Peligro (relativo) a la derecha

Si Francia o Alemania cayeran en manos de la extrema derecha, la Unión Europea y el euro se verían seriamente afectados

Que después de la caída del Muro de Berlín y el fin del comunismo real la derecha no ha cesado de rearmarse y la izquierda no ha dado pie con bola es algo tan diáfano que no merece la pena dedicarle muchas líneas. El recorrido del péndulo en sentido contrario al Estado del Bienestar queda certificado por el curso de la historia en multitud de países de nuestra área.

Por mucho que algunos pretendan asimilar los populismos de derecha con los antisistema, el peligro de involución democrática no se acerca precisamente por la izquierda.

Los chalecos amarillos de Francia o Podemos en España no disponen de recursos para cambiar el sentido del péndulo político

Ni en la teoría ni en la práctica, no existe nada parecido a una alternativa a la economía de mercado. Nadie quiere ser Cuba, Nicaragua y menos Venezuela. No hay modelo, no hay referente.

El Movimiento 5 Stelle en Italia, los chalecos amarillos de Francia, el gobierno de Tsipras en Grecia o Podemos en España no disponen de recursos ni posibilidades para cambiar el sentido del péndulo. El peligro viene por la derecha, en concreto, por la extrema derecha.

La extrema derecha sí, pero no tanto por lo que hace cuando alcanza el poder o lo condiciona sino por su capacidad de tirar de todo el sistema de partidos hacia sus posiciones xenófobas, retrógradas y machistas, así como por el éxito de sus recortes a las libertades y el pluralismo que son la esencia de la democracia.

De un modo singular que la aleja del ‘main stream’ europeo, en España el dique a la extrema derecha está en la izquierda

Del Brasil a Turquía pasando por Hungría, va aumentando el número de países que han cruzado la línea roja que separa a los que no respetan a la verdad y la opinión ajena de los que siguen anclados en los valores más firmes de la democracia.

La lista puede ir aumentando. Si uno de los principales países europeos –Francia, Alemania— cayera en manos de la extrema derecha, la Unión y el euro se verán seriamente afectados.

Que tal cosa suceda en un futuro próximo o previsible es una posibilidad bastante remota, ya que en estos dos países el grueso del dique de contención está compuesto por unas derechas que no tienen la menor intención de alejarse del centro.

De un modo singular que la aleja del main stream europeo, en España el dique a la extrema derecha está en la izquierda. Lo que impulsa el ascenso del PSOE en los sondeos no son las propuestas, no son las políticas sociales o los caramelos electorales de los socialistas sino la posición de Pedro Sánchez como único dique al tripartito que incluye a Vox.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un acto de precampaña en Toledo el 5 de abril. Foto: EFE/IH

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Lo raro sería que no siguiera subiendo en intención de voto hacia el PSOE y atrayendo a la mayoría de indecisos que temen la deriva de PP y C’s hacia Vox

Sánchez va escalando posiciones porque le han dejado solo. Como que nadie compite con él en dicha función, la multitud que advierte el peligro se agarra a la solitaria tabla de salvación de que dispone. Lo raro sería que no siguiera subiendo en intención de voto y atrayendo a la mayoría de indecisos que temen la deriva de PP y C’s hacia Vox.

Volvamos a abrir el foco global para centrarnos en Estados Unidos. No hay duda de que el presidente Trump es un firme partidario de saltarse algunos de los principios de la segunda democracia más asentada del orbe –tras la inglesa–.

Occidente y el conjunto de países desarrollados no andan tan mal como sería de temer visto el auge de las derechas extremas

Pero tampoco debe haberla de los formidables recursos de que el país dispone para frenar las iniciativas presidenciales más controvertidas como el muro con México. Ya advirtió Tocqueville antes de la Guerra de Secesión que el secreto del éxito de Norteamérica radicaba en el acierto de un sistema basado en la dispersión del poder.

De eso hablamos precisamente. No tanto de derecha e izquierda, que también, claro, sino de concentración del poder en  una sola mano o de su reparto entre distintos poderes que se contrapesan.  De inclusión o de exclusión. Y aparejadas, de justicia o injusticia social.

En este sentido, Occidente y el conjunto de países desarrollados no andan tan mal como sería de temer visto el auge de las derechas extremas. Un buen número de los más avanzados, los que han sabido adentrarse por los caminos del máximo y más generalizado bienestar, siguen por su senda, tanto si la extrema derecha consigue una sólida representación en sus cámaras como en caso contrario.

Suiza y Canadá – los mejores de nuestro entorno -, junto a los países del norte de Europa son, tras el tándem franco-germano, son buena muestra de que las democracias no tienen porqué caer del lado del autoritarismo preconizado por la extrema derecha que las desnaturaliza y corroe por dentro.

El ejemplo de Austria

En algunos de ellos, los partidos que lo pretenden han alcanzado una notable representación parlamentaria e incluso contribuyen a formar mayorías de gobierno, pero el peligro de que caigan en sus garras es remoto.

Detengámonos, para finalizar con una nota algo optimista, en Austria. En diciembre de 2017, la extrema derecha entró por tercera vez en el gobierno, en coalición con los conservadores.

¿Qué ha cambiado? La política migratoria, que se ha endurecido y ciertos discursos, que se han suavizado. Austria está atravesada por fuertes tensiones internas. Precisamente por ello no ha tomado el camino de Polonia o Hungría. Su democracia sigue siendo sólida.

No todos los países con una extrema derecha fuerte, o no tan fuerte, podrían decir los mismos.

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