Es fácil buscar similitudes entre Pep Guardiola, entrenador del FC Barcelona, y muchos personajes literarios. Curiosamente, tanto por lo dicho como por lo que se calla. Por suerte para ustedes, Economía Digital no es un diario deportivo. Durante estos días, este tipo de medios se llenarán de informaciones sobre su doble derrota ante el Real Madrid y el Chelsea. Por lo que vamos dar un enfoque diferente sobre Pep. Verán que su historia es más curiosa y rica de lo que podíamos pensar.
Es un personaje que desde pequeño ha estado en el mundo de la empresa, el FC Barcelona. Conoce todos los entresijos y veleidades de sus personajes. Cuando se hizo mayor emigró para conocer otras culturas y otras formas de hacer. Es decir, quiso ver otras realidades más allá del club catalán.
Personalmente, recuerda en algunos aspectos a la historia de Josep Maria Loza, aquel director general de Caixa Catalunya de finales de los 90, salvando la distancia. El banquero era hijo del conserje del edificio central de la entidad en la calle Via Laietana de Barcelona. Empezó de botones y acabo dirigiendo la que era la segunda caja de ahorros de Catalunya en ese momento, tras La Caixa de Fainé y Nin. Y la lideró hasta 2008, cuando fue destituido. Perdón, le invitaron a irse.
Supongo que conocen el final de esa historia. Igualmente, se la explicaré. El director Loza no era una persona muy pública, era reservado y amaba su trabajo. También adoraba su tiempo libre. Decían que no le gustaban los privilegios y que se rodeaba de un equipo fiel. Prefería hablar sobre la idoneidad de dar un crédito a un cliente para comprar un coche que de subprimes masivas. Le gustaban los detalles y la perfección en cada acción.
Un día, le colocaron de presidente a un tipo que en Catalunya se le conocía como Narcís Serra –Narciso en otros ámbitos –. De esos de la Diagonal para arriba. Ya saben, esa zona de Barcelona donde es más fácil encontrarse a gente que nunca sabes de dónde viene, aunque todos salen del mismo sitio. No hace falta decir que la relación entre un hijo de conserje y un hijo de la Diagonal para arriba nunca es fácil. Creo recordar que, tras dos años de convivencia, el primero fue invitado a irse. El resto de la historia de Caixa Catalunya creo que ya ha sido profusamente explicada.
Algunos lo desconocerán, pero Pep Guardiola es hijo de un paleta. Por lo que la cultura del esfuerzo la tiene bien aprendida, aunque ahora suene a tópico. Por cierto, yo soy hijo de un sastre. Quizá la diferencia entre Pep y Loza es que cuando llegó su momento, cruzó la frontera para conocer nuevos países y nuevas formas de actuar. Un viaje que le permitió volver con una aureola de nuevo conocimiento que le sirvió para entrar con más libertad en su antigua casa, cuando regresó para entrenar a los jugadores de tercera división. Su esfuerzo y trabajo le valió para subir al primer equipo.
Pero que nadie se engañe, su mundo dista mucho de la vida placentera que uno puedo pensar. Como Loza, es una persona inteligente que se ha labrado su camino a base de esfuerzo. Y Pep no ignora que el FC Barcelona se ha convertido en su prisión. Como el personaje del Conde de Montecristo, lucha por cambiar las cosas. Pero a su lucha contra la junta directiva le han salido nuevas ramificaciones con las que no contaba en la misma plantilla.
No hablaremos de desprecio, aunque es bien conocido que algunos directivos se sienten ofendidos porque el hijo del paleta no conozca ni sus nombres. Ya saben, esa clase de personas a las que se conoce más por desempeñar un cargo “social” que por realizar un trabajo “social”. Eso sí, puertas afuera, como si Pep fuera su amigo del alma. Así lo expresan a terceros. Puertas adentro y con su círculo íntimo, lo ponen a parir. En todo caso, igual que a Loza, a Pep esa parte de farándula externa –tan propia de gente con escaso cariño– le importa más bien poco. Él se dedica al negocio, a estudiar a otros equipos, a representar al suyo y a dirigir a los trabajadores más cercanos.
Un inciso, fíjense el nivel de la junta. Recuerdo una reunión, hace casi un año, en la que un directivo del Barça habló más de su cargo dentro del club que de su trabajo profesional. Hasta sus salas están bautizadas con nombres de campeonatos. Les aseguro que el cargo que desempeña esta persona no me importaba lo más mínimo. Eso sí, había convencido a dos de las familias más poderosas de Catalunya (de las que tienen más dinero, incluso una de ellas tiene una compañía cotizada) para entrar en su negocio. Supongo que no lo hizo en un McDonald’s. Realmente, se sorprenderían de las cosas –no precisamente bonitas– que se dicen entre ellos al dar media vuelta. Eso sí, de cara a la galería “son pocos y cobardes”, como diría Loquillo. Por cierto, otro esforzado de verdad.
Guardiola es un tipo listo que sabe perfectamente el talante de esta clase de personas. Y lo aceptó como parte del juego. Cada uno a lo suyo, que diría. Pero le faltó intuición ante ciertos jugadores. Llegados a este punto, podemos decir algunos nombres. Son bien públicos. Como los de Piqué o Cesc, que se iban a convertir en una copia simple de los directivos. Si ni el mismo Loza no pudo ante un sólo frente, parece aún más complicado que Guardiola pueda cerrar sus dos batallas abiertas.
Pep pensó que podría cambiar la forma de hacer de su casa, de su club. Pero no tuvo en cuenta que hay gente que se piensa que el Barça es suyo, aunque lleguen de fuera. En las juntas, se repiten los perfiles de directivos: fracasados que están más preparados para la gloria que para la derrota y que dedican más tiempo a aparentar que a trabajar. Y esto, para alguien que ha nacido para disfrutar de su empleo como Pep Guardiola, es un problema casi de índole moral.
Al final, como el personaje del Conde de Montecristo, Guardiola es consciente de que está encerrado en su propio penal en la isla de If. Una prisión de la que sólo él puede salir. Quizás con la ayuda de Tito Vilanova o Manuel Estiarte, gente que también viene de la cultura del esfuerzo. Todos se deben dar cuenta que son útiles y necesarios. Como el héroe de la ficción de Dumas, que huye enmascarado en otra personalidad y se venga de quienes le “arruinaron” bajo otra identidad. Ahora, el FC Barcelona es su prisión. Pero no dudo que sus espaldas le permitirán saltar desde el acantilado y llegar de nuevo a una orilla civilizada. Y si es necesario, ya regresará para transformar definitivamente más cosas.
Al final, leí que Loza se dedica simplemente a sus aficiones, a la familia y a ayudar a alguna ONG. No olviden que la idea que algunos predican y defienden es que no hay otro fin en la vida que el de ser rico. Y vivir del cuento es falso. Seamos francos, ¿para qué sirve engañar a algunos para luego ni atreverse a dar la cara? ¿O sentarse en medio de un grupo de desconocidos para chillar por el esfuerzo de otros? Este esfuerzo, teñido siempre de Honor, es el que realmente vale. Pero, por desgracia, no lo que toca hoy. Todavía existen muchas malas prácticas que ni la crisis ha logrado eliminar.
Por eso, y no sólo Guardiola, empecemos por salir del penal y saltar, como dice Dumas y su Conde de Montecristo. Seguramente, más adelante, tocará recuperar a Emile Zola, y su “j’accuse” del caso Dreyfus. Pero seamos pacientes, cada cosa a su tiempo.