Pegasus y los secretos de Estado
La polémica del supuesto espionaje de Pegasus no ha dinamitado ningún acuerdo entre el gobierno Sánchez y ERC. Servirá como reclamo para la atención mediática por parte de los independentistas, pero poco más
Pegasus sigue siendo el motivo, la fuerza impulsora de opiniones, el brebaje de Panoramix que sirve de inspiración para resituar ideas. Pero el independentismo no se cayó en un caldero o si en algún momento lo pareció, el tiempo lo ha hecho desaparecer de la sangre.
Y no solo eso. La fuerza política durante años más radical del Congreso de los Diputados, Bildu, ha sido la que ha dejado en una mala posición, tanto a ERC como a JxCat, gracias a que sus votos fueron determinantes para que saliera adelante el decreto anticrisis.
Normalmente los diferentes mundos independentistas que existen en España, que no hay uno solo, acostumbran a utilizar una lógica de reacción que, aunque llene la satisfacción metafísica de algunos, es inservible. Mucha pose, mucha reivindicación, mucho grito en la calle, mucha posesión del espacio público como propio e intransferible, pero cuestiones concretas y de avances en la gestión nulas.
Esta lógica reivindicativa está llegando en Cataluña ha situaciones inimaginables. Se producen, por ejemplo, cada vez que el colectivo de maestros de la Primaria y Secundaria intentan boicotear un acto del conseller del departamento de Educación. Una cosa es estar en contra de algunas decisiones y la otra no dejar hablar. ¿Un maestro que no deja hablar?
Una gran mayoría de maestros catalanes, fundamentalmente los que están adscritos al sindicato USTEC·STEs, reciben como rutina al conseller en sus actos con gritos y protestas con la intención de no dejarlo hablar. Maestros que deberían educar en el civismo y el argumento.
Esta moda del pataleo, que impera desde 2012 en Cataluña, ha situado ahora a ERC en un espacio difícil de encajar. De no haber salido adelante el decreto del pasado jueves, la gasolina, por ejemplo, no habría tenido una rebaja de los famosos 20 céntimos.
Como ya contamos, la polémica del supuesto espionaje de Pegasus no ha dinamitado ningún acuerdo entre el gobierno Sánchez y ERC. Y hasta es posible, rumor que circuló por el Congreso la pasada semana, el posicionamiento de Bildu hubiera estado pactado con ERC. Aunque fuera esto cierto, el partido que representa Gabriel Rufián en Madrid ha abierto una puerta que es fácilmente criticada.
Mientras algunos dirigentes independentistas se rasgaban las vestiduras ante las intervenciones de Margarita Robles por su defensa del CNI y anunciaban un antes y un después, el resto de los ministros del Ejecutivo reconocían el acierto de la responsable de la cartera de Defensa.
Y es normal. Lo que tiene poco sentido, aunque se entienda por obligaciones del guion, es que políticos que quieren romper España, y lo digo sin exageraciones, simplemente es algo descriptivo, estén invitados a la comisión de los secretos del Estado que quieren dividir. Y no es una loa a la unidad, que la palabra, cuando se habla de España, parece que sea pecado. Simplemente es lo que es. No hay más.
Esto de Pegasus irá reapareciendo en el argumentario político del año. No hay duda. Y servirá para mantener la atención a las pantallas. Pero todo apunta a que según se vayan sabiendo cosas del conocido espionaje algún independentista quedará en entredicho. Aunque ya se sabe que el ‘lifting’ político en Cataluña funciona muy bien y se sabe cómo darle la vuelta a aquello que debería ser presentado como negativo.