicos en el mundo. Lees su curriculum y da una simple asignatura –¡ojo que eso tiene mucho merito!–.

Lees sus obras y es una retaíla de artículos en La Vanguardia y de intervenciones en TV3, no en el New York Times, la BBC o el Wall Street Journal. Ciertos personajes nacen de la falta de profesionalidad de algunos medios y su contagio a la sociedad.

En definitiva, y como decíamos, el periodismo sobre empresas de tecnología, internet y sus personajes es una gran asignatura pendiente del país. Muchos neófitos han creído ser especialistas por salir, simplemente, en la televisión, escribir en algún medio o dar conferencias.

Y una cosa es ser profesional y otra, bien diferente, escribir sobre profesionales. El mal periodismo hace que algunos dudemos de todo. Es injusto. Queremos leer un diario y creer que dice la verdad. No queremos un murmullo de una cena prohibida o la filtración de una llamada o un whatsapp nocturno. Sálvame no es periodismo económico. Sálvame es periodismo del corazón. Por desgracia, lo que hacen algunos no es ni una cosa ni otra.